INVESTIGACIÓN
La teoría sobre las últimas horas de la pez diablo encontrada en la costa de Tenerife: arrastrada a la superficie por una fuerte corriente
El animal, de apenas ocho centímetros, permanece conservado en una solución 70% de alcohol en la colección húmeda del Museo de Ciencias Naturales (MUNA), donde ayudará a seguir arrojando luz sobre las inhóspitas aguas abisales.

El Día / La Provincia

El cuerpo inerte de la pez diablo negro más famosa de internet flota en uno de los cientos de tarros de cristal de los sótanos del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife. En una concentración líquida compuesta en un 70% por alcohol, el pequeño especímen –de apenas ocho centímetros– ha sido recibido en el museo tinerfeño con expectación. Y es que aunque este Melanocetus johnsonii no es una especie nueva para la ciencia ni el primer ejemplar que compone esta colección húmeda, sí que es "rara de encontrar" y mucho más aún en las condiciones en las que ha llegado al museo: sin un solo rasguño. La oportunidad para estudiarla abre la puerta a conocer mejor la fauna de las inhóspitas profundidades del mar canario.
Las razones que le llevaron a emerger a la superficie son aún un misterio que probablemente nunca se resuelva. La principal hipótesis es que pudo ser arrastrada por una corriente desde los entre 200 y 3.000 metros de profundidad en los que se encuentra su hábitat, hasta la superficie del mar tinerfeño. "Si atendemos a las características puramente oceanográficas de los océanos, en este caso del entorno marino de Canarias en ocasiones se producen ciertas surgencias de aguas profundas, lo que se conoce habitualmente como líneas de deriva, que pueda haberla arrastrado", asevera Alejandro de Vera, biólogo y conservador del MUNA, que asegura que el animal se halló precisamente en una de esas líneas de deriva.
Esta teoría se refuerza porque estos animales pertenecen a la comunidad del plancton, lo que significa que "no tiene suficiente capacidad de natación como para desplazarse hacia donde quiere", como explica De Vera. Sin embargo, los investigadores no descartan que "estuviese enfermo" o que algún arte de pesca profunda lo haya arrastrado hasta ahí, porque "en la zona también hay mucha pesca recreativa".

Perspectiva de la pequeña pez diablo. / Andrés Gutiérrez
Cuando el pez llegó al Museo lo hizo "en un estado de conservación excelente", tal y como explica el biólogo. La famosa pez diabla no tenía ni huesos rotos, ni defectos en la piel, ni marcas de mordedura; aunque su estado de salud no era demasiado "halagüeño" y, por eso, acabó muriendo al poco tiempo de llegar a los laboratorios del MUNA.
Tras su fallecimiento, los conservadores decidieron aplicar en ella una fórmula de conservación poco habitual. Normalmente, cualquier espécimen pasa primero por una fijación en formol para conservar todos los tejidos. A las 48 o 72 horas, se pasan a una concentración de etanol al 70%, puesto que es la "mejor forma de conservación". Sin embargo, el formol es un obstáculo para los estudios genéticos. "Por eso a veces cogemos primero una muestra del músculo para conservarlo y poder analizar con esa parte el ADN", resalta De Vera.
Con esta pez diablo negro hubo que buscar una alternativa. No en vano, "con su pequeño tamaño, este método tan agresivo podría provocarle daños". Así que decidieron conservarlo directamente en esta mezcla de alcohol. "Sabemos que las estructuras pueden deshidratarse, pero así no lo destrozamos y podemos conservarlo para futuros análisis genéticos", sentencia.
No es la primera vez que se encuentra uno un pez abisal en las costas de Tenerife. El museo también cuenta con un ejemplar de esta familia de peces, de similares características pero mucho más grande, que fue encontrado flotando en la Playa de las Américas en 2017. Tampoco es el primer ejemplar de Melanocetus johnsonii con el que cuenta esta colección. Una hembra aún más pequeña (de apenas dos centímetros), encontrada en Cabo Verde, 'duerme' desde 2005 en el MNA.

Ejemplar de pez abisal encontrado en Tenerife en 2017. / Andrés Gutiérrez
La directora del Museo de Ciencias Naturales, Fátima Hernández, ha aprovechado la ocasión para poner en valor las colecciones de especies que hay en los museos, y en específico el MUNA. "Tenemos millones de organismos vinculados al patrimonio natural canario, y estas colecciones son muy visitadas y solicitadas tanto por investigaciones nacionales y extranjeros", insiste. En este sentido, recordó que este tipo de antologías científicas están volviendo a ganar importancia. "Las colecciones museísticas quedaron olvidadas tras la década de los 80, y es ahora gracias a los fósiles y especies con las que contamos que se puede estudiar la crisis de biodiversidad así como los efectos del cambio climático o los contaminantes emergentes, como los microplásticos".

El biólogo Alejandro de Vera muestra parte de la colección del Museo de la Naturaleza. / Andrés Gutiérrez
Este hallazgo, aunque a nivel científico es más anecdótico que trascendental, ha puesto de manifiesto una realidad: la ciencia conoce más la Luna que el fondo del océano. En concreto, se estima que a día de hoy apenas se conoce el 3 o 4% de todos los organismos que viven el océano. "Los esfuerzos de los biólogos marinos se han puesto en la superficie, pero desconocemos las grandes profundidades, incluidas las comunidades bentónicas o los organismos que viven en las masas de agua", destaca Hernández.
La pez abisal podrá ayudar a ello, dado que es una especie que sobrevive a grandes profundidades sin luz y sometidos a una gran presión. "Son peces muy difíciles de ver y por su propio aspecto y su capacidad bioluminiscente llaman mucho la atención porque son como seres de otro mundo", concluye José Carlos Acha, consejero de Cultura y Museos del Cabildo de Tenerife.
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