El Colexio de Podólogos de Galicia (COPOGA) recomienda no reutilizar el calzado de otra persona, especialmente en edad infantil, cuando el pie evoluciona a gran velocidad y es vulnerable. Aunque esto suponga un ahorro económico, sostienen que este tipo de calzado reutilizado puede presentar desgaste en la suela, ya que tiene una forma establecida por el usuario anterior. Los profesionales indican que los pies de los niños crecen entre siete u ocho milímetros cada tres meses y apuntan que unos dedos de los pies comprimidos, aunque no duelan, pueden generar lesiones y modificaciones de la marcha.

Solo en el caso de que los zapatos conserven su forma original y toda o casi la totalidad de su robustez, pueden ser reutilizados. “Si el propietario del calzado tenía alguna complicación en la pisada, esta se podría trasladar a la plantilla y acabar por perjudicar también la marcha del nuevo usuario”, alertan.

Los refuerzos del zapato también deben estar en óptimas condiciones. El talón no debe estar vencido ni arrugado, ya que modificaría la forma de pisar del segundo usuario y además son menos resistentes ante cualquier posible roce o impacto con algún elemento, como piedras sueltas o grava. Conviene, además, fijarse en el empeine, un buen indicador del uso del calzado. Si está muy doblado y arrugado, es posible que el zapato se encuentre muy usado. Además, esa zona podría causar molestia en la persona que hereda el nuevo zapato y también cambios en la mecánica del pie.

Finalmente, este calzado se debe guardar en un lugar seco, alejado de la humedad. Es muy recomendable aplicar en el interior un producto que combata los hongos (antifúngico), para así garantizar la higiene y la salud del pie.