Cómo (intentar) sobrevivir a la selectividad
Algunos jóvenes ven en la selectividad un punto de inflexión por entender que se juegan su porvenir a una carta. No obstante, desde el departamento de Orientación de los institutos recuerdan que «hay opciones» más allá de la PAU, que se puede repetir o hasta dar un rodeo. Al tiempo, avisan que ni Roma, ni el futuro, se construyen en un día y que no se trata de un «sprint», sino de una carrera de fondo

Trabajadores ordenan los exámenes de selectividad del pasado año. | Jesús Prieto
C. Villar
Los incendios se apagan en invierno, con la prevención, y algo similar ocurre con los exámenes de selectividad. Desde el colectivo docente aseguran que estas pruebas empezarían a prepararse ya «en la ESO, con la adquisición de buenas técnicas de estudio, establecimiento de horarios, el incremento progresivo de la capacidad de trabajo...». Así opinan orientadores como Cristina Albés. La labor de asesoramiento de estos profesionales para ayudar a los jóvenes a dirimir cuáles son sus opciones y qué pasos deben seguir para dimensionar sus expectativas es fundamental, sobre todo ahora que la cuenta atrás de la que ha vuelto a rebautizarse como PAU (Proba de Acceso á Universidade) está a punto de acabar.
«Desde mi punto de vista y por lo que hemos constatado en el centro, la selectividad es una carrera de fondo», explica Albés, que ejerce como orientadora en el IES de Teis y que recoge aportaciones del equipo docente en sus reflexiones. «La preparación empieza antes. Si el alumnado no está acostumbrado a destinar tiempo al estudio, a buscar información, a interpretarla, a ser consciente de lo que está aprendiendo..., va a tener más dificultades a la hora de resolver llegado el momento», afirma.
Para las últimas etapas, se suele recomendar a los aspirantes que «organicen bien el estudio», pero se trataría «más bien, de un repaso». «No podemos esperar a estos momentos para preparar la PAU», advierte Albés, en alusión, sin decirlo, a darse atracones sin que haya trabajo previo. «Lo que no se debe hacer es ponerse el día antes a estudiar como si repente se les hubiese olvidado todo. Hay que tomar tiempo para relajarse, hacer actividades físicas. No estudiar hasta el último momento por la noche, sino llegar descansados; dormir bien y alimentarse bien», aconseja. Además de hábitos «saludables», también ayuda, menciona, tener el material preparado de antes: calculadora, DNI..., o saber cómo se va a llegar a la prueba...
Este año el alumnado está «más preocupado» que en ejercicios anteriores, reconoce, porque acude a la selectividad «con todo el temario» y, aunque tiene algunas opciones entre las que elegir, toca responder a todas las preguntas. Eso, admite, «aumenta la dificultad». «Antes iban sobre seguro y esta vez, al ser el primer año, no saben con qué van a encontrarse», añade. Aunque Albés reconoce que los modelos de examen fueron publicados —la CiUG, de hecho, fue la más madrugadora de todas las comisiones— y que se trabajó con ellos, la propuesta es «más de comprensión, más argumentativa y menos memorística».
El principal temor de los chavales, dice, es a no aprobar. «Siempre les decimos: «si vas preparado, apruebas». El problema no es aprobar, sino alcanzar la nota en relación a la carrera que pretenden hacer, explica esta orientadora, pero, incluso así, su consejo a los jóvenes es «que se relajen».
«Se les recomienda gestionar bien la ansiedad y el nerviosismo. El que tengan preocupación por la nota se trabaja en Orientación porque vemos otros caminos para llegar al grado, a través de otras carreras o de un ciclo o repitiendo la PAU», explica. «No deben estar obsesionados por la nota y sí tener confianza en sí mismos porque se prepararon bien», insiste. En institutos como el vigués en el que trabaja el profesorado lleva entrenando al alumnado y familiarizándolo con la prueba desde que inicia el Bachillerato. «Se hacen como simulacros del examen para que sepan qué se van a encontrar», comenta. Después las respuestas y cuál sería la forma «más correcta» de abordarlas se analizan en clase. Así que, si bien concede que a los chicos la prueba se les antoja «vital», están «preparados para ella».
«Es importante que aprendan a relajarse, que respiren profundamente y se detengan a leer el examen. Realmente están preparados para hacerlo», subraya. «Lo primero», incide, es «leer con calma las preguntas, ver cuáles son más fáciles de responder y después ir haciendo las otras». «Se les recomienda leer con detenimiento el examen para contestar a lo que se les pide y no irse por las ramas», recalca. En relación al comentario de texto, por ejemplo, comenta que los docentes aconsejan «distribuir bien el tiempo para poder responder a las cuestiones», que presenten las respuestas «claramente y de forma ordenada y con un buen vocabulario, específico, que permita al corrector valorar que el alumno está contestando lo que se le pide». Serían claves «amplio vocabulario y correcta ortografía y forma de expresarse».
En resumen, expone, «tener bien preparado el examen ayuda a estar más tranquilo», también practicar relajación y respiración antes y durante y cambiar los pensamientos negativos (del tipo «voy a suspender») por otros como «estudié y voy a hacerlo bien».
La ‘apariencia’ del examen también cuenta
Garantizar que los exámenes sean evaluados en plazo es responsabilidad de los correctores, pero hay que tener en cuenta que reciben unos 120 por cabeza y que cada uno les lleva tiempo, como explica uno de los docentes que se encargará de los test de Lingua Galega e Literatura. De ahí que aconseje a los chavales que tengan en cuenta que otra persona leerá sus respuestas y que, «un texto con buena caligrafía, bien presentado, entra por los ojos». «No va a convertir un suspenso en un aprobado, pero se agradece, conscientemente o no, que te lo pongan fácil», comenta. Aparte, avisa, un texto «ilegible» no se puede valorar. Que la apariencia importa se deduce también de que considere «importantísimo» usar párrafos. «Ahora eso no existe; la tendencia es a escribir bloques interminables, una pregunta, un párrafo, cuando a lo mejor el texto incluye tres o cuatro ideas que, bien repartidas y estructuradas, se entenderían mejor». En esa misma línea, les sugiere a los aspirantes una «mínima planificación». Recuerda que para eso disponen de hojas en sucio, en las que pueden plantearse qué saben, cómo pueden ordenarlo para que se entienda bien, para jerarquizar y que lo importante vaya antes, para que dé tiempo...». La alternativa, lamenta, es que hablen de un tema, se pasen a otro y después regresen al primer punto y «une tú», ironiza. El mismo docente recomienda al alumnado que se tome su tiempo para leer bien las cuestiones y, caso de que se le presenten alternativas que elegir, pensar bien qué pregunta escoge para «evitarse disgustos y tiempo perdido»: «En años anteriores vi respuestas escritas hasta un punto en el que descubren que eligieron mal y las tachan y eso es tiempo perdido». Tratándose de un examen de Lengua, la ortografía importa y mucho. «Deben tener cuidado con la ortografía; he tenido que corregir exámenes de 10 o de 9 que se quedaron en un 8 o en un 7 y es una pena, incluso suspender», señala. Al respecto, insta a los chavales a que, si pueden, realicen una «revisión final» de lo escrito para verificar que «es coherente y tiene sentido» y para repasar errores gramaticales (acentos incluidos).
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