James Cameron | Director de cine

“Soy inmune a la posibilidad del fracaso”

“Necesito crear experiencias espectaculares e incluso inexplicables que generen sensaciones”, afirma el cineasta canadiense, que estrena ‘Avatar: el sentido del agua’

El director James Cameron, durante el rodaje de ‘Avatar: el sentido del agua’.

El director James Cameron, durante el rodaje de ‘Avatar: el sentido del agua’.

Nando Salvà

La octava película como director del canadiense James Cameron, la fantasía épica Avatar (2009), se convirtió en la más taquillera de la historia al recaudar casi 3.000 millones de euros —hasta entonces el título lo ostentaba Titanic (1997), su séptima película—, así que decidió convertir aquel éxito en una saga compuesta por cinco largometrajes. Ahora llega a los cines Avatar: el sentido del agua, su esperado retorno al planeta Pandora. ¿Logrará causar el mismo impacto que su predecesora?

Desde la pandemia, constantemente se nos recuerda que el cine está moribundo. ¿Por qué son esta película y esta pentalogía importantes para su futuro?

Esa es la gran pregunta. Y tal vez esta será esa película que llega en el momento adecuado para recordarle a la gente en qué consiste una auténtica experiencia cinematográfica. Sé que actualmente todo el mundo disfruta de la facilidad de acceso y la cantidad de contenido que los servicios de streaming proporcionan, pero la experiencia de la que yo hablo es totalmente diferente. No se trata de una pantalla más grande ni de mayor resolución de imagen, se trata de que el espectador tome la decisión de abandonarse por completo y dejarse transportar a otro lugar, otro tiempo y otro mundo a través de un portal. Yo lo veo como meditar, o hacer yoga.

Cada vez hay menos cineastas como usted, empeñados en expandir las posibilidades del medio cinematográfico. ¿Se siente un poco solo?

Tal y como yo lo veo, todo director se aprovecha de los descubrimientos y los avances logrados por otro director. Cuando una película soluciona un problema, toda la industria da un paso adelante, así que no siento que mis esfuerzos por redefinir el cine sean en balde, porque sé que muchos colegas los celebran, porque si los hago yo no los tienen que hacer ellos. Y, sí, hay directores que solo necesitan una cámara y dos actores para hacer una película, pero yo no estoy interesado en hacer películas pequeñas. Yo necesito crear experiencias espectaculares e incluso inexplicables que generen sensaciones como la que me invadió a mí cuando tenía 14 años y vi por primera vez 2001, una odisea del espacio (1968). Yo quiero que otras personas también se sientan así. Y sé cómo conseguirlo.

Pese al éxito en taquilla de su primera entrega, y a diferencia de sagas como Star Wars y el universo cinematográfico de Marvel, Avatar no parece haber penetrado en la cultura pop. ¿Por qué?

Porque hasta ahora tan solo existía una entrega de Avatar y, por el contrario, Marvel es una fábrica de hacer películas que no se detiene, y no dudan en contratar a cuantos directores sean necesarios para estrenar una nueva entrega periódicamente. Su universo se renueva constantemente. Yo no puedo trabajar así, no tengo clones que trabajen a mi lado. Y, a decir verdad, además de las películas me interesan otras cosas. He pasado mucho tiempo dedicado a exploraciones oceánicas, y diseñando cámaras y robots, y sumergiéndome en submarino por todo el mundo. Y me lo pasaba tan bien haciendo esas cosas que, llegado el momento, me pregunté: “¿De verdad quiero hacer otra película? ¿Otra película de Avatar?”.

Usted ha asegurado que, para ser rentable, Avatar: el sentido del agua necesita colocarse entre las cuatro películas más taquilleras de la historia. Pero ¿qué pasará si no lo logra?

Llevo años preguntándomelo. La pandemia fue una verdadera amenaza existencial para la experiencia cinematográfica, y yo ya llevaba dos años trabajando en esta película cuando sucedió. Sentí que mi sueño había sido destruido, que el streaming iba a canibalizar todo lo que yo creé, lo que amo. Pensé: “Soy un dinosaurio, y aquí llega el cometa que va a extinguirme”. Pero la posibilidad del fracaso no me afecta, me siento inmune a ella. Soy incapaz de moderar mis ambiciones para complacer al mercado. Cuando estábamos terminando Titanic hace 25 años, todo el mundo daba por hecho que iba a ser un descalabro en taquilla. ¿Hizo eso que tratara de limitar los riesgos? ¡No! Todo lo contrario. Si mi película va a ser un fracaso de todos modos, me aseguraré de que al menos me satisfaga a nivel personal. La segunda entrega de Avatar se estrena ahora, y la tercera ya está acabada. La respuesta del público condicionará las otras entregas.

Mientras usted lleva tantos años trabajando en la saga Avatar, que ante todo es un alegato ecologista, la Amazonia sigue siendo destruida y los políticos de todo el mundo tan solo fingen preocuparse por el planeta. ¿Qué siente al respecto?

No creo que la solución a nuestros problemas existenciales esté en el ámbito político. Para salvar el planeta hará falta que la gente reaccione. No estoy pensando en una revolución en las calles, sino en que los ciudadanos se informen, y voten, y obliguen a los políticos a tomar medidas en lugar de atender únicamente los intereses del capitalismo.

Avatar propugna el medioambientalismo, pero al mismo tiempo es una aventura bélica. Es decir, por un lado habla de protección y por el otro habla de destrucción. ¿Cómo equilibra ambas facetas?

Confieso que, durante el proceso de montaje de El sentido del agua sufrí una crisis de fe; me pareció que era una película demasiado violenta. Así que decidí cortarle diez minutos de escenas de violencia. Se me conoce como un director de cine de acción, pero lo que está pasando en nuestra sociedad con las armas me revuelve el estómago. Así que, cuando miro hacia atrás y recuerdo algunas de las películas que he hecho, siento que actualmente no querría hacerlas. No sé si me gustaría fetichizar las armas como lo hice con la saga Terminator hace treinta años.