Entre la angustia y la esperanza

Desde hace 15 año, el 9 de marzo se celebra en España el Día de las Personas Desaparecidas sin causa aparente. Más del 90% se esclarecen pronto, pero en el resto de las desapariciones los familiares quedan en un limbo de sufrimiento, atrapados entre la angustia y la esperanza

Fernando Cuadrado, con su familia, poco antes de su desaparición. |  EFE

Fernando Cuadrado, con su familia, poco antes de su desaparición. | EFE

Rafa López

A Coruña

Fernando, médico de 49 años y padre de tres hijos pequeños, salió a hacer unas compras al súper antes de celebrar el aniversario de boda con su esposa. Fue el 29 de diciembre de 1990 en A Coruña. Jamás se ha vuelto a saber nada más de él. Este caso, el más antiguo de los que figuran en la web de SOS Desaparecidos Galicia, es un ejemplo de la angustia que atrapa a las familias de los desaparecidos sin causa aparente, cuyo día nacional se conmemoró el pasado domingo, 9 de marzo. Algunos —pocos— ayuntamientos iluminaron sus fachadas en verde, el color de las familias de los desaparecidos, el de la esperanza.

En 2023, último año del que se tienen datos, hubo más de 24.000 denuncias de desapariciones en España, 65 al día, de las cuales el 92% se resolvieron. Actualmente quedan unas 6.000 personas desaparecidas en España. En Galicia, a cierre de 2023, había 54 desapariciones activas, según datos del Centro Nacional de Desaparecidos (CNDES). SOS Desaparecidos Galicia maneja actualmente la cifra de una treintena, aunque hay más, ya que esta asociación sin ánimo de lucro —constituida en Caravaca de la Cruz, Murcia, en 2010— está activa desde 2007, y solo recoge casos anteriores a ese año si los familiares lo piden aportando la denuncia o lo solicitan entidades oficiales, como la policía.

Que la esperanza es lo último que se pierde no es un tópico, es la realidad. Lo demuestran casos como el que se ha conocido esta semana, el de un vecino de Dúrcal (Granada) que en 1994 fue dado legalmente por muerto tras llevar diez años desaparecido y fue hallado sin vida en noviembre en Quart de Poblet (Valencia) como una de las víctimas de la dana.

Y en Granada se analizan también unos restos hallados en una cueva y que se creían prehistóricos, pero que podrían corresponder a una niña desaparecida en 1983 y a una mujer adulta a la que se perdió el rastro en la década de los 90 del siglo pasado en Huéscar, cerca de la gruta.

Décadas después de haber hallado sus restos, nueve personas desaparecidas han podido ser identificadas por el CNDES gracias a un nuevo método: rastrear el Boletín Oficial del Estado (BOE), informa la agencia Efe. La primera identificación por el BOE se produjo el pasado 18 de noviembre, un joven de 22 años cuyo cadáver fue hallado hacía 37 años en Coslada (Madrid). Al cierre de 2023 había en España más de 3.500 restos humanos sin identificar.

Más allá de la ciencia de datos y de los análisis de ADN, que han mejorado mucho en los últimos años, sigue siendo crucial difundir las fotografías de los desaparecidos. «El año pasado fueron localizadas 302 personas gracias al trabajo de difusión en la prensa de nuestras alertas y la colaboración ciudadana», señala Wenceslao Yáñez, coordinador de SOS Desaparecidos en Galicia, y cuyo hijo, Pedro Yáñez, desapareció en Ferrol en 2012.

«Hace un par de años, gracias a una llamada que tuvimos, localizamos a un hombre que llevaba años y años desaparecido. Una persona estaba enfrente de una cafetería tomando un café y nos llamó, y a partir de ahí lo encontramos», relata Wenceslao Yáñez para resaltar la importancia de difundir las fichas fotográficas.

La asociación SOS Desaparecidos está conformada por unos 50 voluntarios como Wenceslao, y algunos atienden teléfonos disponibles las 24 horas. Para activar una alerta y difundirla piden a la familia una copia de la denuncia para verificar que esa persona está denunciada como desaparecida, una foto de la persona desaparecida y, si es menor, una autorización firmada por los padres o tutores legales.

Algunas de las desapariciones ocurridas en Galicia han sido muy mediáticas, como la de Diana Quer, que se sustanció en un caso de asesinato, ya juzgado y condenado; o las de María José Arcos (Corrubedo, 1996) y Sonia Iglesias (Pontevedra, 2010), ambas rodeadas de sospechas de crimen. «Nosotros no discriminamos, le damos la misma difusión a todas las personas», recalca el coordinador de SOS Desaparecidos en Galicia. «Cuando desapareció Diana Quer, cerca hubo otra desaparición, la de un chico. No se buscó como había que buscarlo, porque no había medios, todos los de las fuerzas de seguridad del Estado estaban volcados con Diana Quer, y el pobre chaval apareció después colgado cerca de su casa», lamenta.

Si hay un perfil de desaparecido en Galicia, es el de un hombre mayor de 65 años: más del 80% de las fichas corresponden a varones, y más de un tercio superan la edad de jubilación cuando desaparecen. Los casos de mayores que padecen deterioro cognitivo, así como los de menores, son considerados de alto riesgo.

Yáñez considera que las búsquedas han mejorado mucho, pero tienen aún margen para perfeccionarlas. «En Galicia tenemos muchas zonas rurales, y se está demostrando que las personas que aparecen fallecidas al cabo del tiempo suelen ser halladas en un radio de 500 metros alrededor del lugar donde desaparecieron», subraya. Por ello resalta la importancia de desplegar unidades caninas cuanto antes, no porque los perros encuentren a los desaparecidos (solo localizan un 1 por ciento, según las estadísticas), sino porque permiten descartar zonas de búsqueda: si los canes han «peinado» una zona sin encontrar nada, ya no hay que buscar en ese lugar.

Han pasado ya quince años desde 2010, cuando el Congreso de los Diputados estableció por unanimidad que el 9 de marzo de cada año fuera el día nacional de las personas desaparecidas sin causa aparente. «Desde hace años SOS Desaparecidos le pedimos a la Federación Española de Municipios y Provincias la iluminación de los ayuntamientos con el verde esperanza, que es lo que tenemos los familiares de los desaparecidos. Nunca nos han contestado», lamenta Wenceslao Yáñez, que no abandona nunca la aspiración de encontrar a su hijo.

Un caso abierto en A Coruña que está cerca de cumplir 35 años

El doctor Fernando Cuadrado Conejo (Valladolid, 1941) está en paradero desconocido desde el 29 de diciembre de 1990, día en el que iba a celebrar el aniversario de boda con su esposa y unos invitados. Esa tarde salió de su domicilio, en la calle Almirante Cadarso número 5 de A Coruña, muy cerca del estadio de Riazor, para ir al supermercado a hacer unas compras. No se llevó la documentación. Era jefe de Rehabilitación del hospital Juan Canalejo (actual CHUAC), miembro de una asociación provida y padre de tres hijos de 1, 3 y 5 años.

La suya es la ficha más antigua en la web de SOS Desaparecidos Galicia. Figura allí a petición de la policía, que en 2020 recogió ADN de su familia y realizó un retrato robot para reflejar cómo habría cambiado la apariencia de este médico, que tenía 49 años cuando desapareció. Pasados 34 años, 2 meses y 8 días, hoy tendría 83 años.

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