Mayores para actuar, menores para optar al Goya

Sobrexposición, inmadurez o riesgo de ‘bullying’, entre los motivos para que quienes tienen menos de 16 años no puedan obtener el galardón

Carla Quílez, tras recoger el premio Gaudí por su papel en ‘La maternal’.  | // MARTA PÉREZ/EFE

Carla Quílez, tras recoger el premio Gaudí por su papel en ‘La maternal’. | // MARTA PÉREZ/EFE / marta Alberca

marta Alberca

Hay interpretaciones en la gran pantalla que no se olvidan. Frases y miradas que traspasan. Que convencen a la crítica y también a los espectadores. Es entonces cuando el nombre de ese actor o actriz empieza a sonar en las apuestas relacionadas con los premios. Sobre todo cuando se acerca la cita más importante del cine español, los Goya. Y eso es lo que podría haberle pasado a Carla Quílez, actriz protagonista de La maternal, la última película de Pilar Palomero. A sus 14 años, ha sido la actriz más joven en subir a recoger la Concha de Plata del Festival de San Sebastián, y hace unos días se llevaba el Gaudí a la interpretación revelación por esa película. Sin embargo, esto no se repetirá el próximo 11 de febrero en Sevilla, porque no está nominada. ¿El motivo? Su edad.

Desde 2011, la Academia del Cine no permite a un menor de 16 años ganar ninguno de sus premios. La razón principal que estableció la institución en ese momento fue la de proteger a los menores, ya que cuando alguien recibe un Goya, asume automáticamente los derechos, pero también las obligaciones, de todos los académicos. ¿Y cuáles son estos? Tal y como recogen sus estatutos, uno de los derechos más importantes es el de votar en las Asambleas Generales y también en algunas categorías de los Premios Goya como la de Mejor Película, Mejor Documental, Mejor Película Iberoamericana o Mejor Cortometraje. Además, su opinión también cuenta a la hora de elegir qué película representa a España en los Óscar de Hollywood y en los Premios Ariel de la Academia de Cine de México. En cuanto a las obligaciones destaca, por ejemplo, pagar las cuotas o respetar la confidencialidad de las deliberaciones y acuerdos adoptados en cualquier tipo de Asamblea o Comisión.

Hasta que cambió el reglamento, seis menores de 16 años habían recibido el galardón, siempre en las categorías de Mejor actor o actriz revelación. El primero fue Andoni Erburu, con 10 años, por Secretos del corazón (1997), y más tarde Juan José Ballesta a los 12 por El Bola (2001). La misma edad que tenía Ivana Baquero cuando en 2007 se alzó con el suyo por su papel en El laberinto del fauno. Dos años más tarde, Nerea Camacho lo recibió por su interpretación en Camino de Javier Fesser. Los últimos fueron para Francesc Colomer y Marina Comas, los protagonistas de Pa negre, del recién fallecido Agustín Villaronga. Se los llevaron en 2011, justo el año en que se impuso la nueva normativa.

Algunos de ellos se han alejado de los focos. Otros siguen en activo, como por ejemplo Ivana Baquero, que ha desarrollado gran parte de su carrera en Estados Unidos. “No entendí la justificación de la Academia de no exponer demasiado a los niños, porque en el momento que formas parte de un proyecto cinematográfico de estas características ya estás expuesto”, explica la actriz. Para ella significó un reconocimiento a su trabajo. “Si a un niño lo contratas y hace sus horas como cualquier adulto, no tiene sentido que no le puedas valorar igual que a ellos”, apunta.

Desde que ganó el Goya han pasado ya 16 años. Durante este tiempo no ha parado de trabajar, aunque el éxito no se lo debe en exclusiva a la estatuilla. “Es una plataforma muy importante, pero lo que me abrió las puertas no fue el premio en sí, sino la propia película. Te da prestigio, pero no basta solo con eso”. Después llegaron muchos castings, muchos ‘noes’, y también muchos ‘síes’. “Cuando empiezas tan joven tienes múltiples carreras. Primero interpretas papeles de niños, después de adolescentes donde ya es un poco más difícil porque hay muchos cambios físicos, emocionales y empiezas a coger vergüenza. Cuando eres adulto tienes que salir de la imagen de niño actor y volver a demostrar que sigues trabajando e intentándolo”, afirma.

No se había planteado ser actriz cuando el séptimo arte llamó a su puerta con tan solo 8 años. “Vinieron a hacer un casting a mi colegio para la película Romasanta. La caza de la bestia (2003) de Paco Plaza, me apunté y me cogieron”, recuerda. Ahí es cuando también empezaron los problemas con sus compañeros de clase. “Que me eligieran a mí generó una especie de separación con mis compañeras, porque era yo la que se iba a rodar películas, la que faltaba a clase. Con el tiempo le puse nombre: era bullying”. No se planteó dejar de dedicarse a lo que más le gustaba hacer. “Es algo que pasa a veces, incluso de forma más grave, y es preocupante”.

El suyo no es un caso aislado. Al menos es lo que perciben en la academia Primera Toma Coach de Madrid, un centro de formación para niños y niñas que sueñan con dedicarse a la interpretación. “Cuando estos niños vuelven al colegio después de un proyecto, en vez de recibirlos con alegría los compañeros los reciben con bullying”, explica Alicia Álvarez, directora del centro. Este establecimiento abrió sus puertas en 2013 y durante estos diez años han participado en proyectos como la trilogía Padre no hay más que uno de Santiago Segura, Campeones (2018) de Javier Fesser o Todos lo saben (2018) de Asghar Farhadi.

La principal función de un coach es la de acompañar a los menores en los rodajes y convertir este espacio, muchas veces marcado por el estrés o la rapidez, en un lugar amable para ellos. “Cuidamos que el director consiga lo que necesita del niño, y que este esté cómodo trabajando”, apunta. Durante todo este tiempo han visto cómo, en muchos casos, los problemas no vienen de las producciones en sí, sino de todo lo que conllevan después, cuando los focos se apagan. “Ayudamos a los niños y a sus familias, pero depende mucho de cada situación y cada niño, la fama es difícil de gestionar”.

Por eso Álvarez comparte la decisión de la Academia del Cine de no otorgar premios a los menores. “En un rodaje están cuidados, y al final ellos ven que allí todo es importante, no hay diferencias. Pero cuando se pasa la frontera de los premios, ruedas de prensa y reconocimientos, es mucho más difícil de contextualizar en la mente de un niño”, argumenta. Ahí es precisamente cuando pueden darse los problemas con el resto de los menores. “Cuando todo termina, ellos tienen que volver a su rutina, al colegio, a sus clases extraescolares y ser uno más”.

Porque, ¿cómo se gestiona la fama cuando prácticamente no entiendes el mundo que te rodea? Es quizá uno de los aspectos más complejos, como señala Abel Domínguez, psicólogo infanto-juvenil y director de Domínguez Psicólogos. “Se trata de una cuestión de madurez. Es decir, si de una manera precoz o en tus inicios profesionales triunfas o empiezas a ganar dinero de golpe, te acostumbras y tomas como referencia hábitos que no siempre se van a mantener”.

Domínguez comparte que desde instituciones como la Academia del Cine se intente controlar estas situaciones. Una manera es evitando la competición por un galardón que “les puede confundir respecto a crearles expectativas que luego a lo mejor no se van a cumplir. Y que les generarían una frustración importante”, concluye.

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