Entrevista | Fundador y actual director de la ONG Sonrisas de Bombay

Jaume Sanllorente: “La trata de seres humanos es la gran esclavitud de nuestro tiempo”

“Me gusta poco nadar en el ‘océano’ de la tristeza. Hay que hacerlo, pero soy más de estar pensando cómo me secaré cuando salga de ese ‘mar”

Jaume Sanllorente, fundador y actual director de la ONG Sonrisas de Bombay, ayer, en la dársena de la Marina.

Jaume Sanllorente, fundador y actual director de la ONG Sonrisas de Bombay, ayer, en la dársena de la Marina. / Víctor Echave

El hotel NH Finisterre de A Coruña albergará el domingo la tercera edición del Cóctel Solidario de Sonrisas de Bombay, organizado por el grupo de voluntariado de la ONG en Galicia. Durante ese encuentro, Jaume Sanllorente (Barcelona, 1976), fundador y director de la organización, hablará sobre los desafíos y los retos conseguidos en casi veinte años de lucha contra la explotación infantil y la trata de personas. “Es la gran esclavitud de nuestro tiempo”, advierte.

Usted trabajaba como periodista en Barcelona, tenía la vida “resuelta”, pero unas vacaciones improvisadas en la India lo cambiaron todo. ¿Qué sucedió en aquel viaje para que decidiese dejarlo todo atrás, trasladarse a ese país y poner en marcha Sonrisas de Bombay?

Quedé impactado con la desigualdad que vi. Obviamente, sabía que en todo el mundo hay pobreza y desigualdad, también en España, pero el último día de aquel viaje, conocí un pequeño orfanato en Bombay, con 40 niños, que se encontraba en una situación muy difícil. Si aquel centro no seguía adelante, aquellos pequeños tenían muy mal pronóstico de vida: acabarían en las calles, expuestos a la prostitución forzada, a mafias que les obligarían a pedir limosna, muchas veces, amputándoles extremidades o rociándoles la cara con ácido… situaciones dantescas. Vi muy claro que si el destino me había colocado en aquel lugar, era por algo. Al regresar a Barcelona, dejé mi trabajo, mi vida, y allí me planté. Y ya han pasado casi 20 años.

¿Cómo reaccionó su entorno?

Me considero muy afortunado, porque tengo la suerte de que tanto mi familia, como mis amigos, me han apoyado siempre. Y yo esto me lo he tomado, siempre también, como una lección que trato de aplicar en mi vida. Puede que no me entusiasme lo que haga un familiar, un amigo… o quizás yo no lo haría igual, pero creo que mi deber es escuchar, apoyar y estar ahí en lo que venga.

¿Y qué vino entonces?

Los principios en la India fueron muy difíciles, pero creo que lo más complicado —y esto es algo que he empezado a ver ahora, con la distancia que da el paso del tiempo— debió ser la soledad: profesional, personal… en todos los ámbitos. Entonces no hablaba hindi y tampoco conocía nada de la cultura india. Menos aún, del trabajo del Tercer Sector, de la cooperación al desarrollo o de cómo gestionar una ONG. Ese chico que hacía una vida normal en Barcelona se vio, de repente, viviendo en una chabola, sin electricidad ni agua potable, en un pueblo a las afueras de Bombay, porque ni siquiera me encontraba en la ciudad... estaba muy aislado y muy solo.

¿Llegó a plantearse, en algún momento, tirar la toalla?

Jamás se me pasó ese pensamiento por la cabeza, ni en aquel momento, ni en estos casi 20 años. He cambiado mi opinión sobre muchas cosas, incluso mi rol dentro de Sonrisas de Bombay y la manera de enfocar los proyectos… pero nunca me he planteado dejar este compromiso vitalicio que asumí en su día. Y lo sigo cumpliendo, pese a los numerosos sacrificios y esfuerzos que ha supuesto porque, en el balance, me llena muchísimo más y me hace muy feliz.

¿Hacia dónde se enfocó, inicialmente, Sonrisas de Bombay y cuáles son hoy sus principales objetivos?

Sonrisas de Bombay nació para salvar el futuro de aquellos 40 niños del orfanato y empezar, poco a poco, a hacer lo mismo con otros pequeños de la zona. Aquello implicaba mucho esfuerzo, sin tener una finalidad tan clara, por la falta de profesionalización. Con el paso del tiempo, hemos ido perfilando nuestra labor y, desde hace 5 o 6 años, el objetivo clarísimo de la organización es luchar contra la trata de seres humanos y, sobre todo, contra la explotación infantil.

¿Cómo lo hacen?

A través de varios proyectos de educación, salud, desarrollo socioeconómico... pero siempre alineados con un pilar fundamental: la prevención, el rescate y la atención/rehabilitación de víctimas de la trata de seres humanos, no solo en la variante de explotación sexual, sino en muchísimas otras. Es la gran esclavitud de nuestro tiempo, y no entiende de fronteras. Esto es algo que vimos clarísimo hace ya unos cuantos años, cuando empezamos a desarrollar operaciones con la policía de Bombay y muchas de las víctimas no eran de la India, sino de Nepal, de Bangladesh… e incluso de algunos puntos de Europa. Fue entonces cuando decidimos ampliar nuestra labor a esos países, y esto nos ha llevado también a colaborar, desde hace un año, con fuerzas de seguridad e instituciones en España, para dar nuestro apoyo en operaciones de rescate o acciones que tengan que ver con la trata de personas, dentro de las fronteras españolas, con comunidades del sudeste asiático, el área donde nosotros podemos aportar y donde quizás haya un vacío.

¿A qué se refiere?

A que en España hay muchas organizaciones contra la trata de personas que trabajan muy bien, desde hace muchos años, pero con esta especialización, incluso lingüística, tan concreta... que puedan aportar inmediatamente, por ejemplo, una psicóloga que hable el hindi, aunque sea por la vía online, existen muy pocas. De hecho, estamos sorprendidos porque, una vez que ofrecimos nuestra ayuda a fuerzas de seguridad, instituciones y otras entidades que luchan contra la trata, nos están entrando muchísimos casos.

¿Qué tipo de casos?

Por ejemplo, se hace una inspección laboral en un establecimiento abierto las 24 horas, y se descubre que en el sótano hay también unos menores que están siendo obligados a trabajar encerrados, encadenados y tras habérseles retenido el pasaporte. No hay duda, por tanto, de que están siendo víctimas de trata de personas. A partir de ahí, nuestra labor consiste en dar apoyo en todo lo necesario para la rehabilitación de esas personas, salvo en el tema del alojamiento, que compete a las administraciones o a otras instituciones. En muchas ocasiones, nuestro equipo en Bombay incluso se desplaza a los lugares de origen de las víctimas para hablar con sus familias, porque a veces es un gran reto que denuncien. No lo hacen por miedo.

En tantos años de trabajo contra la explotación infantil y la trata de personas habrá visto de todo. ¿Algún episodio le ha marcado, especialmente, por su crudeza?

Cuando he tenido que presenciar (y ha sido varias veces), redadas donde había menores, que igual tenían 10 años y que llevaban la mitad de su vida en una jaula encerradas, siendo forzadas a recibir, como mínimo, a cinco o seis clientes al día. Si no lo hacían, eran maltratadas, quemadas con cigarrillos… sometidas a torturadas inimaginables. Ver a esas niñas, y también a algún niño, en esa situación tan terrible, es lo que más me ha costado... es horroroso.

¿Cómo se digiere algo así?

Pienso que influyen tres factores. El primero, un mecanismo de supervivencia que tenemos todos los seres humanos, y que se activa en algún momento de todo ese proceso, cuando sabemos que ese va a ser nuestro día a día durante muchísimos años de nuestra vida. Creo que llega un punto en que el cerebro hace un ‘clic’, y pasas a ser consciente de que ese dolor no te pertenece. Tú estás allí para aportar, rigurosamente, apoyo, coordinación y lo que se requiera de tu perfil profesional en ese momento. Para ayudar o para impedir esa situación, pero no para apropiártela.

¿De qué otras estrategias se sirve para sobrellevar esas situaciones tan terribles?

El segundo factor que me ayuda es imaginar que soy una empresa de reciclaje, de modo que lo que me entra por un lado en forma de rabia, frustración, pena, enfado… lo transformo, dentro de mí, en energía, positividad, entusiasmo, capacidad para seguir trabajando… porque es la única forma de hacerlo. Y el tercero, creo que es mi forma de ser: paso rápidamente de preocuparme por las cosas ocupándome de ellas. Me gusta poco nadar en el océano de la tristeza. Hay que hacerlo, pero soy más de estar pensando cómo me secaré cuando salga de ese mar.

¿Y alguna historia que le haya dejado una huella especial, en este caso, en positivo?

Hay muchísimas. Con la práctica totalidad de los 40 niños del orfanato que dio pie al proyecto de Sonrisas de Bombay mantengo un contacto casi semanal. Dos de esos pequeños acabaron casándose y ya han tenido un bebé. Otra historia especialmente emotiva es la de Agnel, un menor huérfano, que venía de las calles y que realizó todo su camino vital con la organización. Los niños del orfanato solían preguntarme de qué equipo de fútbol era, y aunque no soy demasiado futbolero, al ser de Barcelona siempre les decía que era del Barça, y entonces todos ellos se hacían seguidores del Barça también. Un día Agnel me hizo prometerle que de mayor lo llevaría a ver el Camp Nou. Con el paso del tiempo, cuando finalizó su formación, consiguió un trabajo buenísimo como profesor en un colegio de Ginebra (Suiza). Hace poco menos de un año, me llamó para decirme que estaba empezando a poner en marcha en Suiza una ONG para intentar también salvar el futuro de otros niños de la calle donde él fue encontrado, y quería que yo fuese su mentor. El pasado junio, vino a Barcelona para llevar a cabo varias sesiones de trabajo sobre ese proyecto, y lo llevé por fin al Camp Nou.

Más allá del Cóctel Solidario de mañana en el NH Finisterre, ¿cómo pueden colaborar los coruñeses con la labor de Sonrisas de Bombay?

En Galicia, contamos con un Grupo de Amigos de Sonrisas (GAS), un equipo de voluntarios liderado por Noelia Santos, que se encarga de organizar eventos, como el Cóctel Solidario de mañana, y de mediar con empresas, centros de enseñanza, etc... para llevar a cabo otras actividades de ese tipo. Gracias a este voluntariado entregadísimo y maravilloso, podemos contar con una delegación, sin tener un coste de estructura, en esta comunidad. En la lucha contra la trata de personas, todos tenemos responsabilidad. Y sumando fuerzas y sinergias, entre todos también, podemos contribuir a que termine esta esclavitud tan terrible que existe a día de hoy.

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