«Hay que ver cómo las democracias actuales son un gran engaño»

El vasco está inmerso desde enero en una gira mundial con la que celebra 40 años de carrera y que pasará por Santiago el 15 de marzo

Fermín Muguruza.

Fermín Muguruza.

Carlos H. Vázquez

Madrid

¿Cómo se domina a una mayoría?

Es una de las preguntas que me remite al filósofo Elías Canetti, que tenía ese entusiasmo en intentar aprender sobre los movimientos de masas. Siempre me ha fascinado dejarme atrapar por esa energía que suele haber en una manifestación o en un acto deportivo. Es complejo porque la pregunta es muy general. En el caso de un concierto en directo, la sensación de poder que tienes cuando estás en un escenario, ante miles de personas que te siguen, es enorme. Y con ese poder también viene mucha responsabilidad. En mi caso, con los años he adquirido un compromiso de responsabilidad. Al principio era más salvaje o alocado, pero con el tiempo te das cuenta de que tienes que transmitir mensajes. Ya no es solo la canción en sí, sino también tu actitud en el escenario y tu entrega, que se convierten en un mensaje propio.

¿La edad apacigua?

La edad te da sabiduría. Pero, como decía, para alguien que hace canciones o películas, el objetivo no es dominar, sino transmitir. Transmitir conocimiento, experiencias. Si hablamos de dominar a una mayoría, podemos verlo a través de las reglas de manipulación que menciona Noam Chomsky o simplemente observando cómo los medios de comunicación actuales lanzan mensajes. Lo que me escandaliza hoy es cómo el propietario de una red social, Elon Musk, está tan presente en ella. Aunque no lo siga, sus mensajes aparecen continuamente. No entiendo cómo no somos capaces de decir: «Vámonos ya de esta red social». Aunque yo mismo sigo publicando ahí.

Dice el cantante Evaristo Páramos que hay una élite dominante y una mayoría aplastada que, si fuera consciente de su poder, podría darle la vuelta a la situación. Pero mientras estemos pasmados, nada cambiará.

Es una enseñanza clásica de Evaristo, muy sencilla pero a la vez muy compleja. Vivimos en un mundo dominado por una élite, y la mayoría no pertenece a esa élite. No estamos hablando del 1% que controla la riqueza, que con el neoliberalismo y los grupos de poder de las grandes empresas cada vez es más descarado. Incluso dictan la política. Articular respuestas desde la mayoría es difícil porque dentro de la izquierda seguimos fragmentados sin lograr unidad... hasta que llegue un momento de absoluta necesidad, como sucedió en Francia en las últimas elecciones, donde fueron capaces de organizar un Nuevo Frente Popular en una semana para evitar la mayoría del Frente Nacional. Necesitamos programas comunes y frentes amplios.

Pero mientras tanto, ¿tenemos lo que nos merecemos?

No, no creo en la fatalidad. El movimiento cultural que nos influenció en los años 60, antes de que surgiera el punk, en el País Vasco, resistía incluso a la censura. Se recuperaba la música en euskera, la poesía, el arte, todo tipo de cultura, a pesar de que estaba prohibido. Era una forma de rebelarse contra la idea de que habíamos perdido todas las guerras y de que íbamos a perder lo más esencial: nuestra lengua.

«Si no podemos hablar euskera en nuestro país, esta democracia debe ir al cubo donde comen los cerdos». ¿Por qué esta frase lo define todo, como dijo en Directa.cat?

Esa frase es del grupo Oskorri, de la canción Euskal Herrian Euskaraz. Cuando celebraron su 25 aniversario, canté con ellos, aunque no esa canción, sino Euskaldun berriaren balada, que habla de alguien que ha aprendido euskera, como yo. Albert Pla cantó la otra. En cualquier caso, me defino como radical, así que asumo esa frase como si fuera mía.

Evaristo, en la mencionada conversación, me decía que si le quedaran tres meses de vida, estaría en el equipo de Albert Pla. ¿En qué equipo estaría usted?

En el de Angela Davis. Es una de las personas que más admiro. Con Albert Pla ya estoy en su equipo, somos grandes amigos, incluso nuestras familias están muy unidas. Pero si me quedaran tres meses, sin duda estaría con Angela Davis, que nos sigue enseñando que la esperanza es una disciplina que se trabaja día a día.

Angela Davis dice que las dictaduras no han vuelto, sino que nunca se han ido.

Sí, efectivamente. Lo que ocurre es que a veces las dictaduras cambian de forma. Aquí en España, y en Latinoamérica, hemos visto leyes como las de obediencia debida o de punto final, que han permitido que la impunidad continúe. Además, hay que ver cómo las democracias actuales son un gran engaño. Votamos, pero solo podemos elegir entre partidos que están respaldados por esos poderes económicos que los sostienen. Hay pequeños resquicios por los que, de vez en cuando, podemos abrir un hueco mayor. Por eso siempre he defendido el Frente Popular, como el de Salvador Allende en Chile, o ahora en Colombia con Gustavo Petro, que viene del M-19 y logró llegar al poder, aunque esté siendo dificilísimo. El gobierno de Petro, por ejemplo, está siendo muy complicado, pues el poder económico desde fuera, desde Miami, intenta desestabilizar la situación. Esa frase de «haz que grite la economía» realmente me aterra. La hemos vivido quienes ya tenemos cierta edad, como con el Plan Cóndor, que se fue adaptando al contexto de cada país. Las dictaduras son diferentes hoy. No es la dictadura franquista, pero entiendo lo que dice Angela Davis: las formas de control persisten. Ella apoyó en su día a Barack Obama en su momento y luego fue crítica con él. De manera similar, yo apoyo cosas como la legislatura actual, a pesar de lo crítico que soy con Pedro Sánchez. A veces nos bombardean tanto con las incoherencias que llega un punto en el que no podemos ignorarlas, como el hecho de que seguimos vendiendo armas a Israel mientras se comete un genocidio. Es una impotencia enorme.

El exgeneral de la Guardia Civil Enrique Rodríguez Galindo, que quiso hundir a Negu Gorriak y a la discográfica Esan Ozenki al acusaros de «daños al honor y difamación del buen nombre» por la canción Ustelkeria, luego fue encarcelado por el caso GAL. Pero fue puesto en libertad en 2004 con el PSOE en el Gobierno. Si hubiera pasado ahora, ¿cree que el PSOE actual lo habría excarcelado?

Probablemente sí. Tenemos un ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que ha sido vinculado a casos de tortura. En este país hay mucha gente que participó en el terrorismo de Estado y nunca fue juzgada ni condenada. Y aquellos que sí lo fueron, como Galindo, incluso fueron condecorados después. Es muy significativo el trabajo de las víctimas de ETA que ahora luchan por la convivencia.

¿Esto hace callo?

Sí, hace callo, pero también desgasta mucho. Tras la muerte de mi hermano Íñigo y la pandemia, que fue un infierno para mí, me costó mucho animarme a hacer esta gira. El confinamiento fue muy duro, sobre todo al estar en duelo. No poder salir, hablar con la gente, airearme... fue terrible. Esta gira es una forma de reaccionar a los ataques que he recibido. Decidí que tenía que salir y demostrar que sigo aquí, vivito y coleando. La aceptación ha sido increíble y me ha sobrepasado.

¿Ya no le alucina nada?

Me alucina la realidad. Está superando la ficción. No me podía esperar cosas como las que están sucediendo ahora.

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