Sharm el-Sheikh ha firmado un acuerdo lleno de claroscuros. Tras más de dos semanas de negociaciones y un debate a contrarreloj, la cumbre del clima de Egipto ha conseguido poner en marcha el primer fondo para ayudar a las grandes víctimas del caos climático, pero ha fracasado en el camino de conseguir políticas cada vez más ambiciosas para esquivar la catástrofe climática global. Estas son cinco claves para entender por qué se ha acordado lo que se ha acordado. O al menos para entender el contexto que podría haber marcado la firma de este compromiso.

La presión del sur global.

Hacía años que no se celebraba una cumbre del clima en África y hacía todavía más tiempo que este encuentro diplomático para discutir sobre las medidas para hacer frente a la crisis climática no tenía lugar el algún punto del sur global. Y es justamente por esto que, desde su principio, Sharm el-Sheikh se presentó como el foro para ensalzar las reivindicaciones del sur global. Durante su inauguración, de hecho, la presidencia egipcia destacó que su gran objetivo era proteger a los más vulnerables del caos climático. De ahí que este haya sido uno de los temas más destacados y una de las líneas rojas que muchos países plantearon para firmar el acuerdo.

El (fallido) legado de Glasgow.

La cumbre de Sharm el-Sheikh tiene lugar un año después del encuentro de Glasgow. El pacto escocés logró arrancar la promesa unánime de los países para “aumentar su ambición climática”, revisar sus políticas ambientales y reforzar sus planes de recortes de emisiones de cara a este año. Este es el legado de Glasgow que todos esperaban ver materializado en Sharm el-Sheikh. Pero llegados a la cita egipcia, este compromiso ha quedado prácticamente en nada. Según el último balance de la plataforma Climate Action Tracker, solo una treintena de países han presentado un nuevo plan este año. Entre estos, únicamente cinco han aumentado sus recortes de emisiones.

La crisis energética.

¿Pero por qué los países no han cumplido el compromiso de Glasgow? En gran parte, esta promesa fallida es un efecto colateral de la complicada situación geopolítica actual, la crisis energética y la inflación global. En este contexto se ha hecho particularmente complicado para los países tener que defender recortes adicionales de emisiones, así como presentar nuevos planes para dejar atrás el petróleo, el gas y el carbón. Sobre todo en un momento en que, debido a las crecientes tensiones derivadas de la guerra de Ucrania, el grifo del gas ruso se ha cerrado y muchos países occidentales se han quedado sin una importante fuente de energía en un momento en que, además, su transición hacia las renovables no estaba lo suficientemente avanzada como para suplir las necesidades energéticas.

El lobi de los combustibles fósiles.

Una de las grandes polémicas sobre del pacto de Sharm el-Sheikh es el descafeinado mensaje sobre el futuro de los combustibles fósiles. El texto final del acuerdo solo menciona la necesidad de “reducir” las explotaciones de carbón y los “subsidios ineficientes” al petróleo, al carbón y al gas. Se trata de la misma mención que se hizo en el acuerdo de Glasgow y que, este año, muchos esperaban ver reforzada. Pero después de un largo debate, el mensaje continúa siendo el mismo. En parte, por la presión de los grandes productores y consumidores del globo. Como Rusia, China y Arabia Saudí. Este año, además, se estima que el lobi de los combustibles fósiles envió a más de 600 delegados a Sharm el-Sheikh. No está claro hasta qué punto los lobistas han podido influir en las negociaciones, pero sí es evidente que su mera presencia podría haber marcado el rumbo de las conversaciones.

La advertencia científica.

El gran elemento que ha marcado desde el principio la cumbre de Sharm el-Sheikh, y que durante la inauguración del evento acaparó discursos grandilocuentes, es el objetivo de los 1,5 grados. Se trata del “umbral de seguridad” en el que, según explica la comunidad científica, se debería limitar el aumento global de las temperaturas. Para conseguirlo, las emisiones deberían alcanzar su pico antes de 2025 y después caer prácticamente a la mitad antes de llegar a 2030. El acuerdo final de Sharm el-Sheikh esboza el compromiso de los 1,5 grados pero omite todas las menciones sobre cómo conseguirlo. Europa amenazó con irse sin firmar el pacto si no se garantizaba la meta de los 1,5 grados pero, tras una agónica noche de negociaciones, afirmó que había tenido que dar el brazo a torcer y aceptar que, como mínimo, el pacto no supusiera un retroceso.