Con la muerte de Francesc Pardo desaparece un obispo apacible, catalanista y conservador, que ha estado trece años y medio al frente de la diócesis de Girona y que, una vez jubilado, quería quedarse a vivir en la ciudad, como un cura y un gerundense más en un contexto de falta de curas y en el que la importancia social de la religión va a la baja.

Nacido en Torrelles de Foix (Alt Penedès) el 26 de junio de 1946, Francisco Pardo fue ordenado cura el 13 de mayo de 1973 en la basílica de Santa María de Vilafranca. Pardo siempre se mantuvo muy unido a su tierra -que mencionaba en todas las ocasiones que podía-, y prueba de ello es que en 2017 Torelles de Foix le nombró hijo predilecto del municipio, siendo el primer habitante del pueblo que recibía ésta distinción.

Pardo comenzó su carrera eclesiástica en la Archidiócesis de Barcelona, ​​donde ostentó varios cargos en Vilafranca, la comarca del Anoia y Granollers, entre otros. En 2004, cuando se creó el obispado de Terrassa, se convirtió en su vicario general de pastoral y delegado de Economia, mientras mantenía su labor como párroco de Granollers.

El 16 de julio de 2008, el papa Benedicto XVI le nombró obispo de Girona en sustitución de Carles Soler, que acababa de jubilarse. Pardo recibió la ordenación episcopal en la Catedral de Girona el 19 de octubre de 2008, frente a unas 2.000 personas, y tomó posesión de la diócesis ese mismo día. En su primera alocución como obispo de Girona, Pardo hizo referencia al cristianismo social, destacando la importancia que para él tenía "la acción caritativa y social", "la catequesis" o "las celebraciones de la fe". Sin ser extremista, Pardo mantuvo una línea conservadora dentro de la Iglesia, lo que le causó algunos enfrentamientos con los curas del Fòrum Joan Alsina, de carácter progresista, especialmente al principio de su obispado.

Desde el momento en que aterrizó en Girona, Pardo hizo todo lo posible por integrarse en la vida de la diócesis, aunque en algunos momentos su salud le obligó a bajar el ritmo. Desde el primer momento se le pudo ver participando en numerosas celebraciones religiosas y populares, con la voluntad de conocer el territorio y, sobre todo, sus parroquias. A Pardo le gustaba mucho el trato de tú a tú con los fieles, y se mostraba orgulloso de haber podido visitar y conocer a todos los arciprestazgos de la diócesis.

Y es que el mantenimiento del mayor número de parroquias fue una de las principales obsesiones de Pardo durante su obispado. La diócesis de Girona cuenta actualmente con 380 parroquias y sólo unos 90 curas en activo que tienen una media de 72 años, por lo que cada vez es más difícil llegar a todas partes. Sin embargo, Pardo no quería ni oír hablar de suprimir parroquias, y lo hizo sólo en aquellos casos que fue imprescindible. Como obispo, consideraba que las parroquias son un "punto de referencia" para los pequeños municipios, por lo que quería mantener un mínimo de actividad aunque fuera con la ayuda de los laicos, una figura que ha potenciado durante su obispado. Sin embargo, en una entrevista con motivo de su 75 aniversario, admitía que la falta de curas y el hecho de no haber logrado potenciar más vocaciones habían sido dos de las principales "asignaturas pendientes".

A favor del derecho a decidir

A pesar de no ser un obispo muy amante de los titulares ni de los medios de comunicación, uno de los momentos en los que Pardo tomó mayor relevancia pública, sobre todo a nivel catalán, fue durante el proceso independentista. El obispo gerundense defendió en varias ocasiones -por ejemplo, durante las homilías de San Narciso, consideradas las más importantes del año en la ciudad de Girona- el derecho a decidir y abogó por el "diálogo y la negociación" entre ambas partes del conflicto. Hacia el final del proceso, sin embargo, abogó por posiciones más moderadas.

A nivel catalán, otra de las responsabilidades que ostentó Pardo fue la referente en la gestión del extenso patrimonio de la iglesia. Dentro de la Conferencia Episcopal Tarraconense, que engloba a los obispados con sede en Cataluña, Pardo asumió en los últimos años la dirección de Catalonia Sacra, que potenció con la voluntad de dar a conocer y poner en valor el patrimonio cultural de la Iglesia en Cataluña. Una de cuyas obras se sentía más orgulloso era la remodelación del Tesoro de la Catedral.

Durante sus trece años y medio al frente de la diócesis de Girona, Pardo también tuvo que afrontar algunos momentos complicados. Por un lado, hubo los casos de abusos sexuales por parte de curas denunciados en la diócesis de Girona, como el caso del ex párroco de Vilobí, Tomàs Pons, o el del cura de Bellcaire d'Empordà, Josep Planas. En todos los casos, el Obispado abrió el proceso interno perceptivo, y Pardo siempre defendió que habían sido suficientemente contundentes, aunque también lamentó los casos en los que se habían acusado a curas que habían resultado inocentes.

Otro gran reto fue la pandemia, que obligó a detener las celebraciones religiosas. Sin embargo, Pardo no quiso detener sus celebraciones y por eso, en algunas ocasiones, las ofreció en directo desde la Catedral, para que los fieles pudieran seguirlas desde su casa.

Renuncia a los 75 años

El 26 de junio del año pasado, cuando celebró su 75 aniversario, entregó su carta de renuncia al papa Francisco, tal y como establece el derecho canónico. Pero aunque dejara de ser obispo, no tenía ninguna intención de jubilarse: tal y como había explicado en varias ocasiones, quería quedarse a vivir en Girona y ejercer aquí como cura para echar una mano a las parroquias donde hiciera falta. Una voluntad de servicio en la Iglesia de la que Pardo hizo gala hasta el último momento, puesto que incluso ingresado -hasta el momento que fue posible- intentó seguir la actualidad de la diócesis.

"Soy un obispo en prórroga"

A principios de enero, un mes antes de que fuese ingresado en la hospital, Francisco Pardo participó en la visita ad limina al Vaticano, durante la cual los obispos españoles dieron cuenta al papa Francisco de la actualidad de su diócesis. Él participó conjuntamente con los obispos catalanes, baleares y valencianos. Ésta fue su última actividad destacada como obispo, y durante su encuentro con Francisco bromeó sobre su condición de obispo prejubilado: "Soy un obispo en prórroga", explicó al pontífice.