Tres años lidiando con el virus: “Esto marca para toda la vida”

Silvia se contagió en la primera ola y continúa con múltiples síntomas que no le dejan hacer una vida normal | El 10% de los infectados siguen enfermos y se siente olvidados

Silvia Soler.   | // L. O.

Silvia Soler. | // L. O. / nieves salinas

nieves salinas

Al menos el 10% de las personas que han sufrido una infección por SARS-CoV-2 padecen síntomas incapacitantes que duran más allá de las cuatro semanas. Muchos de ellos se sienten olvidados una vez que la pandemia queda atrás. Desde Castelldefels (Barcelona), Silvia Soler, 54 años, una de las portavoces del colectivo de afectados por el COVID persistente en Cataluña, narra su odisea con la voz rota, a ratos, por la afonía, una de las secuelas que arrastra desde que se contagió del virus en la primera oleada, en marzo de 2020. Ella es uno de los rostros de un colectivo que pide, entre otras cosas, que exista un registro real de pacientes. “Nos sentimos olvidados. Esto te marca para toda la vida”, dice Silvia.

“El 16 de marzo hará tres años que estoy enferma. Hay alguna cosa que ha mejorado, pero los brotes que tengo a menudo me incapacitan para poderme incorporar a la vida, tanto laboral como social. Quizás más que mejorar, es que he asumido que estoy enferma. Al final, una se acostumbra a los dolores, a vivir de una forma diferente a como vivía antes de haber cogido el COVID, en marzo de 2020”, relata Silvia.

Soler espera con ansia que surja algún tratamiento para abordar las múltiples secuelas que padece. Sobre todo, dice, necesarios para los afectados que se contagiaron en la primera ola “porque nos pilló sin vacunas, sin nada. Fuimos carne de cañón de la enfermedad”. Sus primeros síntomas fueron la afonía, la pérdida del gusto y del olfato —que aún perdura un poco, como la afonía, precisa—, los dolores de cabeza, los problemas en la piel (sigue teniendo), la febrícula —que persiste—, los dolores musculares, las aftas en la boca, la conjuntivitis crónica, la niebla mental...

“Es como una cadena. Se encadena un síntoma detrás de otro. Básicamente, me persisten bastantes. Quizá no con la misma intensidad de hace un año. Pero sigo enferma, porque me impide trabajar —lo hace en un organismo público— o estar dos semanas seguidas sin recaer. De momento, no me puedo incorporar. Al menos es lo que me dice mi médico de cabecera. Es una persona empática que, al menos, me acompaña en la enfermedad y me intenta cuidar emocionalmente para que haga todo lo que pueda cuando pueda. Es lo que tendrían que hacer todos los médicos que nos atienden”, explica.

En nuestro país, en septiembre de 2022, nacía la Red Española de Investigación en COVID Persistente (REiCOP) integrada por 57 entidades científicas y profesionales, tiene como finalidad incrementar el conocimiento de la enfermedad y regularizar la situación de salud de los afectados. Paula Sánchez Diz, coordinadora técnica de REiCOP y del Grupo de Trabajo COVID persistente de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), explica que pronto ofrecerán los primeros resultados de estos meses de colaboración.

“Es una enfermedad emergente, muy prematura, multiorgánica y multisintomática, su estudio es complicado, el perfil de pacientes es bastante diverso. Se ha avanzado mucho en su conocimiento, pero realmente todavía no sabemos la causa segura. Nos faltan datos. Por ejemplo, en la encuesta de seguimiento que estamos haciendo vamos a saber un poco como han evolucionado los pacientes desde la primera ola, pero nos falta tiempo para conseguir datos más consistentes de la enfermedad. Sí hay voluntad de abundar en el conocimiento por parte de los grupos de investigación, pero no tanto por parte de la Administración”, apunta la investigadora gallega.

La científica de Tui insiste: todavía no hay respuestas, por ejemplo, sobre tratamientos efectivos; sobre cuáles son las causas de la enfermedad o no se tiene la seguridad de que un médico pueda dar un diagnóstico seguro cuando tiene ante sí a un paciente con esta sintomatología. En cuanto al reconocimiento de la enfermedad, Sánchez Diz asegura que se ha avanzado “poco”. Su grupo colabora junto a otras sociedades de medicina del trabajo y “están bastante preocupados en ese sentido”. Muchos pacientes, indica, siguen esperando para que les concedan la incapacidad. “Con el desgaste que eso conlleva”, concluye Sánchez Diz.

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