La Opinión de A Coruña

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Trasplantes en A Coruña

Mirada coruñesa al trasplante hepático

Especialistas y pacientes del Hospital Universitario de A Coruña analizan los hitos de casi tres décadas de esa actividad trasplantadora con el reto de mejorar aún más el aprovechamiento de los órganos y la vista puesta en el relevo generacional de los equipos

El doctor Javier Aguirrezabalaga, ayer, en el Hospital Universitario de A Coruña. | // CARLOS PARDELLAS

En mayo de 1994, el Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), entonces todavía Juan Canalejo, escribió un capítulo fundamental de su historia trasplantadora al estrenar su programa de trasplante hepático, que un lustro después completaría con el inicio de los injertos pancreáticos. En los quirófanos de As Xubias se han llevado a cabo, desde entonces, más de 1.350 trasplantes de hígado y unos 110 de páncreas, casi tres décadas de actividad que Javier Aguirrezabalaga y Francisco Suárez, miembros del programa de trasplante hepático del complejo hospitalario coruñés, recorrerán hoy acompañados por Abelardo Sánchez, presidente de la asociación gallega de trasplantados Airiños, durante un encuentro organizado en el marco de la Semana de las Enfermedades Hepáticas.

Entre los principales hitos de estos tres decenios, el doctor Aguirrezabalaga destaca la “puesta en marcha y consolidación de los trasplantes hepáticos con órganos de donantes en asistolia controlada”, es decir, a corazón parado. Una modalidad de donación a la que el Chuac recurre para otros muchos tipos de trasplantes, y que se plantea en el caso de pacientes ingresados en las unidades de cuidados intensivos (UCI), con un daño neurológico muy severo e irreversible, que entran en situación de coma vegetativo y que no son subsidiarios de recibir ningún tratamiento más allá de medidas de soporte vital. “Uno de nuestros grandes retos es seguir potenciando este tipo de donación ante el descenso de los donantes clásicos, es decir, en muerte encefálica”, avanza el experto.

En el horizonte, también, la mejora de la preservación de los órganos, mediante el uso de máquinas que permiten a los equipos trasplantadores ganar “tiempo logístico”, así como mantenerlos en condiciones similares a las del cuerpo humano e incluso simular cómo funcionarán una vez implantados al receptor.

“Es una línea de investigación en la que se están produciendo grandes avances, de hecho, hay ya varias opciones en el mercado. Desde que se extrae el órgano al donante hasta que se implanta al receptor, pasa un periodo de tiempo, y lo que se ha venido haciendo de forma tradicional, durante ese margen, es proceder a su lavado con un líquido especial para preservarlo y conservarlo en frío, a 4ºC”, apunta el doctor Aguirrezabalaga, quien especifica que “cada órgano tiene unos tiempos de isquemia fría, diferentes entre sí”, lo cual “repercute de distinta manera”, también, en su mantenimiento.

"Si en la máquina de preservación los órganos funcionan bien, sabremos que los vamos a poder implantar con más éxito y esto nos permitirá un aprovechamiento mayor de los mismos"

Javier Aguirrezabalaga - Médico adjunto del Servicio de Cirugía general y del Aparato Digestivo y miembro del programa de trasplante hepático del Chuac

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“El pulmón, por ejemplo, aguanta pocas horas en esas condiciones, mientras que en el caso del hígado o el riñón el margen es mayor. Y aunque este sistema funciona bien, se puede mejorar, y es lo que se pretende con estas máquinas, que permiten hacer recircular el líquido de preservación, e incluso sangre a temperatura normal (37ºC) y oxigenada, con lo cual el órgano apenas sufre daño, al permanecer en condiciones similares a las del cuerpo humano. Y si el órgano se daña menos, funcionará mejor en cuanto a arranque”, destaca.

Este tipo de máquinas permiten, además, testar el funcionamiento de los órganos, “en caso de dudas”, antes de proceder a implantárselos al receptor. “Si en la máquina de preservación los órganos funcionan bien —en base a una serie de parámetros en función de cada uno de ellos—, sabremos que los vamos a poder implantar con más éxito, y esto nos permitirá un aprovechamiento mayor de los mismos. Nuestra mayor limitación, en la actualidad, es el número de órganos para cubrir toda la demanda de las listas de espera”, advierte este especialista, quien explica que el complejo hospitalario coruñés aún no emplea este tipo de máquinas para preservar hígados, pero sí recurre a ellas, desde hace años, para conservar riñones “a 4ºC”, e incide en que “funcionan muy bien”. “El objetivo es extender su uso a otros órganos, y hacerlos recircular con sangre oxigenada y a normotermia”, reitera.

Médicos del Hospital de A Coruña, durante un trasplante. Víctor Echave

Cuenta el doctor Aguirrezabalaga que, en el encuentro de hoy, se abordará también el reto de “la renovación de los equipos de trasplante”, una cuestión que preocupa sobremanera a los especialistas que trabajan en ese ámbito.

“El trasplante hepático arrancó en España de la mano de un grupo de profesionales relativamente jóvenes, y con el paso de los años se ha alcanzado un nivel de excelencia muy bueno, no obstante, esos especialistas van llegando a la edad de jubilación y urge que venga una segunda línea detrás que los sustituya”, apunta el médico adjunto del Servicio de Cirugía general y del Aparato Digestivo y miembro del programa de trasplante hepático del Chuac, quien subraya que, desde el punto de vista técnico, “el trasplante hepático es una intervención muy compleja, se necesitan años de formación”.

"En nuestro equipo creo que hemos iniciado bien el relevo generacional, pero es un tema que nos preocupa a nivel nacional"

Javier Aguirrezabalaga - Médico adjunto del Servicio de Cirugía general y del Aparato Digestivo y miembro del programa de trasplante hepático del Chuac

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“En nuestro equipo creo que hemos iniciado bien ese relevo generacional, pero es un tema que nos preocupa a nivel nacional. En un artículo publicado recientemente en la revista de la Asociación Española de Cirujanos se preguntaba a los médicos residentes (MIR) de la especialidad si les gustaría implicarse, en el futuro, en este tipo de operaciones, y la mayoría de los participantes en el sondeo contestaban que no, argumentando su respuesta en la gran exigencia que implica esa actividad y en que les atraían más otras ramas de la cirugía”, advierte el doctor Aguirrezabalaga, quien insiste en que los trasplantes hepáticos son intervenciones “muy complicadas”, que requieren una gran pericia y especialización por parte de los equipos quirúrgicos.

“Para sentirte seguro durante un trasplante es preciso acumular muchos años de experiencia, es un ámbito de la cirugía muy vocacional, con todo, creo que siempre habrá profesionales a los que les interese dedicarse a esto”, confía.

Los doctores Aguirrezabalaga y Suárez aprovecharán el encuentro de hoy en el Chuac para reivindicar, también, la implicación en el programa de trasplante hepático de profesionales de otras disciplinas médicas, como los radiólogos intervencionistas. Una colaboración entre compañeros que “ha permitido abordar casos más complejos” que, en otras circunstancias, no serían operables.

“Nuestro hospital ha sido pionero en esta cuestión, de hecho, los radiólogos intervencionistas están muchas veces con nosotros en quirófano, entran a través de los vasos sanguíneos o de la vía biliar y nos solucionan muchos problemas, permitiéndonos intervenir casos difíciles, por ejemplo, a pacientes con coágulos muy grandes en la vena porta” , subraya.

El impacto de la pandemia

Seis olas de pandemia de SARS-CoV-2, con sus correspondientes resacas, han sido insuficientes para hundir el programa de trasplantes del Chuac, y eso que el impacto del virus en esa actividad no ha sido menor, tal y como reconoce el doctor Aguirrezabalaga, quien reivindica la capacidad del complejo coruñés para adaptarse a las circunstancias y lograr mantener esa actividad.

“La dirección del Chuac gestionó el manejo de las camas de críticos de manera fantástica. Creo que el músculo de este hospital funcionó muy bien durante la pandemia, hubo un gran capacidad de adaptación, tanto por parte de los profesionales como de los propios gestores, que supieron aprovechar al máximo los recursos disponibles en cada momento. Esto nos permitió mantener unas cifras muy aceptables de trasplantes. El año pasado, de hecho, llevamos a cabo 51 solo de hígado, cuando en los años previos a la emergencia sanitaria nos movíamos en torno sobre 60, y esto lo conseguimos gracias al esfuerzo de todos”, resalta este experto, quien insiste en que el objetivo, para este 2022, es “poder funcionar con normalidad y volver al nivel de actividad anterior al COVID”.

Abelardo Sánchez, trasplantado de hígado y presidente de la asociación gallega de trasplantados Airiños. Cedida

“Cada donación puede salvar hasta siete vidas”

En mayo de 2033, Abelardo Sánchez vio como su vida pasaba a pender de un hilo, literalmente, y “de un día para otro”. Todo empezó unos años antes, cuando de forma totalmente casual, al donar sangre, se descubrió que era portador del virus de la hepatitis B.

“Se determinó que probablemente me lo había transmitido mi madre al nacer, no obstante, en ese momento los médicos me dijeron que no me preocupase porque el virus estaba inactivo. Sin embargo, pasado un tiempo, en una de las revisiones a las que me sometía cada seis meses, detectaron que tenía las transaminasas por las nubes, y me pusieron un tratamiento que en principio controló la situación, aunque luego dejó de funcionar, me lo retiraron y el virus se activó ya de una manera salvaje, hasta el punto de que, en 15 días, me destrozó el hígado. Pasé entonces de hacer una vida normal, a verme en una cama del Chuac al borde de la muerte y preparando a mi familia para ese final”, resume.

Estando Abelardo inmerso en ese proceso de asimilación, le comunicaron que había una última opción: someterse a un trasplante de hígado. La intervención, en su caso, fue “cuestión de días”. “Asimilar que es preciso que alguien muera para que tu vida pueda continuar cuesta muchísimo. No sé a quién pertenecía el hígado que llevo en mi cuerpo, pero sí recuerdo a esa persona a diario. Y tanto a ella, como a su familia, les estaré eternamente agradecido”, subraya, y reivindica: “Cada donación puede salvar hasta siete vidas”.

Superado el trasplante, Abelardo no se puedo reincorporar a su puesto de trabajo, y optó por dedicar su tiempo a “devolver a la sociedad” algo de lo que él había recibido.

“Así fue como pasé a colaborar con la asociación gallega de trasplantados Airiños, que presido desde hace años, y en la que intentamos dar apoyo a enfermos en lista de espera para ser trasplantados, y también a sus familias, porque hay situaciones muy críticas. El proceso de la enfermedad que lleva a necesitar una intervención de ese tipo, así como la recuperación, son complejos, y muchas personas lo viven con angustia y miedo”, resalta.

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