Mujeres de ciencia y tecnología
Inteligencia artificial y proyectos arquitectónicos
La tecnología está dejando de ser una herramienta instrumental para convertirse en una herramienta activa, capaz de aportar soluciones por ella misma. Hablamos, ¡cómo no!, de la capacidad de los sistemas informáticos de realizar labores que comúnmente eran exclusivas de la inteligencia humana. Una inteligencia artificial, IA, que también ha irrumpido en el campo del proyecto arquitectónico mediante programas que cubren las tareas específicas del arquitecto. Es decir, organiza el espacio acorde con los programas de necesidades, dando respuesta tanto a la ubicación en el lugar como a la organización interna y a la imagen de los edificios.
Las búsquedas sobre el binomio IA-arquitectura o IA-proyecto arquitectónico proporcionan artículos que tratan de explicar sus pros y sus contras. La mayoría de los consultados se decantan por resaltar los aspectos más favorables. A día de hoy se encuentra en fase de expansión y, en breve, se habrá incorporado a los despachos profesionales por puro pragmatismo. [En la actualidad, los grandes estudios internacionales ya han adoptado la herramienta en su producción cotidiana].
Bajo la cobertura de la IA se disponen plataformas de software especializado, que segmentan el proyecto de arquitectura por tipologías utilitarias: vivienda, oficina, centros de salud, hospitales… Incluso, dentro del proyecto, por sus componentes: las plantas por un lado, las secciones y alzados por otro, o las imágenes por otro. Cuanto mayor sea la complejidad del programa, mayor capacidad de conjugar estos ítems. Y con una ventaja indiscutible: la rapidez en generar propuestas alternativas frente a los procedimientos convencionales. El método de prueba-error del proceso de proyecto, laborioso y largo, se acorta. Sin embargo, esto no implica reducir el tiempo de dedicación a la labor proyectual. Para lograr unos resultados equivalentes a los conseguidos con el cerebro humano tras una exhaustiva dedicación, habrá que alimentar con datos al cíber que habita en nuestro ordenador. De entrada, el magro programa de necesidades que se maneja al abordar un proyecto —un listado de estancias con unas superficies de referencia— deberá transformarse en un prompt, una tabla en la que se van ordenando todas las variables que deben estar presentes en la propuesta, expresadas con términos sintéticos y precisos.
En el proceso proyectual, tal y como se ha venido desarrollando hasta el presente, se trabaja con intuiciones; lo aprendido se interioriza y se transforma en un conocimiento innato. El tiempo destinado a dibujar, dibujar y redibujar hasta alcanzar la solución satisfactoria se empleará en la elaboración y reelaboración de los prompts. Con ello se trasladará al lenguaje verbal aquello que se iba perfilando con el lenguaje gráfico. Se cambia una dedicación por otra. En consecuencia, el programa de necesidades se complejiza, incorporando una gran cantidad de datos que afectan al diseño del elemento, desde su relación con el contexto hasta los requerimientos específicos de las piezas que lo integran.
Así mismo, como reclamo, el marketing de los programas incide en la capacidad de generar diseños novedosos, de cambiar la arquitectura (¿). Con imágenes propias de los videojuegos, recrean entornos verdes salpicados con edificios de formas sinuosas, a modo de nuevas urbanizaciones. Ajenas, eso sí, a la ciudad tal y como la conocemos. Unas imágenes que nos remiten al sueño de los arquitectos funcionalistas, segregando las actividades humanas en sectores: el polígono industrial, el residencial y el de ocio, pero con volúmenes curvos en lugar de prismas. Hasta alguno se ofrece como una solución para “democratizar la arquitectura”, ya que “permite a cualquiera diseñar y planificar proyectos de nueva edificación o de reforma en tres simples pasos”. Ya puestos, podríamos democratizar otros campos profesionales, por un procedimiento análogo: desde la medicina al derecho, o desde la enfermería a la veterinaria.
Ironías aparte, cabe preguntarse en qué medida el orbe de la arquitectura se está —nos estamos— preparando para este reto. No cabe duda que introducir la IA en los planes de estudio, tal y como están organizados, será un ejercicio difícil. Obligará a revisar el perfil de la titulación y a seleccionar contenidos: discriminar lo fundamental de lo accesorio, definiendo las capacidades básicas que abarcar. A la par, habrá que planificar una formación continua, acorde con el enfoque laboral, para quien se la vaya encontrando.
De momento, no parece preocupar al ámbito de la Academia. Aunque siempre existen excepciones: algún centro privado y alguna universidad pública, ambos en Cataluña, ya ofertan cursos de especialización en formato máster o posgrado. Tampoco semeja sobresaltar al área de las administraciones públicas; ni siquiera al campo profesional.
No obstante, la irrupción de la IA y las plataformas de software es insoslayable. Y en el campo arquitectural, ha de propiciar, como mínimo, que se abra un debate interesante y necesario, pospuesto principalmente por la reticencia de una parte del estamento profesional. El tema de fondo: la especialización en el ejercicio laboral, en similitud con lo que sucede en medicina o en derecho.
Nos preguntamos si el estamento profesional está preparado para este nuevo reto, o si, por el contrario continúa con la idea de un profesional que asume la plena responsabilidad de la obra, sin que esta condición repercuta en sus honorarios. [El V Estudio del Sindicato de Arquitectos señala que el 20% de las y los profesionales tienen unos ingresos brutos anuales iguales o inferiores al salario mínimo interprofesional, que el 55% ingresa una cantidad bruta entre 2.700 y 1.700 euros, y que únicamente el 20% supera los 39.000 euros brutos].
Es difícil pronosticar el impacto de la inteligencia artificial en el proceso del proyecto arquitectónico y en la profesión. Algunas personas opinan que es irrelevante, que es una herramienta más que aprenderemos a manejar, igual que hemos hecho con otras. Aparentemente, no es una revolución. Sin embargo, sí que introduce alteraciones profundas. Y apenas ha comenzado. Es una oportunidad, no de especular vanamente, sino de analizar cómo podemos valernos de ella para revisar nuestro futuro profesional, y el modo en que con ello contribuimos a mejorar nuestro hábitat. Al fin, esto debería ser lo principal, ¿no?
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