«Las sectas operan con total impunidad en redes sociales»

Grupos de autoayuda o gurús de la vida sana pueden esconder detrás una de las cientos de sectas que a día de hoy están activas en España. Visibilizar la dominación que estas organizaciones ejercen sobre sus víctimas es uno de los objetivos del congreso nacional que se celebrará en Santiago en menos de dos semanas

Susana López Carbia

Santiago

La Asociación Iberoamericana para la Investigación del Abuso Psicológico (Aiiap) estima que en España operan al menos unas 400 sectas y muchos otros grupos que ejercen métodos coercitivos con sus víctimas pero pasan inadvertidos por su reducido tamaño. La entidad ultima estos días los preparativos del

IX Encuentro Nacional sobre Sectas, que celebrará en Santiago los días 28 de febrero y 1 de marzo.

Según sus estimaciones, hay cientos de sectas actuando impunemente en Galicia y en España... Impresiona...

Sí.

Es difícil dar un número exacto, porque algunas salen a la luz y otras, mucho más pequeñas, pasan desapercibidas. Pero cre

emos que h

asta una de cada cien personas puede haberse visto afectada por un grupo coercitivo, una cifra semejante a la de afectados por una enfermedad como puede ser la esquizofrenia, por poner un ejemplo.

Eso serían más de 400.000 personas en España. Y, sin embargo, aún parece que el de las sectas es un fenómeno casi de película, que nos queda lejos o que se produce de manera aislada...

En el imaginario colectivo existe una idea de las sectas muy desfasada. Pensamos en gente realizando rituales esotéricos y vestida con unas capas. Nada que ver con eso. Las sectas se presentan bajo una apariencia de un retiro espiritual o de sanación, bajo la promesa de enriquecerse... Tienen siempre una apariencia atractiva. A veces el anzuelo es «sánate de tus heridas en este retiro», o «aprende técnicas de estudio que te van a ayudar a ser un líder», o «sigue esta dieta y te curarás de tu dolencia».

Ya no son, por tanto, fundamentalmente religiosas...

Así es. Van mutando a la velocidad a la que cambia la sociedad. En una sociedad cada vez más secularizada, las sectas religiosas están más en retirada, aunque no han desaparecido. Basta recordar el reciente caso de las monjas de Belorado que rompieron con la Iglesia católica. También hay casos vinculados con religiones orientales, como el budismo y con filosofías como el mindfulness. Pero ahora, además, surgen otras sectas con motivaciones económicas, de sanación o psicológicas.

Muchos de esos grupos captan a sus víctimas a través de internet y de las redes sociales. ¿Qué debe hacernos desconfiar?

Que nos aíslen de nuestro entorno, que nos pidan dinero o que nos prometan soluciones milagrosas para, por ejemplo, enriquecernos, adelgazar o curar una enfermedad.

En este sentido, Internet es un paraíso para las sectas...

Por supuesto. Internet ha cambiado la fisonomía y el funcionamiento de las sectas. Ahora hablamos de sectas 2.0 o 3.0. Antes, cualquier sanador que tuviera una tienda solo podía influir en ese radio de acción. Ahora, con las redes sociales, puede llegar a miles de personas. No hay límites físicos. Lo hemos visto en el caso de Patricia Aguilar, una chica de Alicante que acabó en una secta en Perú. Y, por otro lado, ahora se puede estar enganchado a una secta o a un gurú sin salir de tu habitación.

Un gurú que puede perfectamente tener millones de seguidores en TikTok o Instagram...

Si te pones a buscar, es llamativo que exista tal cantidad de vídeos en YouTube, Instagram o TikTok con reclamos tipo «encuentra tu verdadero yo» o «saca rendimiento a todo tu potencial». Detrás de todo esto muchas veces hay posibles sectas. Y a veces es el caldo de cultivo del que sale una.

¿No hay manera de controlar a estos gurús u organizaciones?

Lo cierto es que las sectas están operando con total impunidad en las redes sociales. No hay ningún control sobre la gente que se vende como gurú del crecimiento personal, como sanador, como terapeuta, como coach... Títulos que no están regulados de ninguna forma y que cualquiera se puede atribuir para aprovecharse de la desesperación de mucha gente.

¿Quién tiene la culpa de esta falta de control sobre las sectas?

Por un lado, hasta ahora los cuerpos policiales han sabido muy pocas cosas sobre sectas. Poco a poco, parece que empieza a haber pequeñas unidades para perseguirlas, mientras que en temas de terrorismo, violencia en el fútbol o trata de personas hace mucho tiempo que existen unidades especializadas. En segundo lugar, está el tema de la legislación. El pasado mes de septiembre pedimos en el Congreso que la persuasión coercitiva sea considerada una forma de delito. Hay que actualizar las leyes para que los abogados, los fiscales y los jueces tengan los medios para poder actuar contra esta gente. Y, en tercer lugar, hace falta que los profesionales principalmente de la salud mental tengan formación específica sobre sectas. Somos muy pocos los profesionales que nos dedicamos a temas relacionados con grupos coercitivos que ejercen abuso psicológico y casi todos lo hacemos desde el ámbito privado y a través de asociaciones.

En Galicia fue especialmente sonado el caso de los Miguelianos, que finalizó con la condena de su líder, Miguel Rosendo, a nueve años de prisión por abuso sexual continuado. ¿Podría estar operando hoy en día un movimiento de este tipo sin que trascendiesen sus prácticas de abuso?

No te puedo decir si en Galicia está ocurriendo ahora mismo, pero todos los días vemos en los medios de comunicación casos de sectas donde ha habido abusos sexuales, consumo de sustancias, control sobre las víctimas, aislamiento de sus familiares... Ocurre todos los días, del mismo modo que todos los días hay casos de violencia de género. El de las sectas es un ejemplo más de abuso psicológico, en este caso grupal.

¿Cree que también las autoridades religiosas consienten de algún modo esos abusos?

Lo que es evidente es que en una organización grande como la Iglesia Católica puede haber grupos más o menos implantados en la sociedad en cuyo seno existen comportamientos sectarios. El Opus Dei es un ejemplo y, aunque no ha sido sancionado, el papa Francisco lo está sometiendo a una vigilancia estrecha.

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