Patricia Arquette, colocada y brillante

La actriz brilla en ‘High desert’, miniserie de ocho episodios en la que da vida a una drogadicta en recuperación que se reinventa como detective

Patricia Arquette, como Peggy.   | // APPLE TV+

Patricia Arquette, como Peggy. | // APPLE TV+ / Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

Ya compartieron el cartel de Flirteando con el desastre en 1996, pero ha sido en los últimos años que Patricia Arquette y Ben Stiller se han convertido en inseparables. En la miniserie de 2018 Fuga en Dannemora, dirigida por el segundo, la heroína de Amor a quemarropa encarnaba a otra mujer que decidía salir a la fuga no con un amante, sino con un par de ellos, ambos convictos. Y en la mejor serie internacional de 2022 según este diario, la revelación Separación, también dirigida con pulso maestro por Stiller, era una jefa de pesadilla en esa compañía con un método peculiar para facilitar la conciliación laboral y familiar.

La actriz está bastante más abrazable en High desert (Apple TV+, desde esta semana), creación de Nancy Fichman, Jennifer Hoppe y Katie Ford que, sin sorpresas, iba a dirigir Stiller, finalmente solo en funciones de productor. Brilla como protagonista en el papel de Peggy, drogadicta en recuperación con varios papeles en un parque temático del Oeste en mitad del desierto californiano. A la vez que lucha por dejar las drogas, trata de superar la reciente muerte de su madre (Bernadette Peters) y el divorcio de su antiguo socio (Matt Dillon) en chanchullos de drogas.

Cuando sus hermanos, los frustrados Dianne (Christine Taylor) y Stewart (Keir O’Donnell), la visitan para avisarle de que no puede seguir ocupando la casa de mamá si no gana suficiente para pagar la hipoteca, Peggy decide reinventarse para hacer dinero más fácilmente y, de paso, dar marcha a su vida. Su plan (quizá no maestro) es convertirse en detective privado bajo la supervisión del veterano Bruce Harvey (Brad Garrett), cuyo negocio no pasa por el mejor momento, pero aún puede ir a peor.

Convertida en la becaria más rebelde, Peggy cambia el vestido de cancán por la gabardina y se transforma en una Colombo hiperactiva e irrefrenable, inasequible al desánimo, aunque los golpes puedan ser duros. El director Jay Roach (Los padres de ella), que firma los ocho episodios, compara a Peggy con “un personaje de dibujos animados, estilo Bugs Bunny o el Correcaminos: puedes derribarla repetidamente y siempre se levanta y te sorprende y es más amorosa, alegre e inspiradora”.

La seguimos al abrirse paso, entre la intuición y el caos, la lucidez y el viaje de ácido, en una trama con cajas fuertes saqueadas, cuadros posiblemente robados, mujeres desaparecidas y una madre, la suya, aparentemente reaparecida, aunque en realidad solo se trate de una actriz televisiva clavada a ella.

Y aún no hemos hablado del personaje más curioso: Guru Bob (Rupert Friend), antiguo presentador de informativos que estalló en directo cual Howard Beale en Network, un mundo implacable y ahora ejerce como, entre otras cosas, especie de curandero místico. Hay un momento en que Peggy lo llama Maharishi, en aparente referencia al antiguo maestro de meditación de los Beatles en la India.

Sombra alargada

La sombra de Better call Saul es cada vez más alargada. Bill Hader, cocreador y protagonista de Barry, explicaba recientemente haber visitado su sala de guionistas para dar forma a su propia odisea de antihéroe. Tampoco cuesta encontrar reflejos en High desert: de un paisaje desértico clavado al de Albuquerque (donde existe una comunidad llamada como esta serie) a unas publicidades de cadena local por las que Saul Goodman podría desfilar en cualquier momento.

Además, en última instancia el mensaje de ambas series parece el mismo: hay que dar más de una oportunidad a la gente, porque la misma persona que un día te decepcionó puede sorprenderte. Hermanos de Peggy, crean en ella.

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