Las plantas, las nuevas mascotas... o hijas
‘Monstera’ logró el Premio del Público en el Festival de Cans. En él, el cuidado de una planta es el eje de la discusión de una pareja donde él considera al vegetal algo más. El corto muestra una tendencia: el ver a las plantas como las nuevas mascotas

La actriz Aïcha Villaverde, en una escena de ‘Monstera’.
mar mato
El cortometraje que más impactó a la audiencia en el pasado Festival de Cans de O Porriño —se llevó el Premio Estrella Galicia del Público— fue Monstera, firmado por los vigueses Diego R. Aballe (director) y Amanda Seijas (guionista). En él, el espectador presencia una profunda crisis de pareja en la que el hombre humaniza a sus plantas, en especial a una monstera.

Cartel del corto ‘Monstera’.
El chico, que está de viaje por trabajo, mantiene una conversación con su pareja por teléfono . Ella ha quedado al cuidado de sus plantas. Conocemos que él le ha pedido fotos de la monstera para quedar tranquilo de que está siendo bien atendida aunque la chica ha rehusado enviársela. Tal es la presión que llega un momento en el que la joven explota y exclama: «Pero si es una mierda de planta». Él se enoja y eleva el tono también para acusarla de «falta de respeto» y de ser una «niñata».
El filme deja constancia de una tendencia que ha ido creciendo en los últimos años especialmente tras la eclosión de la pandemia de covid: el convertir a las plantas en mascotas. Ya en 2021 un estudio de CraftJack en Estados Unidos concluía que para seis de cada diez estadounidenses «las mascotas eran los nuevos hijos y las plantas las nuevas mascotas».
Otra deducción curiosa fue que un tercio de las parejas casadas encuestadas habían asegurado que tener plantas en su hogar les ayudaba en el tránsito anterior a tener hijos, como si fuese una preparación.
Amanda Seijas, la guionista del corto Monstera, asegura que este tema le asombra. Explica que, para el filme, «nos parecía interesante mostraruna discusión de pareja que plantease un absurdo. Ahí entró la idea de un personaje obsesionado por cuidar una planta. Él está de viaje pero desea llegar a casa y verla. Se preocupa por ella pero es incapaz de cuidar la relación que tiene con su novia y es incapaz de cuidarse a sí mismo. La planta está por encima de él y de la chica».
Seijas añade que «es algo generacional lo de considerar a las plantas incluso como los nuevos hijos. En nuestro corto, para él, su novia es como Medea, como si estuviese maltratando a su hijo (la monstera). Él busca cubrirla para protegerla con una gabardina. Lo vemos y nos da un poco de risa aunque el corto es un híbrido de comedia y drama. Por eso, está siendo complicado distribuirlo» a pesar de que ya lleva dos premios.
El drama viene dado por la ruptura de la pareja a la que asistimos en medio de una historia que, por veces, puede parecer patética pero que en muchos puntos nos encoge por las señales de maltrato que muestra.
«Desde la exageración, señala el cineasta, podemos ver paralelismos de cosas que suceden en nuestro entorno. Teníamos la necesidad de hacer un trabajo actoral —a cargo de Aïcha Villaverde y Adrián Ríos— en el que una de las cosas más complejas fue alcanzar un punto de equilibrio: hablamos de un hombre mayor que está con una chica joven; están en el espacio de él por lo que él tiene el control territorial además del poder porque él es quien tiene el dinero [él trabaja y ella estudia]. Son dos personas que no saben cómo tratarse. Su relación está ahogada».
Para el director el amor por la planta es «un paralelismo de la maternidad y la paternidad. El espacio del corto está concebido como un invernadero donde la chica es una planta más para él, lo que ella se niega a ser. Fue muy interesante hablar con ese simbolismo. Es algo de la generación millennial el cuidado de las plantas. Queremos replicar en casa lo que nos falta en las ciudades. Necesitamos verde, necesitamos reconectar con la naturaleza, cuidar de algo que crece, que se desarrolla».
«Saber cuidar es muy importante —subraya la psicóloga gallega Ana Isabel Martínez Arranz— y tiene que ver con la salud mental el ayudar pero viendo hasta dónde está bien para que no nos arrastre».
En el estudio A grounded theoretic analysis of college students´attitudes regarding indoor plants and pets as moderators of daily stressors Lydia Dill —de la Bowling Green State University—señala que en la investigación contemporánea «las plantas son reconocidas cada vez más por su impacto positivo en la salud humana» por el «bienestar psicológico». Indica que la presencia de plantas vivas puede ayudar a sentirse más seguros y relajados o mejorar la autoestima.
Ana Isabel Martínez Arranz —del gabinete Mitate— reflexiona que «los humanos somos animales que estaban acostumbrados a vivir en conexión con la naturaleza. Multitud de estudios han demostrado los efectos de la naturaleza en el sistema nervioso calmándolo, reduciendo el estrés, aumentando la concentración».
Martínez defiende «conectarnos con el entorno que nos rodea» y no aislarnos. «Cuando introducimos las plantas en el interior elevamos al interior la conexión externa con la naturaleza», añade.
También señala la psicóloga que «para cuidar una planta tienes que ser paciente, constante, soportar la frustración porque les pasan cosas que no dependen de ti. Yo tengo una conexión emocional con las plantas; si les pasa algo, me preocupo». Eso sí, «indica que hay personas más sensibles que establecen vínculos con plantas que van más allá de lo sano. Es una muestra de otras dificultades en su nivel relacional».
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