«Pensé que él cambiaría... Mentira»
Tras largo tiempo de relación sufriendo agresiones, Carla denunció a su pareja. La joven lamenta que la falta de empatía de algunas funcionarias le hizo sentir «un maltrato institucional». Cree que se debería formar mejor a estas trabajadoras para comprender el proceso que transita una mujer maltratada por un «Dios» perverso
![Concentración en repulsa por el crimen machista de este pasado domingo, en Estepa (Sevilla). | | E. PRESS](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/89992e83-3c15-43e5-b43a-63d17b7f1256_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg)
Concentración en repulsa por el crimen machista de este pasado domingo, en Estepa (Sevilla). | | E. PRESS
Mar mato
A pesar de las campañas e informaciones, hay maltratadores que pegan y asesinan a mujeres, y mujeres que no denuncian el maltrato por terror a que él cumpla su amenaza. No les atañe solo a ellos y ellas, sino a toda la sociedad. ¿Qué estamos haciendo mal? El número de víctimas de violencia de género, en 2023, ascendió a 36.582, un 12% más que el año anterior. Un total de 41 mujeres fueron asesinadas en casos de violencia de género. Supone un descenso importante respecto a 2004, cuando fueron 72; pero cada crimen vuelve a plantear un «¿por qué?» y un «¿qué falló? Víctimas y psicólogas ven como un «problema complejo». Sobre posibles consejos para reconocer un maltratador al inicio, la psicóloga de la Rede de Mulleres Veciñais contra os Malos Tratos, Carmen Claveria, señala: «Los consejos no funcionan».
Lo confirma Carla (nombre ficticio), una joven gallega víctima de violencia de género años atrás. «Me pides —señala— que te diga una frase o algo que pueda poner en guardia a una mujer sobre el maltrato que sufre. A mí, no me ayudó ningún eslogan, ninguna campaña. Lo único que me ayudó fue pensar que hacía algo por mis hijos; que no era justo que vivieran o sintieran lo que yo pasaba».
Ambas respuestas rompen los esquemas y llevan a preguntarnos por qué los consejos no sirven. «La mujer maltratada no escucha a nadie porque el proceso que realiza el maltratador busca que ella distorsione la realidad», continúa la psicóloga Carmen Claveria. «En ese proceso de distorsión, la aísla por completo. Proyecta sobre ella —añade la terapeuta— toda la culpa; le miente, la insulta y la amenaza. Si cualquiera de fuera le dice algo contra él, ella se aleja de quien la aconseja. La mujer maltratada responderá que no te metas en su vida».
Carla lo corrobora: «Él es Dios para ti. Consiguió manipularte de tal manera que no eres capaz de ver la realidad. En los momentos malos, si alguien habla mal de él, te separas de esa persona».
Entonces, ¿la familia y el círculo de amistades no pueden hacer nada? «Quienes rodean a la mujer maltratada lo mejor que deben hacer es estar siempre a su lado», responde Carla.
La psicóloga de la Rede de Mulleres contra os Malos Tratos añade que «a veces, quienes atienden a esa mujer, sus familias o amistades pueden decirle que antes era más alegre y ahora más triste, que igual está teniendo depresión y que busque ayuda psicológica para saber qué le pasa».
La terapeuta agrega que es vital conocer las estrategias que sigue el maltratador: «El proceso de la violencia es muy largo , constante y sistemático. El maltratador va modelando a la mujer. Ella no existe como persona sino como objeto para sacarle beneficio según las necesidades de él. Primero, realiza un proceso de seducción para conocer sus partes débiles ya que ella le cuenta toda su historia personal. La mujer para tener su aprobación se va moldeando y perdiendo su personalidad». Claveria subraya que el fin del maltratador es que «su vida gire alrededor de él. El proceso de condicionamiento se articula atacando el área mental, con juegos mentales, acusándola de que son imaginaciones de ella, ocultando cosas, negándolas. La culpa asumiendo él el rol de víctima con amenazas para forzar las relaciones sexuales; la intimida, le realiza burlas constantes además de aislarla de familia y amistades para aumentar el poder sobre ella».
La mujer se va acomodando a lo que él espera de ella. «Cuando él no la acepta, siente que no vale para nada. Es un proceso muy destructivo. Al principio, él le dice lo que ella quiere oír pero después inicia comentarios sutiles como ‘Antes te vestías de falda larga y ahora corta. Vas provocando’. Eso te desubica. Vas cayendo en un pozo», describe la terapeuta.
«Ya sabes cómo es él»
Aun así nos resistimos a pensar que no haya señales previas. Carla reconoce que «había cosas que me chocaban de él pero como era encantador y todos se reían con él, pensaba que era yo la que tenía un problema».
Surge la duda de si su entorno lo apreciaba. «Yo tenía una relación estrecha con él. Era amiga de ambos —recuerda una amiga de Carla— Ahora, me doy cuenta de que él era y es un maltratador nato pero yo entonces le quitaba hierro al asunto. Ella me contaba las discusiones que tenían y yo le decía ‘ya sabes como es’». «Reconozco que tenía una venda en los ojos», confiesa, con una sombra de pesar.
Un día tras una fuerte discusión Carla se acercó a su casa. «Ahí sí que le dije que tenía que dejarlo. Pero no lo hizo, las cosas fueron a peor hasta que pasó lo del día desgraciado. Yo dejé de ser cómplice de él. Le dije que si no lo denunciaba ella, lo denunciaba yo», recuerda la amiga.
Carla reflexiona y apunta que «quizá hay que compararlo con las drogas; es un enganche parecido, un círculo del que no das salido. Pensaba que podía cambiarlo, que podía controlarlo... Era mentira».
Como depende de él, la maltratada busca agradarlo. Cuando comienza a insultarla o pegarle, la culpa a ella. La mujer empieza a pensar que para evitarlo debe cambiar su comportamiento, para que él vuelva a ser maravilloso. Pero las agresiones van a peor pidiéndole él perdón, prometiendo que cambiará. «Eso dura dos días», recalca la terapeuta.
Tras numerosas agresiones físicas e incontables de violencia psicológica llegó un día en el que Carla decidió denunciar después de que su amiga la animara por enésima vez, después de llamar al Teléfono de la Mujer Maltratada (016) y al Centro de Información á Muller.
«Recibí mucha ayuda pero no sabía cómo manejar la situación. Crees y no crees lo que te está pasando. ¿De verdad me está ocurriendo lo que veo en la televisión que le ocurre a otras? Al final —recuerda— vi una luz. Fue una palabra la que me hizo salir de casa y decir ya está. Cuando llegué a la policía llegué temblando. Ahora que lo cuento, creo que también estoy temblando y han pasado varios años». Sí, las manos de Carla han comenzado a oscilar en este punto del relato y el miedo se contagia.
Aquel día, un agente la escuchó y le comunicó que iba a detenerlo a él, a lo que ella se negó. Estaba con sus hijos. El policía le dio 24 horas para decidir. En la jornada siguiente, ella volvió. «Las maltratadas estamos en un proceso circular de culpa y miedo. Cuando llega el momento de denunciar, estás en shock. Te preguntas qué pasará. En mi vida no tuve peor momento», recuerda.
¿Y el sistema?
«Estar mucho tiempo bajo presión, insultos, agresiones... genera problemas inmunológicos, psicológicos... A ellas, les cuesta coordinar lo que dicen. Pero ellos aparentan ser encantadores, educados, serios, lo que haga falta, para manipular en el juicio. Los creen más a ellos que a ellas», enfatiza la psicóloga Carmen Claveria.
Podríamos pensar que la historia de maltrato de Carla acabó con la denuncia. No fue precisamente así. Ahí comenzó lo que ella denomina «el maltrato institucional».
La psicóloga de la Rede de Mulleres recalca que ellas están «muertas de miedo al declarar, con estrés postraumático. Dijeron que las mujeres maltratadas deberían recibir atención psicológica antes de la declaración, de la denuncia... pero no todas la reciben». Fue el caso de Carla.
Se supone que los partes de lesiones deberían ir directos de los centros de salud u hospitales a los juzgados. Tampoco es así. Su abogada de oficio no lo tenía. «Menos mal que el policía me advirtió y me recalcó que lo llevara por si no lo tenían. La abogada ni me preguntó mi nombre», recuerda.
Tanto Carla como la psicóloga se quejan de que se siguen aplicando «prejuicios» a la violencia de género como cuestionar a las mujeres. «Les preguntan cómo aguantaron tanto. Cuando llegan al Imelga (Instituto de Medicina Legal de Galicia) en vez de preguntarles de forma tranquila, las atacan. Es necesario conocer la dinámica de los mecanismos dentro de la relación para comprender por qué una mujer tolera lo intolerable», expone la terapeuta.
«No hay formación suficiente para las personas que trabajan con nosotras. No entienden lo que sucede, ni cómo actúa el maltratador ni como piensan las mujeres maltratadas», se queja Carla. «Todo el personal, incluidas las juezas y jueces deberían ser neutros, que su ideología no influya. En el juicio nos exigen estar enteras, no llorar. Nos cuestionan todo: si estás o no de baja, si tomas o no antidepresivos. Hacen ver que si vas a trabajar es que no estás tan mal», lamenta.
Tras su juicio exprés, Carla —que contactó con la Rede de Mulleres gracias a la policía— tuvo que esperar más de dos años por el juicio determinante en el que el maltratador resultó absuelto. «No he muerto y no pasó nada. La jueza cuestionó las marcas de las agresiones. Si no me las hizo él, ¿me las hice yo, contraté a alguien para que me pegara? El maltratador te juzga todos los días y tras denunciar son la trabajadora social, la psicóloga y psiquiatra del Imelga y la jueza las que siguen juzgándote», expone Carla quien tras varios años de la denuncia sigue recibiendo terapia en la Rede de Mulleres.
Tanto esta mujer maltratada como la psicóloga recalcan que la única «escapatoria» es denunciar y tratarse. «La mejor manera de protegerse es conocer mis puntos vulnerables. Si alguien los toca, no entra en mi vida», indica la terapeuta.
«Si tienes asma, ¿sales un día de frío con el pecho descubierto? No. Si soy insegura —prosigue—, con falta de confianza, estoy pendiente de agradar a los demás, si un hombre encantador me habla pero siento un nudo en el estómago, ese nudo es el que me dice que debo expulsarlo de mi vida», recomienda Carmen Claveria.
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