Jesuitas reflexionan sobre el legado del Papa «de los pobres y los migrantes»

Religiosos que comparten orden con Bergoglio, entre ellos uno que coincidió año y medio con él en Buenos Aires durante sus estudios teológicos, destacan desde A Coruña los hitos de su pontificado: «Generó tensiones al hablar de la pederastia en la Iglesia o del tema económico»

Los jesuitas Antonio Bohórquez, Paco Zanuy y Beni Álvarez, en la Iglesia del Sagrado Corazón de  A Coruña.  | |  GERMÁN  BARREIROS/ROLLER AGENCIA

Los jesuitas Antonio Bohórquez, Paco Zanuy y Beni Álvarez, en la Iglesia del Sagrado Corazón de A Coruña. | | GERMÁN BARREIROS/ROLLER AGENCIA

A Coruña

Antonio Bohórquez, Beni Álvarez y Paco Zanuy se levantaron este lunes con la misma noticia que el resto del planeta: el Papa Francisco había fallecido a los 88 años tras unos meses delicado de salud. Lo hacía tras mandar un último mensaje en el que quiso prevenir contra quienes «desprecian a los migrantes, a los débiles y a los marginados». Los tres padres jesuitas, como lo fue Jorge Bergoglio, hablan desde el Centro Fonseca, sede de la orden en A Coruña, pero su mente viaja a aquel marzo de 2013 en el que vieron aparecer por primera vez al Papa Francisco en el balcón de la plaza de San Pedro.

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«Recuerdo que yo llevaba cuatro o cinco años como jesuita. Vivía en una comunidad con compañeros mayores y fue algo sorprendente. Un compañero preguntó: ¿hay algún jesuita en el cónclave? Decían, ‘sí, el cardenal de Buenos Aires’. No imaginamos que, minutos después, el nombre que iba a salir era el suyo», cuenta Antonio Bohórquez, el más joven del grupo a sus 37 años. Le sigue en edad Beni Álvarez, (53) Superior de los jesuitas coruñeses, que explica la razón de la sorpresa generalizada en la orden: «en las Constituciones de San Ignacio está que no se debería aspirar a cargos eclesiásticos, a no ser que la Iglesia te lo pida, como fue el caso», comenta.

La curia, efectivamente, pidió y Bergoglio asumió, dando comienzo a un pontificado que deja como impronta la sensibilidad social hacia los más vulnerables. Y lo hizo desde el principio. «Me impactó ese gesto de salir y pedir la bendición a la gente. Eso me ganó de él, que se comunicase desde abajo», reflexiona Paco Zanuy, de 83 años, que llegó a coincidir año y medio con Bergoglio en Buenos Aires durante sus estudios teológicos.

La sencillez de las maneras de Francisco se evidenció desde el momento en el que desechó los zapatos blancos de Pontífice en favor de los zapatos ortopédicos que le hacía su zapatero de Buenos Aires, y concluye, tras su fallecimiento, con la petición explícita de exequias sin boato y su deseo de ser enterrado en la basílica de Santa María la Mayor y no en San Pedro. Aunque aquel gesto del balcón fue elocuente, el estilo de Francisco estaba todavía por construir. Se fue edificando a lo largo de los 12 años que portó el Anillo del Pescador a través de homilías cercanas, manifestaciones aperturistas y reformas orientadas a ensanchar la base, a veces inmovilista, de la Iglesia Católica.

«Todos los Papas te sorprenden. Ratzinger tenía esa imagen de teólogo duro, y luego fue un hombre cercano y cariñoso. Con Francisco sorprendió lo que fue después, toda su preocupación por lo social, por la gente más necesitada, y ese deseo de dialogar con la gente. Hasta en sus discursos buscaba la interacción con las personas», enumera Beni Álvarez. Bohórquez destaca otro elemento que, en estos días de reseñas biográficas y mensajes de condolencia, puede pasar desapercibido: la coherencia entre Bergoglio y Francisco. «Cuando uno se pone a ver los documentos que escribió como cardenal en buenos Aires, se ve que no hay ruptura entre lo que fue Francisco y lo que era Bergoglio. Hay unas líneas de fondo que respondían a su perpetuidad personal», señala.

De los tres, Paco Zanuy es el que ha visto más Papas: un total de seis pontífices, desde Pío XII hasta Francisco. Ahora verá a un séptimo, pero no se inquieta ante el nombre que anuncie próximamente la fumata. «Cada época tiene un Papa que es hijo de su historia, del momento que le toca vivir. Creo que, quien venga, no va a traicionar el legado de Francisco, pero lo hará a su manera. Eso será válido, y así tendrá que ser, pero hay pasos que no tienen vuelta atrás», señala.

¿Y cuál es el legado de Francisco? Para Paco Zanuy, el último pontífice será recordado «por su acercamiento a las fronteras de este mundo, a la migración, la pobreza, las cárceles y las guerras», señala. «Sus viajes no han sido a grandes países, ni a las Naciones Unidas, sino a lugares del mundo con pocos cristianos, lugares sufrientes. Le critican que no haya venido a España, pero quería ir a la isla del Hierro, donde están apelotonados los migrantes. Acercó a la iglesia a los sencillos», reflexiona.

Un compromiso de apertura que en ocasiones le granjeó críticas, internas y externas, de los sectores más conservadores. «Tal vez generó tensiones al enfrentar problemas como el de la pederastia en la Iglesia o el tema económico del Vaticano, que estaba casi en bancarrota», valora Zanuy. Beni Álvarez destaca del Papa Francisco que no titubeó en la defensa de sus posiciones, independientemente de quien tuviese delante. «No tenía miedo. En su último acto oficial fue capaz de defender ante el vicepresidente de los Estados Unidos que los migrantes tienen su lugar en el mundo. Creo que es un profeta de nuestro tiempo, de las pocas veces que en nuestro mundo se denuncian cosas que la gente prefiere callar o ignorar», añade.

Bohórquez, por su parte, se queda con su revolución evangelizadora o su vínculo con los jóvenes. «Para mí la clave es que puso todas las estructuras de la Iglesia al servicio de la evangelización, que es para lo que tienen sentido. Llegó desde América, casi tradicionalmente tierra de Misión, a Europa, como a decir que aquí hace falta un nuevo anuncio. Es algo que inspira e impulsa», comenta el sacerdote, que destaca su capacidad para implicar a los jóvenes en su mensaje «para que fueran protagonistas y tomasen parte en la historia».

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