¿ETA ha pedido perdón?

No. Hay muchos que aún piensan que se hizo lo que debía hacerse. Lo que se ve en la película es una minoría: queda un largo camino. 

¿Sería capaz de matar o de condenar?

Uf, ninguna de las dos cosas. Creo, eh. Porque ambas me parecen terribles. 

Asesino y juez, ¿en qué se asemejan?

Un asesino mata porque juzga y el juez tiene un manual, sí, pero la ley no siempre es sinónimo de justicia, y además es un ser humano con emociones, que interpreta. Todos emitimos juicios y sentenciamos: dejemos de juzgar y aceptemos que el otro es siempre diferente.

El odio, ¿será algo adictivo?

Es un generador de energía muy potente, pero yo prefiero otros, como la tolerancia o el respeto. Entiendo que sienta odio alguien que haya pasado por un enorme sufrimiento, pero yo intento que este sentimiento no me quede nunca dentro, porque quema y no libera. Con los años se mejora, odiamos con más facilidad cuando somos jóvenes.

¿Qué daría gente como Maixabel a cambio del olvido?

No, no, lo que Maixabel no quiere es olvidar: dice que su marido está en su pensamiento cada uno de sus días. Si olvidamos, no avanzamos: hay que ser conscientes del pasado. El olvido como sociedad es un horror; para no repetir los errores es necesario recordar qué ocurrió, cómo y por qué.

Nadie que conozca su trabajo entiende que este sea su primer Goya. Los jóvenes dicen que, como los Oscars, estos premios son propaganda, y que por eso ahora sí le ha tocado. ¿Qué opina?

Uy, para nada estoy de acuerdo. Los Goya son una celebración del cine y los premios están concedidos desde el punto de vista de grandes profesionales. Tampoco es tan raro que no me lo dieran antes, porque no había hecho una protagonista tan grande hasta ahora.

Mientras todo salta por los aires, usted está en un momento dulcísimo. ¿Puede con el miedo que nos gobierna?

El miedo hay que quitárselo de encima, porque puede ayudar a protegernos, pero se vuelve paralizante. Yo al principio tuve miedo al virus, sí, y empiezo a perdérselo ahora. La manipulación a la que nos someten a través del miedo es enorme, por eso es tan necesario reflexionar, escuchar, contrastar información. 

Mantener el ‘buenrollismo’, ¿será de cínicos?

No lo sé. Yo prefiero fomentar el buenrollismo y ser cero cínica; lo contrario del bueno rollo es la agresividad. Pero el buen rollo no va a ningún lugar sin tolerancia, respeto, empatía. Hay que ponerse en el lugar del otro, siempre, antes de emitir juicios.

Bichos y bombas vienen del extremo (oriente) y fomentan los extremismos. ¿Viva la ambigüedad, la neutralidad, el estado líquido?

Me gusta la gama de grises, y me da mucho vértigo, sí, el extremismo. La Historia se repite, tengo la sensación de vuelta atrás, como si nada hubiéramos crecido. Nos falta mucha información sobre la guerra en Ucrania, pero ya sabemos que las fuentes son cada vez más fácilmente manipulables, así pues: tiremos del libro de Historia, busquemos los porqués, seamos críticos. Hay mucha mala costumbre de leer o atender solo lo que coincide con tus propias ideas. 

Estábamos las mujeres a punto de romper el techo de cristal y llegó el ‘perreo’. ¿Qué le sugiere la postura?

No creo que perrear sea antifeminista. Obviamente no me gusta, pero sobre todo por las letras. La comedia es comedia y el baile es baile, y esto es música y baile, y mientras no agreda… Es que tanta corrección política, ¿para qué sirve? El problema no es el perreo sino lo poco que nos esforzamos en educar en la igualdad. Hemos avanzado, pero aún quedan quienes ven con normalidad el control y los celos de la pareja, y ahí está el error.

Y de colofón: pandemia, guerra nuclear, ataque biológico, fascismos, catástrofes climáticas y miseria energética. ¿Será distópica la realidad o nos habremos quedado distópicos nosotros?

Pandemias, guerras y miseria siempre ha habido, ocurre que a las noticias solo les interesa lo malo. Los tiempos son muy jodidos, pero ¿necesitamos el auge del fascismo para mejorar? Tanta negatividad da susto. ¿Estamos en riesgo de desaparecer? Siempre, pero esto es como la crisis del teatro, y yo aquí llevo 40 años llenándolo. La gente ahí afuera sigue teniendo hijos y quiere ser feliz; España es muy visceral pero también muy solidaria. No todo es tan terrible y tan nuevo: yo quiero mantener mi esperanza en el ser humano, sigo creyendo en su capacidad de mejorar, lentamente, o tal vez lo crea para no tirarme por la ventana.