El que fue consejero de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid durante el estallido de la pandemia relata en Morirán de forma indigna las coyunturas en las que murieron miles de mayores de las residencias y cómo, por los protocolos de la vergüenza, no fueron al hospital.

Cuando se supo que iba a publicar el libro, muchos pensaron: “El exconsejero va a tirar de la manta”. ¿Era ese el propósito?

Algunos piensan que debería ir a la Fiscalía con la información que tengo pero, lo explico en el libro, siempre he pensado que la valoración de esos protocolos no me corresponde a mí, sino a jueces y fiscales. La mayor parte es información conocida pero que parece que a la sociedad española se le ha olvidado. Y es por una razón fundamental: tenemos una sociedad edadista, que discrimina a los mayores, que piensa que al fin y al cabo eran eso (mayores), les quedaban pocos años de vida. Es una discriminación brutal, que supone una violación de los derechos fundamentales. Tenemos que rebelarnos porque es el futuro que nos espera. Me gustaría que los fiscales y los jueces dijeran, claramente, si un protocolo como ese es o no correcto. Y si además nadie se hace responsable es un incentivo para hacer lo mismo y eso nos afecta a todos.

Menciona que, cuando llega al Gobierno de la Comunidad, se encuentra con leyes obsoletas.

Las normas que tenían que ver con las residencias eran de los años 80 y 90, no había habido reformas posteriores. La ley de infancia, la vigente, es del 95. Ha habido una reforma nacional en el 96 y otra en el 2015. Y la ley de servicios sociales madrileña es la más antigua de toda España. Es verdad que ahora hay un proceso de modificación de la nueva ley de servicios sociales, de la ley de infancia, pero eso es porque lo pusimos nosotros sobre la mesa.

También relata que llegaba con ganas de hacer y cambiar cosas.

Sí, por mi activismo anterior [alude al blog que firmaba en el que relataba los problemas como hijo de una persona con dependencia] y porque mis ocho años de diputado en la oposición me sirvieron para conocer la realidad. De hecho, no he cambiado tanto. Me siguen doliendo las mismas injusticias. En política, a los que nos gusta lo social somos los raritos. Lo social es muy importante pero, normalmente, no es el sitio en donde a la gente le gusta estar, porque tratas con gente en dificultades.

Usted critica que precisamente las políticas sociales no son las que más importan a la Comunidad.

Sí, arrastra una manera de entender lo social más como caridad que como un derecho. Eso había que cambiarlo. Madrid es una comunidad muy rica y con muchas posibilidades; no todo es apostar por políticas económicas que benefician a determinadas personas. Hay que crear riqueza, pero al final tienes que redistribuir y crear políticas sociales que ayuden a las personas en su integridad y como un derecho.

Cuando llega, ¿se siente comprendido?

Al final los que somos apóstoles de lo social somos un poco incomprendidos. Dentro de mi partido, en el equipo que había en la Comunidad, se confiaba en mí. Las entidades sociales recibieron mi nombramiento muy bien y con la patronal de las residencias tenía, y tengo, una magnífica relación. Había empresas de dependencia que no actuaban de forma correcta, pero si había sanciones, lo comprendían. Por parte del PP, realmente no había especialistas en temas sociales.

¿De dónde nace la necesidad de escribir este libro?

La génesis está en esas noches en las que llegaba a casa y me encontraba con hojas de Excel en las que veía las personas que habían muerto en las residencias. Empecé a escribir cuando dejé la Consejería [el 2 de octubre de 2020] para entender lo que había pasado. Todo era bastante turbio y oscuro. Cuando me doy cuenta de que es necesario que se publique es cuando se tira abajo la comisión de investigación. Me fui con la esperanza de poder contar mi versión donde debía, en esa comisión, y de repente, ya no existe. Por un lado, es una posibilidad que se les cierra a los familiares de los fallecidos para saber qué pasó. Eso era importante, pero también explicar mi gestión. Hubo acusaciones muy graves. Rocío Monasterio (Vox) llegó a decir que mi gestión era “criminal”.

Sostiene que el PP ha querido taparlo todo.

Me parece terrible que, en una sociedad democrática como la nuestra, no rindan cuentas. Que se quiera negar absolutamente todo.

Cuando tiene conocimiento de que existe un protocolo de derivación de los mayores a las residencias, ¿qué siente?

Incredulidad. Me lo enseñan en las oficinas de la Agencia Madrileña de Atención Social un 21 de marzo [2020], sábado, preocupados. Pero estaba redactado con un lenguaje muy técnico. Me lo traducen y la traducción de esos protocolos era que personas sin problema cognitivo, que iban en silla de ruedas, quedaban excluidos cuando la mayoría de la gente que ahora vive en las residencias en España tiene dependencia grave. “¿Cómo puede ser?”, pensé. Por eso escribí los primeros emails al consejero de Sanidad [Enrique Ruiz Escudero] y al firmante del protocolo un domingo a las ocho de la mañana. Nunca se me contestó, pero luego se me explicaba que todas las decisiones que se tomaban eran de carácter clínico e individualizadas.

¿Cuándo es consciente de la realidad?

Van pasando los días y te das cuenta de que lo que se está aplicando es una orden política. Y, de pronto, vas viendo que las cifras de fallecidos en hospitales van descendiendo y subiendo las de las residencias. En circunstancias normales, el 20% de las personas de las residencias fallecen en el propio centro, y el 80%, en los hospitales. En esas semanas ocurrió todo lo contrario: el 80% murieron en las residencias, y solo el 20%, en hospitales. Se vio que había un efecto inmediato a partir del 18 de marzo. La diferencia fundamental de Madrid es que se escribieron. Creo que porque esas órdenes se dieron de manera verbal y hubo quien dijo que, si eso no se le pasaba por escrito, no lo iba a hacer. No tengo la seguridad. Habría que preguntarlo en una comisión.

¿Cree que se conocerá la verdad?

Soy optimista. Habrá alguien que reaccione y cuente la verdad.