Entrevista | Joan Subirats Ministro de Universidades

“Se acabó la idea de acertar con una carrera para toda la vida, ahora la formación es permanente”

“El entorno tecnológico da gran potencialidad a la Ciudad de las TIC, que además necesitan las grandes empresas”

Joan Subirats, en el Rectorado de la Universidade da Coruña.  // CARLOS PARDELLAS

Joan Subirats, en el Rectorado de la Universidade da Coruña. // CARLOS PARDELLAS

Santiago, A Coruña y Vigo. El ministro de Universidades, Joan Subirats, ha visitado en los últimos tres meses las tres universidades gallegas para comprobar su adaptación a las necesidades sociales, ambientales y tecnológicas que la sociedad española demanda. En su visita a la Universidade da Coruña (UDC), el pasado miércoles junto al rector Julio Abalde, Subirats insistió en la necesidad continua de formación, para la cual el Ministerio fomenta el plan de microcredenciales. Es una de las satisfacciones que le deja el cargo, que heredó de Manuel Castells a finales de 2021 y podría dejar si se produce un cambio de Gobierno estatal en las elecciones del 23 de julio.

¿Hay algún aspecto común que defina a las universidades gallegas?

La Universidad de Santiago destaca por razones históricas y de tradición y arraigo, pero la existencia de las tres universidades y sus campus desplegados en el territorio crean un tejido universitario muy sólido con un nivel de calidad notable. No hay desequilibrios y sí una capacidad de cobertura y especialización bastante potente.

¿Tiene el sistema universitario gallego asignaturas pendientes?

Las tres universidades tienen un problema general que sufre España, y quizá Galicia de manera especial, que es un cierto declive demográfico. Esto causa desajustes entre oferta y demanda, que exigirían un nivel de internacionalización mayor. Es un campo a correr: las tres universidades pueden plantearse crecer con estudiantes extranjeros en sus distintas fases de grado, posgrado y doctorado, especialmente en grado, que es asignatura pendiente.

¿Cómo se debe fomentar la llegada de estudiantes extranjeros?

Estamos trabajando en esto: en que los estudiantes no tengan que pedir cada año permiso de residencia sino que lo puedan pedir por todo el tiempo que duren sus estudios y con una prórroga; en acuerdos bilaterales entre países, y estamos avanzando, para que los estudiantes que se incorporen de otros países no tengan que superar aquí pruebas de selectividad de nuevo.

En A Coruña, en los últimos años, la Universidad ha estado vinculada a dos grandes proyectos: el parque tecnológico de la Ciudad de las TIC y la sede de la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial, la Aesia. ¿Cómo refuerza esto a una universidad?

Enormemente. Pensemos que hay tres grandes preocupaciones que se expresan en los planes de transferencia, resiliencia y transformación de la Unión Europea: el reto tecnológico, el ambiental y el social. El tecnológico incide directamente en estos proyectos de la UDC, teniendo en cuenta que la inteligencia artificial es un elemento central en la configuración actual del debate tecnológico y la transformación digital del mundo: estamos hablando de supervisión y regulación, temas que interesan menos a los dos gigantes tecnológicos, Estados Unidos y China, contra los que compite Europa.

¿Puede tener alguna ventaja la UDC en este aspecto?

La posibilidad de articular la actividad docente con personal técnico, la actividad de investigación y la de transferencia. En el ámbito empresarial se escucha el sonsonete de que falta talento. Pues la Universidad juega con la ventaja de acreditar su formación en los aspectos más innovadores del momento. El entorno de la Ciudad de las TIC vinculado a la especialización tecnológica, por lo que me ha contado el rector, le da una potencialidad grande, que además necesitan las grandes empresas.

Moda, Videojuegos, Relaciones Internacionales, Inteligencia Artificial. Son nuevos grados en Galicia. ¿Qué demanda hoy la sociedad y cómo responde la Universidad a esas demandas?

La Universidad tiene que compaginar algo que no es fácil: entender que hay una información básica clave que debe seguir proporcionando y que el nivel de especialización sea relativamente rápido y corto, porque los cambios son muy rápidos. Ahora no sabemos muy bien cuál es el mapa de profesiones al que nos debemos dirigir. El sistema universitario tiene que construir misiles inteligentes capaces de reprogramarse en vuelo: readaptar los conocimientos básicos a las necesidades cambiantes. Ya se ha superado la idea de acertar con una carrera para toda la vida: ahora la formación es permanente.

Por eso el Ministerio promueve el plan de microcredenciales.

El 95% del estudiantado tiene entre 18 y 29 años, y solo un 5% tiene más de 30. En general, en Europa se insiste en el idea de la formación a lo largo de la vida y la necesidad de reciclaje. Ya no vale eso de que estudio unos años y puedo trabajar en ello hasta que me jubile, la idea de formación continua es un elemento central: lo exigen empresas, entidades y administraciones, conseguir que en poco tiempo las personas puedan tener una adaptación rápida a las tecnologías y a las nuevas exigencias. Los microcursos tienen de 1 a 15 créditos, son de corta duración y tendrán certificación universitaria. Permiten acceder a la Universidad a quien no tuvo los requisitos antes porque no hizo Bachillerato pero se les reconoce experiencia profesional. Y además permite contar con profesores del propio ámbito en la formación junto a profesores universitarios, así que se consigue que todos ganemos.

¿Se está adaptando bien la Universidad a los perfiles laborales nuevos?

Las demandas sociales son confusas: al mismo tiempo se pide adaptación tecnológica rápida pero también hay una gran preocupación porque la tecnología nos haga olvidar los elementos centrales de la condición humana. En el ámbito tecnológico hay una sensación de que conviene incorporar más humanismo, y en el de humanidades, la sensación de incorporar más elementos tecnológicos. No es ninguna casualidad que grandes empresas tecnológicas del mundo las dirijan filósofos. Por lo tanto, no está claro que las universidades deban derivar hacia corrientes tecnológicas.

¿Cómo debe responder la docencia a estos cambios rápidos, teniendo en cuenta que usted ya ha alertado que más de la mitad de los profesores universitarios en España se jubilarán en ocho años?

Un profesor puede anticipar unos elementos pero no otros. La Universidad puede acompañar y ayudar, pero tiene que ponerse al día para atrapar dinámicas sociales. Creo que estamos en un buen momento en el sentido de que las universidades tienen los mimbres necesarios para responder a los cambios. Si nos comparamos con el resto de Europa, estamos en la posición diez a nivel de investigación mundial, y bien posicionados en producción científica. Hay que conseguir que la presencia institucional de la Universidad venga acompañada de innovación docente, con nuevas mejoras en nuestra capacidad, porque nuestros hijos e hijas aprenden de manera distinta a como aprendimos nosotros.

¿En qué medida le preocupa al ministro el déficit de mujeres en carreras tecnológicas? ¿O el de hombres en las asistenciales?

Es preocupante. En Madrid pusimos de relieve en un acto que la presencia de mujeres en estudios tecnológicos no llega al 15% y que en grados como Enfermería la de los hombres no supera el 10%. El desajuste tiene que ver con procesos de significación por género en cuanto a orientación laboral. Hay ciertos estereotipos, el del ingeniero de telecomunicaciones encerrado en un cuarto ante una pantalla, que hacen difícil hacer deseable ese trabajo a una mujer. En cambio, si incorporamos un factor de vida al lado de la tecnología, la biotecnología, el nivel de incorporación de mujeres aumenta. Es un problema formativo desde edades tempranas. Las carreras STEM [ciencia, tecnología, ingeniería y matemática], y arte también, deberían ir generando cambios para que los procesos de separación no sean tan claros.

La nueva selectividad, con la incorporación de una prueba de madurez, no ha causado una respuesta unánime, aunque su aprobación quedará pendiente hasta después de las elecciones de julio. En Galicia, el Parlamento ha pedido su eliminación, así como una selectividad uniforme. Defienda esa prueba de madurez.

Cierto, va a quedar postergada. Yo la veo necesaria porque pone de relieve que una persona ha llegado al nivel de conocimiento necesario para entrar en la universidad, y también, con ella, demuestra que puede tener acceso concreto a una carrera determinada. La lógica de la madurez permita el reconocimiento entre países.

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