El 4 de marzo de 2020, hace justo dos años, el Servizo Galego de Saúde (Sergas) notificaba el primer caso de SARS-CoV-2 en Galicia. El infectado era un madrileño de mediana edad que había viajado en coche hasta A Coruña para realizar una entrevista de trabajo y que incluso precisó ser derivado a la UCI del Hospital Universitario (Chuac) debido a los daños causados por el virus en su organismo. Tras ese primer positivo detectado en la comunidad gallega, los acontecimientos se precipitaron en todo el país y, apenas diez días después, el Gobierno decretó el primer estado de alarma de la pandemia y confinó a la población. Se abría entonces un periodo de estupefacción, miedo, angustia, lágrimas e incertidumbre que dejó estampas imborrables en nuestras retinas, como las de equipos de operarios con buzos blancos, guantes y mascarillas fumigando las instalaciones del centro cívico de Feáns o el centro ocupacional de Aspronaga, en Lamastelle (Oleiros), escenario de los dos primeros brotes de COVID en Galicia. El tráiler de lo que estaba por venir.

Desde entonces, al menos 105.000 residentes en el área sanitaria de A Coruña y Cee —casi la quinta parte de su población, estimada en unos 547.000 habitantes— se han contagiado de COVID y aunque más del 96% logró superar la infección, el SARS-CoV-2 se cobró la vida de 736 vecinos de la demarcación coruñesa, casi la cuarta parte del total de fallecimientos registrados en toda Galicia.

A lo largo de estos dos años de pandemia de SARS-CoV-2, el área sanitaria de A Coruña y Cee ha sido, en muchas ocasiones, la más afectada tanto en incidencia como en presión asistencial. Llegó a las navidades de 2020 sin haberse recuperado aún de la segunda ola que había arrancado en agosto de ese año, y esto unido a la irrupción de la variante alfa (originaria de Reino Unido), hizo que a principios de 2021 se batiesen récords, tanto en número de afectados, como de contagios diarios e ingresados, lo que puso sobre las cuerdas a los hospitales coruñeses e hizo que incluso el Sergas se plantease derivar pacientes a áreas con menor carga asistencial, algo que finalmente no fue necesario.

El mayor volumen de positivos notificados en el distrito sanitario coruñés se produjo, con todo, durante la actual sexta ola, que semanas atrás pulverizó todos los registros de incidencia en la demarcación coruñesa, al igual que en el resto de Galicia y en el conjunto de España, aunque esa explosión de contagios no impactó tanto como cabría esperar en la hospitalización gracias a las vacunas contra el COVID, que han actuado como una suerte de dique de contención frente a las embestidas del virus. La tercera parte de los casi 105.000 casos registrados por el Sergas en el área coruñesa se notificaron, de hecho, entre el 15 de enero y el 15 de febrero de este año.

Ligero repunte de infecciones

En la actualidad, el área sanitaria de A Coruña y Cee, al igual que el conjunto de Galicia, acaricia la ansiada normalidad, con la incidencia del virus a la baja —pese al ligero repunte de casos comunicado ayer, el primero en el último mes— y la presión asistencial en claro descenso también.

En su último balance diario, elaborado con datos recogidos entre las 18.00 horas del martes y el miércoles, el Sergas informó de un total de 3.210 infecciones activas en la demarcación coruñesa, tras notificarse 278 altas médicas. Continúa disminuyendo la cifra de pacientes con SARS-CoV-2 que necesitan hospitalización, en contra de lo que sucede en el resto de Galicia. Y es que, salvo la demarcación coruñesa y la de Ferrol, todas tenían ayer más enfermos con COVID ingresados que el miércoles.

En el distrito coruñés había 95 hospitalizados con COVID, cuatro menos que un día antes, y seis están en la UCI. Todo el descenso de ingresados repercute en el edificio principal del Chuac, donde atienden a 92 personas, cinco en críticos. En el Hospital Virxe da Xunqueira de Cee permanecían ingresados dos pacientes con COVID en planta, y en el Quirón trataban a un enfermo con COVID en la UCI.