El mejor regalo: pasar tiempo en familia

La carta a los Reyes Magos puede ser una buena oportunidad para explorar opciones que nos permitan compartir instantes de calidad con nuestros hijos, ya sea a través del juego o de planes de ocio juntos

Dos niñas ojean los juegos
de una tienda de juguetes. |  LOC

Dos niñas ojean los juegos de una tienda de juguetes. | LOC

M. González

En estas fechas en las que los regalos son protagonistas cabe la reflexión de la gran oportunidad que se nos brinda para aprovechar la ocasión de buscar opciones para pasar más tiempo en familia. Los juegos o los planes de ocio pueden ser magníficos aliados para fortalecer vínculos y establecer un apego seguro, además de fomentar que pasen menos tiempo delante de las pantallas.

«El juego tiene mucha importancia a la hora de crear vínculos familiares, ya que nos permite acercarnos a los niños, comunicarnos y crear conexiones seguras y duraderas», apunta la psicóloga educativa Alba Fernández. «Si con el juego estamos presentes, podemos fomentar un sinfín de posibilidades: atención conjunta, presencia, desarrollo emocional, social, físico o cognitivo, habilidades sociales, validación, visibilidad que ayuda a que ambas partes potencien la intimidad y se conozcan más, búsqueda de ayuda y lo más importante, el «estoy aquí para ti, encontré tiempo para ti», que es una manera de decirles que pueden contar conmigo, que no vas a desaparecer, clave para fomentar un apego seguro. Recordemos que la infancia es una de las etapas en la que más podemos influir en cómo de seguros e importantes se sentirán el resto de su vida», subraya.

De todos modos, la psicóloga también apunta que el juego puede ser una herramienta útil para fomentar un mayor tiempo en familia «siempre y cuando los padres estén presentes, si lo utilizan como un vehículo de interacción con los pequeños que aumente el tiempo de calidad juntos. Tiene que quedar claro que el juguete o un regalo material nunca podrá ser sustituto de la atención, presencia y tiempo de los padres».

En este sentido, Xabier Rey y Miguel Lois, creadores de ‘Game-based Mentoring’ (proyecto de acompañamiento socioemocional a través de dinámicas basadas en juegos de mesa), apuntan que «lo ideal es que el tiempo de calidad en familia sea un hábito y no una excepción»: «Habría que crear una cultura que dé soporte a estas herramientas. Comprar los juegos y tenerlos en la estantería no aporta demasiado. Dan la oportunidad y pueden despertar una inquietud, pero al final hay que jugarlos con un mínimo interés». Además, apuntan la importancia de «mantener las motivaciones y expectativas en su sitio». «Si tú quieres que tus hijos jueguen, es un deseo tuyo. Si vas construyendo una relación con los juegos que incluya a tus hijos, seguramente terminen adoptándolo. Puedes acertar con un par de juegos (o con unos cuantos) y tener momentos muy felices en familia, pero si conviertes los juegos de mesa en una afición común, consigues algo mucho más potente y transformador».

Por otro lado, también exponen que «la gran mayoría de juegos de mesa son de al menos dos jugadores o jugadoras, así que antes de regalarlos tenemos que pensar en quiénes van a jugar»: «Muchas veces los niños y las niñas nos preguntan qué juegos les recomendamos, y todo depende de cuál sea su grupo de juego habitual», indican. «El verdadero regalo es conseguir esos jugadores extra, especialmente si son sus papás y mamás. Los videojuegos juegan con la ventaja de la inmediatez, entre otras cosas. Pulsas un botón y ya estás dentro. Los juegos de mesa exigen mayor compromiso y esfuerzo: leer y comprender instrucciones, preparar la partida, etc. Es un proceso que se termina amando, pero la entrada puede ser desalentadora para algunas personas. Como contrapartida, nos regalan, precisamente, el placer de la presencialidad, de la interacción, de compartir un tiempo y un espacio reales, de poder llevarlos de viaje, de jugar en el camping, en casas de nuestros amigos, incluso en la playa. Por cierto, no vale con estar presente en cuerpo y no estar en alma. Por ejemplo, jugar con el móvil del trabajo en la mano es un mal negocio», subrayan: «Los juegos son un buen motivo para pasar tiempo juntos, pero no lo da todo hecho. El tiempo y las ganas de jugarlos es lo que falta muchas veces y lo que tienes que estar dispuesto a regalar».

Una niña juega con una consola en un parque. |  Jorge Zapata

Una niña juega con una consola en un parque. | Jorge Zapata

«El mejor regalo que se le puede hacer a un niño en este mundo tan rápido en el que vivimos es tiempo», coincide Paula Suárez, pedagoga y presidenta de COPEGAL (Asociación Pro Colexio de Pedagoxía e Psicopedagoxía de Galicia), que matiza la importancia de que sea un «tiempo en cantidad (de permanencia, de estar, de disfrutar...), y que parte de ese tiempo sea de calidad (más atencional, de conocerse, de hablar, de hacer cosas juntos...)», apunta. «Si estas dos tendencias de cantidad y calidad las llevamos a los regalos, sería una buena opción, por ejemplo, pasar tiempo en familia haciendo visitas a entornos naturales o acompañando las tradiciones como recuperar la figura del Apalpador, en contraposición a todas estas actividades que fomentan el consumismo, con muchos distractores, mucha impulsividad...».

Planes de ocio

Alba Fernández destaca también que, como regalo, podrían ser válidos planes de ocio como viajes, una entrada al cine o al teatro, «siempre y cuando estemos presentes»: «En consulta siempre invitamos a los papás a que intercambien experiencias con sus hijos, porque dan la oportunidad de tejer recuerdos agradables además de pasar un buen rato en familia. Es importante que esa actividad sea disfrute para todas las partes implicadas y se tengan en cuenta los intereses de los pequeños. Lo más importantes es que perciban la presencia, validación atención y afecto durante la experiencia, eso son los regalos que duran toda la vida (tiempo de calidad)».

Apego seguro

Volviendo a los juegos, los creadores de ‘Game-based Metoring’ apuntan que «en el momento en que decides dedicar la tarde a jugar en familia ya estás cuidando el vínculo»: «El juego te hace estar presente, atento, involucrado. Son ingredientes importantes y muy buen punto de partida para crear ese apego seguro. Si además se comparte la preparación de la partida, las victorias y derrotas, la solución de problemas y hasta terminan recogiendo el juego y colocándolo de nuevo en la estantería, habrán compartido un montón de cosas significativas. Además, lo que siempre defendemos de los juegos de mesa es que ofrecen un marco súper estable. Hay unas reglas, unos límites, unas posibilidades más o menos limitadas. Defendemos que se lean las instrucciones en alto tantas veces como haga falta y que se eviten las normas caseras a toda costa», indican Xabier Rey y Miguel Lois. «Al mismo tiempo, las vivencias en familia alrededor de una mesa y a través de las dinámicas de cada juego generan patrones de convivencia respetuosos, creando recuerdos estables que cada miembro de la familia puede revivir».

«La presencia estable y consciente de los adultos en cada dinámica de juego hace que niños y niñas puedan sentirse seguros para sentir y expresar cada emoción, vivirla profundamente y disfrutar de ellas en un entorno en el que el adulto está para acompañar sin juicios y, al mismo tiempo, asegurando un ambiente de crecimiento, respeto y validación», especifican. «Pero ésta no es una tarea sencilla, ya que, muchas veces, pueden aparecer comparaciones, rencillas o conflictos no resueltos entre miembros de la familia. Por ello, es muy necesario cultivar y alimentar espacios de escucha dando tiempo a cada proceso».

Teniendo en cuenta que la llegada de los Reyes Magos está a la vuelta de la esquina, Paula Suárez apunta que sería interesante «que pidan un regalo que necesiten, uno que quieran, una actividad en familia y algo para compartir, que puede ser también algo solidario y que es algo que está abierto a todas las edades», enumera.

Garantía de aprendizaje

«El tiempo en familia afianza los vínculos y mejora el desarrollo emocional y con ello favorecemos todo el crecimiento de la persona. Ahí es donde realmente se genera el proceso de educación», afirma la pedagoga. «El juego, tanto si es en casa, con actividades que inviten a la manipulación, al aprendizaje significativo, a aprender haciendo, o a través de juegos como las cartas, puzles, juegos de mesa..., es fundamental. De toda la vida sabemos que el juego es garantía total de aprendizaje y de espacio de relación», subraya.

«También es importante el juego al aire libre», prosigue, «incluso con actividades que te permitan recuperar algún juego tradicional como la peonza, la goma, la mariquitilla... Toda esa recuperación no es el juego en sí, sino lo que construye alrededor, lo que nos facilita ese espacio común en el que nos podemos poner todos y donde los padres, sin perder su rol de adulto, pueden ayudar a que sus hijos se identifiquen con ellos, y ellos con sus hijos. Es una gran oportunidad para que nuestros hijos nos conozcan y que no nos vean solo como el adulto normativo». De este modo, Paula Suárez insiste en que «el tiempo de calidad no es sentarse y estar juntos, sino compartir, conocerse, divertirse... A veces diez minutos haciendo galletas es más importante que media hora viendo la tele». «El regalo que nos podemos hacer los adultos es también esa reflexión de cómo quiero compartir mi tiempo con mis hijos estas Navidades».

Un hábito para toda la vida

Por otra parte, Alba Fernández apunta también que «lo más importante es tener en cuenta la edad evolutiva y cronológica de los peques», ya que tratar de conectar con sus intereses y apetencias «nos va a permitir acercarnos y conectar con ellos». «Sin duda alguna el mejor regalo que les podemos hacer es el tiempo y la atención, por eso es importante esforzarse en potenciar tiempo de calidad sin pantallas u otros distractores», subraya. «En cuanto a las opciones en las primeras etapas les encantarán juegos en los puedan desplazar, apilar, imitar a mamá o a papá y, sin duda, desarrollar su imaginación. A partir de los cuatro años podemos comenzar con los juegos de mesa donde pasaremos un buen rato y potenciaremos disfrute, solución de problemas, tolerancia a la frustración y vínculo», enumera: «Aunque pensemos que el juego se termina en la segunda infancia no es así, contamos con u montón de posibilidades que nos permiten disfrutar a todos, incluidos los adultos, ya que jugar es algo que sería genial mantener el resto de nuestras vidas».

«Hay muchos juegos de muchos jugadores que funcionan bien con distintas edades. Se pueden encontrar infinidad de cuentas de Instagram dedicadas a enseñarlos, analizarlos y recomendarlos, y nos cuestan mucho las recomendaciones generales», dicen Rey y Lois. «Lo que recomendamos es que conozcas a gente que tenga juegos, que te los preste y que vayas explorando qué es lo que funciona en tu casa». De este modo, «habrá muchos juegos que te recomienden un millón de personas y a tus hijos les parezcan un aburrimiento. Concluir si les gustan o no los juegos de mesa en base a una o dos experiencias es un error». En Vigo, concretamente, apuntan que hay «asociaciones como Esbozos, o tiendas como Customeeple», donde se puede ir en familia y probar todo lo que allí tienen. «También hay jugadores y jugadoras muy amables y con dedicación al hobby».

«Con esta recomendación», destacan, «seguramente no llenes la lista de regalos de este año, pero es probable que llenes la del año que viene. Y esta es un poco la clave, que los juegos de mesa tienden a ser más un hábito que un capricho momentáneo. Es algo que florece cuando se riega, se construye, se cocina a fuego lento».

¿Qué pasa con los videojuegos y las pantallas?

Los juegos o planes en familia pueden ser, además, un buen aliado para que los más pequeños pasen menos tiempo delante de las pantallas. «Sin duda, son un antídoto ideal para combatir las pantallas, ya que nos permiten divertirnos de manera sana ofreciendo un sinfín de posibilidades, aprendiendo muchas nuevas habilidades, potenciando su imaginación, solución de problemas y/ o toma de decisiones y, sobre todo, cuidándoles y protegiéndoles en esta era sumamente digital que les ha tocado vivir», dice Alba Fernández. A Miguel Lois y Xabier Rey también les parece «un aliado ideal», aunque huyen «de demonizar» los videojuegos, y no porque no les preocupe su influencia en la infancia, «sino porque escuchamos mucho mensaje que suena poco comprensivo: los videojuegos son una afición espectacular, como tantas otras, pero no es en absoluto cosa de niños», exponen. «Escuchamos a algunos niños decir que los videojuegos son un asco y fríen el cerebro a la gente y están reproduciendo un mensaje adulto, no es algo que concluyan personalmente. Quizás por eso sea tan difícil mantenerlos lejos de los videojuegos con este mensaje», afirman. Además, «los videojuegos y los juegos de mesa tienen muchísimas cosas en común, como temáticas recurrentes, mecánicas y hasta el propio lenguaje», reflexionan. «También se habla de la industria del videojuego con mucha generalización, sin poner en valor a los creadores independientes, que crean cosas increíbles con muy poquitos recursos. Claro que hay una industria avariciosa y tóxica, igual que en el cine, la música o el deporte. Deberíamos enseñarles a ser críticos y el mensaje debería acercarse más a: ‘quizás llegue el día en que podamos sentarnos a disfrutar de los videojuegos; pero, mientras, tenemos todos estos juegos de mesa en los que también puedes ser una guerrera o construir ciudades’».

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