Francisco sin la sombra de Ratzinger

Algunos expertos creen que, sin la figura de Benedicto XVI, el papa argentino se sentirá ahora más cómodo para impulsar reformas de calado en la Iglesia católica, como aumentar la presencia de mujeres en algunos estamentos

El papa Francisco preside el funeral de Benedicto XVI, ayer, en la plaza de San Pedro en el Vaticano.   | // KAI PFAFFENBACH / REUTERS

El papa Francisco preside el funeral de Benedicto XVI, ayer, en la plaza de San Pedro en el Vaticano. | // KAI PFAFFENBACH / REUTERS / irene savioE.P.

Irene Savio

Por primera vez en la historia, un papa en activo, Francisco, presidió ayer el funeral de un papa emérito, Benedicto XVI, con el que convivió en paz dentro del Vaticano durante casi 10 años. El inédito acontecimiento intensificó la también histórica división entre representantes del ala conservadora y de la progresista de la Iglesia católica, dos bandos que en los últimos días se han enzarzado en una nueva discusión sobre la identidad de la milenaria institución y su futuro. Una discusión que llega justo en el momento en que la Iglesia cierra la inusual etapa de convivencia de dos papas y abre una nueva fase del pontificado de Jorge Bergoglio. Según algunos expertos, Francisco se sentirá más libre para impulsar sus reformas.

El propio funeral de Benedicto XVI, adaptado al hecho de que el finado era un papa emérito, fue objeto de tensión. Las críticas se activaron primero en las redes y en bitácoras vinculadas al ala ultraconservadora, con reproches por la ausencia de la liturgia más tradicionalista durante las exequias públicas para despedir a Joseph Ratzinger, en particular el antiguo rito romano. Esto remite a Francisco, que en 2021 volvió a restringir las celebraciones de la misa tradicional en latín (rito tridentino), a través del motu propio (documento papal) Traditionis Custodes.

Enmienda a su predecesor

El Papa argentino enmendó así lo hecho por Joseph Ratzinger, que, durante su papado, redactó el motu propio Summorum Pontificum, que reintrodujo en 2007 el permiso de celebrar en latín para evitar más rupturas con los grupos tradicionalistas. Algo que no compartía Francisco, el cual, con su última intervención, volvió a recoger el espíritu del Concilio Vaticano II, aquella cita celebrada en los años 60 con la que la Iglesia pretendía ponerse al día. Bergoglio estableció así que los ritos antiguos solo se usarán en pocas ocasiones y con especial autorización de los obispos o del Vaticano.

En este marco, Georg Gänswein, exsecretario de Benedicto XVI y que permaneció al lado de Ratzinger hasta su muerte, decidió encomendar su rabia al diario católico alemán Dei Tagespost. Esta semana, en una entrevista, Gänswein, conservador moderado, afirmó que Benedicto había vivido la reforma de Francisco “con dolor en el corazón”. Argumentó que “la intención [de Ratzinger] había sido ayudar a quienes simplemente hallaron un hogar en la misa antigua, para encontrar paz, para encontrar la paz litúrgica, para alejarlos, además, de Lefebvre”, en referencia a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. Esta es una comunidad que no está en comunión con Roma desde su excomunión en 1970 por el rechazo de su fundador, Marcel Lefebvre, a archivar el rito tridentino. Benedicto XVI intentó volver a acercarlos a la Iglesia, pero con Francisco la guerra ha sido abierta y total.

La omisión del antiguo rito durante el funeral de Benedicto XVI motivó “un acalorado debate” entre aquellos que se preguntan si ha sido “un desaire intencionado al legado de Benedicto XVI de liberalizar la misa tradicional en latín”, según escribió Jules Gomes en el portal Church Militant, de clara inclinación ultraconservadora.

Esta polémica ha devuelto a la actualidad el momento complicado que vive Francisco, atrapado entre las amenazas de cisma de la derecha, lideradas por el clero de EEUU, y el creciente malestar del ala más progresista, bajo la batuta del clero de Alemania. También los católicos progresistas han empezado a reclamar con insistencia cambios, como el permiso para ordenar mujeres (o al menos, darles el voto en foros importantes) y que se estudie la abolición del celibato. Cambios que, de momento, no han salido adelante, pese a la insistencia de la iglesia alemana.

Mensaje a la derecha

La incógnita es si Francisco, un papa muy pragmático, decidirá finalmente llevar a cabo algunas de estas reformas en los próximos años. Francisco ha dado a entender tímidamente que sí. Lo dijo en una reciente entrevista con el diario ABC, que algunos analistas interpretaron como un mensaje dirigido a la derecha de la Iglesia. Avisó ahí de que no dimitirá a corto plazo (como esta semana confirmó uno de sus confidentes, el jesuita Antonio Spadaro). Además, Bergoglio ya ha anunciado que planea tener una mujer prefecta de un dicasterio (ministerio vaticano) dentro de dos años.

Podría no ser la única novedad para la Iglesia, que el próximo 13 de marzo cumplirá una década con el argentino al mando. Un Pontífice que ya tiene 86 años y que algunos analistas creen que ahora, sin Benedicto XVI, se sentirá más cómodo para impulsar reformas que no se atrevía a aprobar con su antecesor, más conservador, vivo.

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