Navidad

Navidades a solas

Las fiestas navideñas aumentan la soledad no deseada en quienes han perdido a todos sus seres queridos y aseguran que “no hay nada que celebrar” porque “aumenta el dolor”

Loli tiene 78 años y no celebra la Navidad porque está sola.

Loli tiene 78 años y no celebra la Navidad porque está sola. / Fernando Bustamante

Mónica Ros

Si recuerdan las Navidades de su infancia, los dos sonríen. Cuando la mente regresa a la actualidad, a las fiestas de este año 2022, los ojos se llenan de lágrimas. No hay nada que celebrar porque no hay con quién celebrarlo. Sus seres queridos han fallecido. Están solos y solos pasan estas fiestas. Si la Navidad no se pasa en familia no hay Navidad que celebrar. Los dos protagonistas de este reportaje, dos ejemplos de soledad no deseada, no se conocen y no tiene nada que ver el uno con el otro, excepto esa soledad que todo lo invade, que entristece el alma y que se acentúa, más si cabe, cuando llegan unas fiestas que les recuerdan, como si pudieran olvidarlas, todas y cada una de las personas que ahora les faltan.

Ella se llama Dolores Sánchez Medina pero nadie la llama así. “Todo el mundo me llama Loli”, afirma. Aunque recalca. “Bueno, ahora nadie me llama. Paso días y días sin hablar con nadie”. Y entonces repite como un mantra la frase, la súplica, el ruego que evidencia la soledad de esta mujer. “Cruz Roja no me abandonéis. Os quiero muchísimo. No me dejéis, por favor.”

"Cruz Roja no me abandonéis. Os quiero muchísimo. No me dejéis, por favor", repite la mujer

Y es que hace muy poco tiempo que Cruz Roja atiende a esta mujer. Lo hace mediante el programa 'Reacciona' y su intervención se tramitó de urgencia.

Loli tiene los ojos claros, como su piel, como su pelo, entre rubio y pelirrojo. Ni una cana tiene, a sus 78 años. Las arrugas esconden la cara de una mujer bella que se ha pasado la vida subida a unos tacones y bailando flamenco por medio mundo. Hace tantos años que no sale de casa que ni recuerda desde cuando. Repite que tiene miedo a caerse. Las piernas le fallan. Cuando Cruz Roja llegó a su vida le colgó un dispositivo de teleasistencia al cuello. Y ya lo ha usado. “Ayer mismo me caí. Y no me podía levantar. Ay Cruz Roja no me abandones”. Y explica que tuvieron que acudir a levantarla. Durante la entrevista la llaman al móvil. Es de este mismo servicio de Cruz Roja. Para ver cómo está. Para ver si necesita algo. “Compañía, eso es lo que necesito”, explica.

Sola desde que murió su pareja

Loli lleva sola más de 10 años, desde que murió su pareja. También han fallecido sus padres y sus hermanos. Su pareja no era su marido porque nunca se casaron así que no percibe pensión de viudedad. Sí percibe una pensión de no contributiva de apenas 400 euros porque su movilidad es tan reducida que no sale de casa. Desde hace años. En alguna ocasión, si algún vecino se apiada de ella, la acompaña al banco de enfrente del portal. Es la distinta más larga que ha recorrido desde hace décadas. Ella, una bailarina que ha viajado por medio mundo, ahora no se puede mover.

La casa está aseada. La mujer cuenta con ayuda del Servicio de Asistencia a Domicilio (SAD) del Ayuntamiento de València y hasta los médicos (incluidos los especialistas) la visitan en su domicilio. Tiene un techo donde vivir porque la vivienda se la dejó a ella en usufructo. La única compañía que tiene son sus cuatro gatos. Tres hembras y un macho. Llevan con ella media vida. Ahora Cruz Roja ha entrado en su vida y la mujer no tiene más que palabras de agradecimiento. La voluntaria que la acompaña se llama Mirna. “Hemos empezado con el pago de facturas que tenía pendiente y le hemos suministrado bienes básicos y teleasistencia. Esta mujer tiene pobreza económica y energética. Ahora nos centramos en el acompañamiento y en la parte afectiva porque está destrozada”, explica.

Loli con Mirna, la voluntaria de Cruz Roja que la acompaña.

Loli con Mirna, la voluntaria de Cruz Roja que la acompaña. / Fernando Bustamante

Él se llama Roberto Terradez y no es la primera vez que sale en los medios. Contó su historia hace dos años para relatar que era un parado de larga duración y que había pasado una década tirando de sus ahorros hasta que se agotaron. Entonces vendió hasta los muebles de su casa. Su historia tuvo una respuesta solidaria brutal. Invirtió bien el dinero que le entregaron de forma desinteresada desde todo el territorio español. Gracias al reportaje supo que tenía derecho a tramitar dos ayudas (el Ingreso Mínimo Vital y la Renta Valenciana de Inclusión). Así se mantiene desde hace un par de años. De aquella historia guarda tres amistades con las que se intercambia mensajes por el teléfono móvil, de vez en cuando. Salud, de Torrent; Elena, de Alicante; Beatriz, de Burgos. Lamenta haber perdido dos contactos más: el de Javier, policía de un municipio de Alicante y el de Elena, enfermera en Las Palmas de Gran Canaria. Le empujaron en la calle y un coche chafó su teléfono, su bien más preciado, su contacto con el mundo exterior.

Solo tras la muerte de su padre

Roberto se conoce bien y reconoce que está deprimido. Hijo único, de padre y madre que también eran hijos únicos, no tiene hijos, ni hermanos, ni primos ni tíos. Primero murió su madre, luego, su padre. Entonces se quedó solo. Y llegó la tristeza que todo lo invade.

La única tradición navideña que mantiene de su infancia es la visita al cementerio. Con sus padres viistaba a sus abuelos. Ahora los visita a todos. En la mañana de Navidad y en la de Año Nuevo. ¿Las uvas? Hace años que no las come. No hay cena especial, ni adornos, ni turrones o dulces en su casa.

Roberto Terrádez vive solo desde hace más de 10 años.

Roberto Terrádez vive solo desde hace más de 10 años. / Fernando Bustamante

En la Comunitat Valenciana hay 488.900 hogares donde solo vive una persona, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) que datan de 2020. El aumento de la esperanza de vida y que cada vez hay más personas separadas, divorciadas y viudas es la principal causa del auge de este tipo de vivienda. De hecho, en los últimos 7 años la cifra de personas que viven solas se ha incrementado en 47.700, de las que 6.300 son viudas, 19.500 divorciados, 21.400 solteras.

Mayores y solos

Ahora bien, una cosa es vivir solo porque uno quiere y otra muy diferente, hablar de soledad no deseada. En España se estima que más de 2,5 millones de personas mayores se sienten solas y que el 40% de estas personas tiene más de 40 años. Es más, en 2016 el 11,6% de las personas sufrían soledad no deseada, pero este porcentaje aumentó hasta el 18,8% tras la pandemia, según Observatorio Estatal de la Soledad no deseada. Solo en València ciudad se cifra en más de 42.000 las personas mayores de 65 años que viven solas. El 77%, además, son mujeres. En la Comunitat Valenciana hay 213.100 personas mayores de 65 años que viven solas.

En la Comunitat Valenciana hay 213.100 personas mayores de 65 años que viven solas, según datos del INE

Para muchas personas mayores la soledad no es fruto de una decisión propia, sino una situación sobrevenida por la propia vida. Y la realidad es que el 30% de las personas mayores españolas se enfrentan a este tipo de soledad. La soledad no deseada llega de repente, fruto de cambios importantes en la vida que impactan directamente en la salud. Y es entonces cuando llegan las enfermedades y los trastornos del estado anímico donde la depresión es la reina. Las Navidades, fiestas donde la compañía es clave, no hacen sino aumentar las consecuencias de una soledad no deseada que hace estragos en quienes la padecen.