Basura y ratas, tan icónicas como Central Park

El alcalde, Eric Adams, se ha marcado como objetivo la eliminación de desechos y roedores de las aceras de la ciudad, cuya presencia no ha parado de crecer desde la pandemia

Basura y ratas, tan icónicas como Central Park

Basura y ratas, tan icónicas como Central Park / Richard B. Levine

Idoya Noain

Tan icónicas como el Empire State, los bagels, Central Park o el logo del corazón y las siglas de la ciudad, aunque infinitamente más desagradables, basura y ratas son parte del paisaje, la fauna, la experiencia y la historia neoyorquina. Desde hace tiempo las autoridades locales buscan fórmulas para quitarles ese emblemático lugar, con escaso éxito hasta la fecha. Desperdicios y roedores, en una alianza tan endemoniada como vigorosa, siguen ganando. Y está por ver que vaya a acabar de distinta manera el empeño del actual alcalde, Eric Adams, y de la responsable de su Departamento de Limpieza, Jessica Tisch, pero los esfuerzos se redoblan. ¿Llegó su hora?

Es difícil anticiparlo para las ratas, newyorkers de pura cepa, maestras en el arte de la supervivencia y la adaptación. Como los humanos, se vieron afectadas por la pandemia, y entre confinamientos y cierres de restaurantes cambiaron sus tradicionales movimientos locales, expandiendo territorios en busca de comida. La apertura de terrazas, que en la mayoría de los casos llegaron para quedarse, creó además un nuevo paraíso inmobiliario para ellas. Y aunque no se puede determinar si han aumentado en número, lo incontestable es que se ven más: las llamadas de queja han subido un 70% en dos años. 

Basura y ratas, tan icónicas como Central Park

Basura y ratas, tan icónicas como Central Park / Carlo Allegri

Lo de las montañas de bolsas de basura en las aceras, su bufet inagotable, es otro clásico neoyorquino tras el que laten factores políticos y económicos y una historia de inercia. Tras una huelga de trabajadores públicos en 1968, la industria del plástico regaló cientos de miles de bolsas y en 1971 la ciudad desterró los cubos metálicos, dando nacimiento al paisaje de esas cordilleras que duelen a la vista y el olfato y dificultan la vida peatonal.

La logística de recolección de basuras no ha cambiado en esas cinco décadas, incluso mientras la ciudad sumaba población y esta, desperdicios: 14 millones de toneladas de basura al año, 375 diarias más que hace cinco años. En ese sistema los servicios municipales recogen tres veces por semana las basuras de edificios residenciales e institucionales. 90 empresas privadas -de las que en los años 90 se hizo un esfuerzo para erradicar los controles de la mafia- se reparten el negocio de los desechos comerciales, incluyendo de restaurantes. 

Los planes

Para Adams, la lucha parece tener algo de personal. En al menos 80 ocasiones en los últimos meses ha hablado en ruedas de prensa de las ratas (y también ha recurrido dos multas por presencia de roedores en una casa de su propiedad en Brooklyn, en cuyos intentos de erradicación se había gastado 7.000 dólares de su bolsillo). 

Basura y ratas, tan icónicas como Central Park

Basura y ratas, tan icónicas como Central Park

En un año ha estampado su firma en cuatro iniciativas legislativas. Ha puesto en marcha un programa piloto para instalar contenedores en los cinco barrios, pero la implantación genera enfrenta retos, incluyendo la guerra con dueños de coches privados, que perderían espacio para aparcar en una urbe que, al diseñar la cuadrícula de Manhattan, no hizo previsión de callejones para exprimir al máximo el espacio inmobiliario. 

Se estudia además un nuevo plan para la basura comercial y hay aprobado otro cambio que entra en vigor en abril, y que retrasará de las cuatro a las ocho de la tarde la hora a la que los edificios residenciales pueden sacar su basura, tratando de acortar el desmesurado tiempo que esta pasa en la calle, hasta 14 horas. Las ratas quizá pierdan la oferta temprana, pero, como recuerdan los expertos, no saben de horarios. Además, las nuevas reglas tienen excepciones.

Adams ha dado también golpes de efecto. Generó enorme atención al lanzar una oferta de empleo buscando un “director de mitigación de roedores”. Para ser “el zar de las ratas” y optar al sueldo de entre 120.000 y 170. 000 dólares hacía faltan falta entre otras cosas “impulso, determinación e instinto asesino”, según el muy comentado anuncio online, que debió ser retirado ante la avalancha de candidatos, El candidato debía estar “algo sediento de sangre” y tener “lo que hace falta para conseguir lo imposible”.

“Las ratas no dirigen esta ciudad, nosotros lo hacemos”, decía también el anuncio. Y la frase la pronunció en rueda de prensa Tisch, que nada más llegar al cargo habló con la alcaldía de Barcelona para estudiar el sistema de recogida de basuras de la ciudad. Se estampó en camisetas, que se vendían en internet por 48 dólares y, en una historia de éxito, se agotaron. La basura, eso sí, sigue en las calles y las ratas, campando a sus anchas.

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