Un tercio de gallegos de 12 a 18 años presencia insultos y discriminación
El trato vejatorio se produce más en el entorno educativo y se da por razones de salud mental, física u orientación sexual | El área de Galicia se sitúa en puestos intermedios

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elena ocampo
Un tercio de los adolescentes gallegos sufre actitudes prepotentes —responden que de forma frecuente su entorno actúa «como si fuera mejor que ellos»— y son objeto de agresiones físicas, diana de motes e insultos algunas veces al año. Así lo desvela un estudio que alerta de la discriminación como factor de vulnerabilidad entre los 12 y los 18 años.
«Más del 54% de los jóvenes en esta franja de edad han sido testigos de estas situaciones, sobre todo en los centros educativos», según concluye la investigación La estigmatización y la discriminación como factores de vulnerabilidad en la adolescencia, impulsada por el Observatorio Social de la Fundación «la Caixa» y liderado por un equipo de investigadores de la Universidad de Valladolid. Este sitúa a nuestra comunidad —dentro de la zona noroeste Nielsen, donde el índice de discriminación se sitúa en casi el 19%— en una posición intermedia, pero los datos confirman que el problema es transversal.
Burlas, desprecios. Lo han visto en los pasillos del instituto, en las aulas, en el patio. Y lo constata el informe, basado en una encuesta online a 1.000 adolescentes. Más de la mitad de los jóvenes gallegos ha sido testigo de actos discriminatorios, casi siempre ejercidos por otros adolescentes y en el entorno educativo. En general, entre los motivos más habituales, señalan el origen étnico (26%) o características «no normativas», el aspecto físico (23%), problemas de salud o rasgos de personalidad (13%) y la identidad de género u orientación sexual (8%). Mientras, una cuarta parte afirma no saber por qué se produjeron esos episodios.
La investigadora principal del estudio, Clara González Sanguino, insiste en que lo «no normativo» se convierte en un blanco fácil: «Los adolescentes con alguna discapacidad, enfermedad física, problemas de salud mental, o que conviven con personas que los presentan, son discriminados significativamente más que el resto». «Lo que se sale de la norma —añade— es un factor de vulnerabilidad. Y eso deja huella».
El 13,5% de los encuestados asegura sufrir con frecuencia motes o insultos, y el 6,2% afirma que son amenazados o agredidos varias veces al mes. Además, hasta un 30% dice percibir que otros se comportan como si fueran superiores a ellos, y cerca del 17% siente que se les trata como si no fueran inteligentes.

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«Reírse también duele»
Iolanda, una adolescente coruñesa de 15 años, recuerda cómo en primero de ESO sus compañeros comenzaron a burlarse de un chico nuevo por su forma de hablar: «Era marroquí. Le imitaban, le ponían motes. Él no decía nada, pero se le notaba en la cara. Un día lo vi llorando en el baño». Testimonio similar al de Lucas, de Pontevedra que con 16 años, lo vivió en carne propia. «Soy bastante alto y delgado. En Primaria se reían de mí por eso, y en Secundaria empezaron con bromas sobre si era gay. No lo soy, pero da igual. Lo dicen para hacer daño. Reírse duele más de lo que parece», relata.
La orientadora de un instituto de Ourense, Paula Villar, reconoce que los centros educativos todavía no siempre cuentan con herramientas suficientes para afrontar estas situaciones. «Se ha avanzado en protocolos, pero nos falta tiempo para hacer prevención y escucha activa. Cuando el daño ya está hecho, cuesta más».
Aunque Galicia se sitúa en posiciones intermedias en cuanto a percepción de discriminación, el estudio no encuentra diferencias estadísticamente significativas entre áreas Nielsen. Algunas regiones, como el Noreste, Levante o Canarias, sí registran valores ligeramente más altos, pero los investigadores insisten en la cautela. «En zonas como el Noreste o Levante, los adolescentes reportan más a menudo que otros actúan como si fueran superiores, o como si ellos no fueran inteligentes. También afirman sentirse tratados con menos respeto», señala González Sanguino. «Pero estas diferencias —dice— no son significativas desde el punto de vista estadístico».
Más, en grandes ciudades
Este patrón sugiere que la discriminación no está ligada a un territorio concreto, sino que atraviesa todas las realidades sociales. De hecho, el estudio apunta que los jóvenes que viven en grandes ciudades (más de 200.000 habitantes) declaran más experiencias de discriminación que los de entornos rurales.
«La discriminación entre los adolescentes sigue existiendo, especialmente entre personas de colectivos históricamente vulnerables», afirma González. Y añade: «Los jóvenes con problemas de salud mental o física pueden ser doblemente vulnerables: tienen que lidiar con su situación personal y con el rechazo del entorno». Desde el ámbito educativo, profesionales llaman a reforzar los programas de prevención desde edades tempranas.
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