El largo y sinuoso viaje hacia la maternidad
Entre el 15% y el 17% de la población española tiene problemas para concebir, según datos de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF). Sin embargo, la infertilidad es un tema que resulta incómodo, por lo que apenas se habla de él. Muchas parejas se enfrentan a la incomprensión y afrontan en silencio el largo e incierto viaje hacia la maternidad

Una de las parejas que participan en «Madres invisibles». | / L. O.
Ágatha de Santos
"Vete de vacaciones, ya verás como te quedas embarazada", "Relájate y lo conseguirás", "Y los hijos, ¿para cuándo?", "Se te va a pasar el arroz", "Sin hijos se vive mejor". Estos son algunos comentarios que se suelen realizar a las parejas en general y, más particularmente, a las mujeres en relación a la maternidad, expresiones que dan por sentado que para tener descendencia solo hay que proponérselo y que para quienes no pueden concebir caen como un hachazo. "Son comentarios terribles y superdolorosos", reconoce la gallega Ana Álvarez.

Una mujer, en una consulta de fertilidad en otro fotograma del documental. | L. O.
Según Helena Fernández, presidenta de la asociación Red Nacional de Infértiles (RNI), una de cada seis parejas no puede concebir, lo que supone cerca de un millón de personas en España, sin contar las mujeres que quieren ser madres solas y las personas del colectivo LGTBI+. En todo caso, el viaje hacia la maternidad es largo, sinuoso y duro. En él, se entretejen el miedo, la frustración, la incertidumbre y el vacío que sienten estas personas al no poder tener hijos.
Madres invisibles. Cara a cara con la infertilidad, dirigido por Quim Badenes, muestra la parte emocional, íntima y muchas veces silenciada de los procesos de infertilidad. "No es un documental médico ni técnico; es una llamada a mirar cara a cara una realidad que afecta a muchas más personas de las que creemos y de la que apenas se habla", afirma Helena.
El documental, que ha tardado en realizarse seis años por falta de apoyos, está disponible en la plataforma Filmin y que el próximo día 4, Día Internacional de la Infertilidad, se proyectará en los Cines Girona de Barcelona en el marco del evento especial que este colectivo de pacientes organiza para dar visibilidad y romper con el estigma de un problema de salud que continúa resultando incómodo, lo que hace que quienes lo padezcan lo vivan en silencio y se enfrenten a la incomprensión social.
"La infertilidad es algo que va contigo siempre, a pesar de haber conseguido ser madre", reconoce la gallega Laura Quiroga, que, con 40 años, decidió cumplir su sueño de ser madre a pesar de que en ese momento no tenía pareja.
Después de casi cinco años y ocho tratamientos, Laura dio a luz a su hija Alba (4 años), gracias a la donación de embriones, un tratamiento al que se sometió en una clínica de Sevilla. Para que pudiera costearse este procedimiento médico, sus padres repartieron parte de la herencia entre sus hijos.
En este largo y sinuoso camino, la Red Nacional de Infértiles fue un importante apoyo para Laura que, como muchas personas infértiles, necesitó ayuda psicológica. Estar en contacto con otras personas que estaban viviendo o habían vivido la misma situación de incertidumbre y frustración que ella le ayudó, asegura, a sentirse menos culpable por no poder tener hijos. Y menos sola también. Por ello, ahora es ella quien ayuda a otras madres y parejas infértiles, prestándoles apoyo emocional y acompañamiento, aunque esto, a veces, le resulte duro.
"A mí me ayudaron mucho otras mujeres en mi misma situación. Por eso, siento que ahora me toda a mí, y me gusta hacerlo, aunque cuando el resultado es negativo, revives lo que tú pasaste: cada tratamiento, cada desengaño, los efectos secundarios de los tratamientos. Pero cuando es positivo, la alegría también la sientes en parte como tuya", comenta. Reconoce que le hubiese gustado dar un hermano a Alba, pero su situación como madre soltera, la edad y las secuelas que en ella han tenido los tratamientos la hicieron desistir. Este no es el caso de Ana Álvarez (40 años), con quien coincidió en la unidad de reproducción asistida de Vigo. Ana, que vive en el Baixo Miño, es madre de una niña de cuatro años y de un niño de dos.
Las pruebas de esterilidad que les realizaron a Ana y a su marido no arrojan cuál es el motivo por el que no pueden engendrar. "A priori no hay nada mal ni en mi útero ni en el esperma, pero nunca hubo un embarazo, por lo que nos citaron para hacer una inseminación artificial. Me sometí a cuatro, pero ninguna salió adelante", afirma.
Reconoce que una de las cosas más duras a las que se enfrentó fue el ver cómo otras parejas amigas comenzaban a ser padres. "Para mí, lo peor era la culpabilidad al ver cómo mis amigas se quedaban embarazadas y yo no. Me alegraba por ellas, pero al mismo tiempo sentía envidia. Me ayudó a sobrellevarlo que nunca oculté la infertilidad. Callarte las emociones que te despierta y llevar el proceso en silencio es devastador porque nadie te garantiza que vayas a poder conseguirlo", asegura.
Al final, se quedó embarazada en el primer intento de fecundación in vitro. Para ser padres por segunda vez, la pareja tuvo que recurrir a la sanidad privada. "Los recursos que destinan a la reproducción asistida son limitados y al haber tenido una hija sana y no tener ya ningún embrión congelado, no entramos en los requisitos del Sergas. Me parece muy injusto porque no todas las parejas tienen recursos para sufragarse un tratamiento de fertilidad. Al final, ser padres es una cuestión de privilegios y no debería serlo", afirma.
En su opinión, esta falta de recursos públicos deja "abandonadas a las parejas infértiles". "El trato es bueno, pero la lista de espera es de un año y el tiempo pasa para todos", afirma Ana, que reclama una mayor inversión en medios y personal para dar respuesta a un problema que afecta a miles de personas. "Ser padres no es un capricho, es una cuestión de salud", insiste.
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