La Opinión de A Coruña

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Pablo Messiez ficha personal | Dramaturgo que lleva ‘La voluntad de creer’ al FIOT de Carballo

“En el teatro siempre jugamos con la muerte, porque intentamos quedar en el recuerdo”

“Cuando llegas a la sala debes entrar en el juego, al igual que hacen los niños”

El dramaturgo argentino Pablo Messiez. | // VANESSA RÁBADE

Los afortunados espectadores del clásico Ordet saben que los milagros existen. Y en la pieza cinematográfica de Dreyer se inspira la última sensación del teatro español: La voluntad de creer. Tras arrasar en Madrid, realiza la primera parada de su gira en el Festival Internacional Outono de Teatro (Carballo) este sábado. Allí, los espectadores tendrán que entregarse en cuerpo y alma a semejante paseo por la vida y la muerte, a las puertas del Samaín. La revolución dramática no ha hecho más que empezar. Hablamos con su dramaturgo y director, que estos días se encuentra participando en un taller de escritura en Roma pero que intervendrá virtualmente en una charla del FIOT antes de la representación.

La voluntad de creer llega al Festival Internacional Outono de Teatro entre una gran expectación en todo el país. ¿Siente la presión?

No como algo negativo. Noto el afecto de la gente en Carballo, porque llevo una larga relación con el FIOT desde que llegué por primera vez con Los brillantes empeños. Con ellos solo tengo ganas de compartir y estar a la altura de las expectativas.

Su obra habla de la fe, a partir de la historia de un chico que afirma ser Jesús de Nazaret. Pero de entrada ya pone a prueba la fe del propio espectador.

Queremos reivindicar que lo que ocurre en el teatro no es necesariamente mentira. Se mezcla ficción con realidad, jugamos con esa idea desde que el público llega a a sala. Unas cosas son ciertas y otras no. Y esa dicotomía nos sirve para repensar la vida, para que la ficción esté más cerca de la realidad.

¿Ha logrado romper la cuarta pared, sueño de los dramaturgos?

Esta obra interpela al público desde que entra en la sala como un personaje más, no existe la cuarta pared en ningún momento.

Todas las dramaturgias sobre la resurrección inevitablemente llevan a la Biblia, pero también a Ordet: la película de Dreyer que parte a su vez de una obra teatral.

Mi punto de partida fue esa película y después acudí a la fuente original: el texto de Kaj Munk, a partir de cuya lectura nace la voluntad de creer. El milagro en Ordet es muy verosímil, un ejemplo maravilloso para que el espectador crea en la resurrección. Parece difícil, pero la ficción va generando una sugestión para que creas en dicha resurrección... ¡y para que incluso la desees! Es un material ideal para dialogar con él.

Ordet invita a volver a ser niños, que no deja de ser una invitación a creer. ¿En su obra el público debe llegar dispuesto a todo?

En esta obra y en todas, la mejor experiencia para el teatro consiste en entrar con ingenuidad y asombro. En La voluntad de creer, el personaje de Paz dice que solo vemos lo que ya hemos visto. Significa que estamos predeterminados por lo que ya conocemos, hasta que aparece algo que no se corresponde con nuestras expectativas. Deberíamos suspender cualquier juicio previo ante la experiencia presente del teatro. Porque cuando llegas a la sala debes entrar en el juego, al igual que hacen los niños: no hay lugar para la distancia, sino para la entrega absoluta. Debemos mantener la mirada de un niño para disfrutar de las experiencias sin prejuicios.

Estrena en Galicia en vísperas de Samaín, en una cultura tan cercana a la muerte como la gallega.

Qué maravilla, por eso lamento un montón no poder estar. Me encantaría ver la reacción del público porque hay iconografía de la muerte en la función: un velatorio con féretro y velas.

Voy a jugar con la muerte, recitaba Leopoldo María Panero (una de sus inspiraciones). Y en ese juego entra usted.

En el teatro siempre jugamos con la muerte, porque intentamos quedar en el recuerdo. Quieres vencerla para resucitar en la memoria de los otros. Porque permanecer en el recuerdo es una manera de decirle a la muerte que no ha ganado.

“Ahora todos estamos renaciendo tras pasar por algo tan doloroso como la pandemia”

¿Considera que el espectador se aferra a los milagros de la ficción en estos tiempos de crisis? Milagros como en La voluntad de creer o en series norteamericanas como Misa de medianoche.

Los milagros aparecen en la ficción desde toda la vida. No lo tengo estudiado, pero ahora que te escucho... si es así, tendría sentido. Porque ahora todos estamos renaciendo tras pasar por algo tan doloroso como la pandemia. Nos hemos reunido en el dolor y ahora estamos volviendo a la vida. Y lo estamos haciendo de una manera bastante enfática. De una manera ruidosa.

¿A lo grande, para bien y para mal?

¡Veo una cantidad de gente por la calle! Veo la ansiedad de salir y de estar fuera tras los tiempos de privaciones, las ganas de quitarse la mascarilla y de estar al aire libre. Es muy impresionante, una efervescencia por reencontrarse. Tenemos a un montón de gente haciendo turismo. Parece que tras tener la experiencia de la prohibición nace desaforadamente la necesidad de aprovechar el tiempo.

La obra se representa este sábado en el FIOT (a las 20.30 en el auditorio del Pazo da Cultura, de la mano de Buxman Producciones y Teatro Español), pero usted estará virtualmente en una charla previa con el elenco. ¿Se trata de un trabajo de difícil explicación, si no se asiste a la escenificación?

La representación en el FIOT coincidió con un retiro de escritura que tengo en Roma, y que no puedo abandonar. Creo que el teatro siempre debe experimentarse y no es fácil de contar. No tiene que ver con entenderlo, sino con la experiencia en un espacio. La historia es materia de la literatura. Pero la materia del teatro es el espacio, el ámbito de la reunión. Es una experiencia de encuentro y hay que vivirla. Cuando termina, deja de existir. Y tiene la condición maravillosa de lo efímero.

“Si suena el móvil en una obra, se pierde todo”

A los 12 años, usted se apuntó a un taller de actuación en Argentina tras leer en un artículo que quedar en el recuerdo de los otros era la única manera de vencer a la muerte.

Así fue. A los 12 años tienes la angustia existencial, empiezas a preguntarte (incluso ya desde antes) por el sentido de la vida. La lectura de ese artículo en el colegio hizo que me apuntase al teatro. Yo ya estudiaba piano pero necesitaba una actividad con más gente.

¿Usted escribe de noche y reescribe de día?

Era mi método de trabajo. Pero ahora ya me encontraba escribiendo a todas horas. Sí que es cierto que de noche encuentro un silencio distinto, y la posibilidad de escribir sin prejuicios tras el cansancio del día... y sin pensar demasiado. Cuanto más control tienes en la escritura, más fácil es caer en tus propios lugares comunes. De noche te sueltas más y está bien revisar con la distancia del día, para elegir de modo consciente lo interesante. El pintor Francis Bacon decía que le interesaba trabajar con el azar, pero de un modo controlado. Y me interesa trabajar de ese modo: con impulso pero sin perder la posibilidad de selección.

¿Por qué es tan importante el silencio en su obra, especialmente en La voluntad de creer?

El silencio es el teatro más puro, se trata de un silencio que hacemos a la vez el público y los actores. Es el corazón del teatro: la pausa, eso solamente puede suceder en el teatro. No ocurre lo mismo en el caso de una película, en el teatro necesitas la colaboración de los espectadores. Si suena el móvil en una obra, se pierde todo. Se pone de relevancia que la función se hace entre todos.

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