Miles de gallegos viven con párkinson: «La esperanza de vida ha crecido mucho»

Entre el 20 y el 30% de los pacientes no tienen temblores con la enfermedad | La falta de un marcador biológico es una de las razones que pueden complicar el diagnóstico

Una sanitaria, en un pasillo del Clínico de Santiago. |  Xoán Álvarez

Una sanitaria, en un pasillo del Clínico de Santiago. | Xoán Álvarez

belén teiga

Santiago

A cierre del pasado año, el Servizo Galego de Saúde (Sergas) atendía a un total de 11.496 pacientes con la enfermedad de Parkinson —una patología de la que, excepto en una pequeña minoría en la que es hereditaria, se desconocen sus causas— o bien con parkinsonismo, un síndrome neurológico con síntomas parecidos, pero que se produce por otras causas. «No hay un marcador biológico, es decir, una prueba que con una alta probabilidad nos diagnostica la enfermedad de párkinson o nos la descarta», explica Ángel Sesar, neurólogo en el Hospital Clínico Universitario de Santiago (CHUS), quien puntualiza que se detecta a través de «los síntomas que tiene el paciente, lo que vemos en la exploración y la respuesta a la medicación».

«Si el paciente tiembla, el diagnóstico es más sencillo porque suele buscar antes ayuda especializada», señala el facultativo, a la vez que precisa que «entre un 20 y 30%» de ellos no presentan este síntoma. Sesar aclara que hay pacientes cuyo primer síntoma es que les empieza a doler el hombro o que hablan menos, cuestiones que en muchas ocasiones no se identifican con la enfermedad de párkinson: «Para los pacientes que no tiemblan, desde que van a consulta por el primer síntoma, pasa más de un año de media hasta el diagnóstico».

Sobre el perfil de las personas que padecen la enfermedad, el facultativo inciden en que la mayoría «tiene más de 50 o 60 años, aunque también tenemos pacientes mucho más jóvenes». Así las cosas, señala que aunque se da más en hombres, la diferencia «no es muy grande» con respecto a las mujeres.

Sesar detalla que el tratamiento que se da inicialmente a los pacientes es farmacológico: «Son medicamentos que o bien tienen levodopa, sustancias parecidas o que disminuyen la destrucción de levodopa y de dopamina una vez que el medicamento está en el organismo». Así, relata que durante unos años el tratamiento se basa en administrar y ajustar la dosis de estos tratamientos según como sea la respuesta.

Con el paso del tiempo, lo habitual es, según relata el facultativo, pasar a un tratamiento «de segunda línea». Por un lado, están los tratamientos de infusión, que «consisten en administrar durante 16 o 24 horas un medicamento de forma continuada, bien por vía subcutánea o bien haciendo un orificio en la pared abdominal y llegando directamente al estómago», detalla.

La otra opción es la cirugía, que consiste «en inhibir la función o la hiperfunción de una estructura cerebral que se llama el núcleo subtalámico. La actividad de ese grupo de neuronas está incrementado en la enfermedad de párkinson y hace que se deteriore mucho el movimiento. Si se disminuye esa hiperactividad, mejoramos los síntomas». Esto se consigue, según describe, «implantando un electrodo, estimulando continuamente esa zona y, si una neurona recibe corriente de forma constante, deja de funcionar». El año pasado se llevaron a cabo en el CHUS un total de 35 cirugías de este tipo.

Avances

Ángel Sesar hace hincapié en que el conocimiento sobre el párkinson «ha aumentado muchísimo», si bien incide en que «de momento eso no se ha traducido en la disponibilidad de un tratamiento que realmente frene la enfermedad». «Antes de la aparición de la levodopa, la esperanza de vida del paciente en el momento del diagnóstico era de siete años. Yo tengo pacientes que llevan más de 40 con la enfermedad. Esto ha sido un cambio tremendo», manifiesta.

En este mismo sentido, el neurólogo gallego declara que «la esperanza de vida de los pacientes con enfermedad de párkinson ha crecido mucho, se aproxima bastante a la esperanza de vida general».

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