Todos los padres tienen su hijo favorito

La ciencia valida la expresión «es el niño (o niña) de sus ojos» que los padres y madres escuchan tantas veces, aunque se apresuren a contestar que quieren igual a todos sus hijos

Las características de cada hijo interaccionan con las de los progenitores, lo que hace que se creen relaciones diferentes

Dos padres, 
con sus hijos. | Freepik

Dos padres, con sus hijos. | Freepik

ÁGATHA DE SANTOS

Las hijas, los hijos mayores y aquellos que son responsables y amables reciben un trato preferencial de los padres. Así lo sostiene un estudio de la Universidad Brigham Young (BYU) publicado en la revista Psychological Bulletin, que analizó los datos de 19.000 participantes de distintos países para entender qué factores influyen en el trato diferencial que los padres dan a sus hijos. De este trato preferencial hablan también expertos como el divulgador Jeffrey Kluger, que en The sibling effect (El efecto de los hermanos) afirma que el 95% de los padres tiene un hijo preferido y el 5 restante miente al negarlo; y la psicóloga Ellen Weber Libby, autora de The favorite child.

«Ser justos con nuestros hijos es una tarea difícil. Ningún hijo es igual a otro y tratarlos siempre de igual modo puede ser complicado», afirma en The Conversation Mónica Rodríguez Enríquez, doctora en Psicología y profesora en la Universidad de Vigo.

Para la psicóloga Diana Rodríguez, el trato diferenciado a los hijos no tiene por qué ser algo negativo. «Lo más común, sano y justo es que se dé un trato diferenciado a los hijos», afirma.

Esto no quiere decir, en opinión de Roberto Antón, que haya favoritismo. «Personalmente, no hablaría de favoritismo parental. Creo que se trata más bien de las diferencias existentes en diversos momentos entre las diversas relaciones que se van generando entre un progenitor y su hijo o hija, y viceversa», afirma este psicólogo, presidente de la Asociación de Terapia Familiar e Mediación de Galicia y profesor de la Universidad Internacional de Valencia (VIU).

Estas relaciones, añade, cambian constantemente por diversos factores: personalidad de las personas implicadas, factores externos que inciden en las dinámicas relacionales y desarrollo de los diversos integrantes, entre otros. «Es tan relevante pensar en cómo se siente el adulto como pensar en cómo se siente el menor, y cómo es la relación entre ambos en un momento determinado», explica.

Según Alba Fernández, psicóloga general sanitaria y educativa, los padres no siempre desarrollan las mismas relaciones con todos sus hijos, algo en lo que influyen numerosos factores, desde el momento de nacimiento del hijo y las expectativas puestas en él hasta el temperamento, gustos y aficiones del niño. «Aunque es un tema controvertido y silencioso, en consulta nos encontramos, en numerosas ocasiones, con dinámicas familiares disfuncionales que acaban promoviendo la desigualdad entre los distintos miembros de la familia», expone.

Los expertos coinciden en afirmar que, muchas veces, los padres no se dan cuenta de su predilección por uno de sus hijos. «El favoritismo puede ser un proceso inconsciente. Las características de los hijos interaccionan con las de los progenitores, pudiendo generar reacciones diferentes. Los padres se sienten más competentes cuando perciben que sus hijos son más fáciles de guiar, responden bien a los límites y generan menos conflictos», afirma Mónica Rodríguez.

Alba Fernández subraya que es en consulta donde los padres se dan cuenta de este trato diferencial. Pero, ¿significa esto que a los demás se los quiere menos?

«El amor, generalmente, es el mismo. No obstante, la compatibilidad de caracteres puede ser diferente y esto nos hace congeniar más con un hijo que con otro», comenta Diana Rodríguez.

En idénticos términos se expresa Alba Fernández: «Muchas veces, los padres se sienten más cómodos con unos hijos que con otros, por los intereses comunes, temperamento, aficiones, personalidad..., pero esto no significa que no quieran a los demás. Lo que es interesante, siendo consciente de esa conexión, es hacer el esfuerzo por conocer, visibilizar y validar a los otros hermanos».

El profesor de la VIU recuerda que el sentimiento de querer a un hijo es uno de los más intensos que puede tener el ser humano. «Entonces, ante la pregunta de si se quiere intensamente a todos los hijos, la respuesta habitual sería que sí. Otra cuestión relevante que tiene que ver con ese sentimiento es la relación existente en un momento determinado, y ahí sí puede ser diferente. La relación influye en el sentimiento y el sentimiento en la relación», explica.

El favoritismo no solo puede generar rivalidad entre los hermanos, según advierte el estudio de la Universidad Brigham Young, sino que también puede tener efectos duraderos en el bienestar de los hijos que perciben menos atención por parte de sus padres. Así, son más propensos a tener problemas de salud mental, bajo rendimiento académico y relaciones conflictivas en la adultez.

«El favoritismo (independientemente de su existencia o no) que pueden sentir los hijos en un momento determinado puede tener un impacto importante en las relaciones, puesto que, si un hijo siente que se favorece, por la razón que sea, a otro, esto puede generar dificultades de relación entre los diversos miembros de la unidad familiar», argumenta Antón.

Diana Rodríguez habla del efecto Pigmalión, también conocido como efecto Rosenthal, un término que se utiliza para referirse a la potencial influencia que ejerce la creencia de una persona en la otra. «Según cómo nos valoren, nos valoraremos, o como decía Santa Teresa: ‘Búscame en ti, búscate en mí’», sostiene.

También puede tener impacto en el hermano que recibe una atención preferente. «Si en el hijo no visto puede dar lugar a heridas emocionales por rechazo, abandono emocional, injusticia y, en el peor de los casos, humillación, un exceso de permisividad o alabanza tampoco acabará siendo saludable para la autoestima ni el bienestar socioemocional del niño, ya que lo podría llevar a una distorsión sobre su autoestima, creyéndose superior al resto de personas que interactúan con él, o no dotarle de habilidades necesarias para la tolerancia a la frustración o bienestar socioemocional», afirma Alba Fernández.

Según Antón, si la situación de favoritismo no se revierte y ese sentimiento de que se prioriza a otra persona persiste, puede generar dinámicas relacionales que se pueden enquistar con el tiempo.

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