La violencia se extiende en la red

El ciberacoso es una forma de violencia de género que afecta especialmente a las adolescentes y jóvenes. La violencia de género digital puede ir desde espiar su móvil, controlar sus contraseñas y geolocalizarla hasta subir imágenes comprometidas o difundir falsos rumores

Una joven, delante de la pantalla de
un ordenador. | |  EUROPA PRESS

Una joven, delante de la pantalla de un ordenador. | | EUROPA PRESS

ágatha de santos

A Coruña

La violencia machista también se sirve del mundo digital para hostigar, intimidar y humillar, mayoritariamente a adolescentes y jóvenes, ya que son los colectivos que más emplean las redes sociales. Respecto a esto, un reciente estudio de la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) revela que la tecnología juega un papel clave en el 77% de los casos de violencia de género entre menores españoles.

Según la psicóloga Xenia Perera, la facilidad con la que nos mostramos en la intercomunicación digital y el acceso directo a otras personas permiten que los espacios digitales sean empleados como vías para ejercer violencia, control y extorsión. También se manifiesta en la exigencia de acceso a aplicaciones de mensajería, que incluye el espionaje y la manipulación de información personal; amenazas en redes sociales; la vigilancia ,y el control de las comunicaciones con la finalidad de mantener a la mujer en un estado de control. «Es importante que entendamos este espacio de interacción como un espacio articulado a nuestra vida; no podemos ver estas conductas como algo que solo sucede en redes», explica esta especialista, máster en Intervención Interdisciplinar en Violencia de Género.

Las conductas más comunes de violencia machista cibernética son el control a través de los dispositivos móviles —desde hacerse con las contraseñas a controlar su actividad en redes y a geolocalizarla—, hasta difusión de rumores y contenido comprometedor en plataformas públicas, el envío de mensajes ofensivos, amenazantes o denigrantes, la suplantación de identidad con el fin de desacreditarla y, más recientemente, el empleo de la inteligencia artificial (IA) para acosar o ejercer violencia sexual de forma automatizada simulada. «En estos espacios de interacción social, las violencias también se articulan de una manera más compleja, pues no terminan cuando salimos de casa o del trabajo. Se mantiene y va con nosotros», explica.

Según Perera, normalmente la víctima no es consciente de que está siendo objeto de maltrato o acoso, sobre todo cuando comienzan a aparecer en la relación de pareja. «La concepción cultural que tenemos sobre el amor y sus demostraciones, las lealtades y lo esperado en una relación nos puede llevar a normalizar e incluso a justificar, al menos al inicio, situaciones como que mi pareja se enfade porque dejé el WhatssApp en leído y no respondí inmediatamente, o que me pida una foto de dónde y con quién estoy o mi geolocalización. Igualmente, ¿cuántas veces puede llamarme mi pareja al día sin que yo perciba que me está acosando?», afirma.

Por esa falsa creencia de que la pareja es un todo, la víctima puede incluso permitir que revise el contenido de su móvil y entregarle las claves personales para que tenga acceso libre a su actividad digital. «Esa misma idea hace que la víctima acceda a compartir imágenes íntimas porque ¿cómo dudar de mi pareja si incluso esa intimidad ya la vivimos?», añade.

Pero el ciberacoso puede ir más allá, advierte. «A veces se llegan a crear perfiles falsos de la víctima ofreciendo favores sexuales, concertando citas para después chantajearlas y haciendo circular información falsa», explica.

Fuerte impacto

Este tipo de violencia tiene un impacto notable en la víctima, en la que despierta sensación de inseguridad, indefensión y miedo, que va aumentando a medida que se mantiene en el tiempo. «Las redes en sí proporcionan suficientes herramientas al acosador para provocar efectos muy negativos en la persona acosada», detalla.

Según Perera, se ha intentado elaborar un perfil del acosador digital a partir de los rasgos del acosador de fuera de la red, como el narcisismo y las tendencias dominantes. Sin embargo, las peculiaridades de las redes —facilidad de mantener el anonimato y de desaparecer después, el fácil acceso a la víctima y el mayor alcance del acto, entre otras— hacen más variadas las realidades identitarias del acosador digital. «De hecho, se considera probable que el comportamiento fuera de las redes sea muy diferente», sostiene.

Perera reconoce que es complejo acceder a las estadísticas desglosadas sobre este tipo de violencia contra la mujer, ya que suelen englobarse en los delitos contra la intimidad y el derecho a la propia imagen. Para combatirla, la experta aboga por promover la sensibilización y la educación en igualdad. El acompañamiento psicológico y también jurídico es también fundamental.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents