Un petroflifo para señalar el solsticio de invierno en Ourense

J. Froiz

El sol se oculta tras el Outeiro dos Pendóns, la luz dorada del atardecer se disipa y el frío empieza a propagarse, de manera inevitable, a medida que la sombra amplía su expansión con el ocaso. Antes de despedirse detrás del monte, los últimos rayos colman como un fluido las coviñas del petroglifo de A Tapada. Desapercibida por la presencia de arbustos que miden más que una persona, la roca prehistórica, de siete metros y medio de longitud y dos de ancho, reproduce ante los observadores el embrujo fascinante del paso del tiempo. Como testigo del transcurso del astro rey, en el solsticio se alinea a la perfección con su trayectoria.

El brillo dorado y efímero del atardecer barniza el petroglifo y marca con precisión el hito astronómico que da paso al invierno, cuando el sol, en su posición más baja, está en el trópico de Capricornio. El petroglifo, ubicado en una finca privada cuyo cierre es un antiguo muro de piedra, en As Penelas (Paderne de Allariz), es un vestigio del pasado muy relevante, con una posible datación que puede remontarse al Neolítico o al horizonte anterior a la Edad del Bronce, en torno a 4.000 años antes de Cristo.

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