La pornografía, una costumbre de jóvenes y sobre todo para chicos: «Se toma como un tutorial de sexualidad»
Un 81% de estudiantes gallegos de 14 a 18 años reconoce el consumo en el último año, más del doble que en las chicas | Expertos advierten de la violencia del material visionado

Un joven consumiendo porno. / David Castro
C. Villar
Solo un 13,2% de padres y madres piensan que sus hijos ven porno y menos, sobre la mitad, lo creen respecto a sus hijas. Lo constata un estudio en Baleares. En ambos casos se equivocan. El consumo de pornografía, que puede mediatizar las experiencias sexuales de los chavales porque quieran llevar a la práctica lo que les llega a través de la pantalla —y en la actualidad eso que ven online, advierten los expertos, representa escenas «de sexo crudo y violento»—, está mucho más extendido y más entre chicos que entre chicas. Si la Consellería de Sanidade avanzó ayer que comenzará a medir la adicción a la pornografía en adolescentes —y a Internet— para «actuar antes y mejor», por ahora hay ya datos de uso recabados por el Plan Nacional sobre Drogas a través de la encuesta Estudes —que pasa revista bianual al consumo de drogas entre estudiantes desde ESO a FP—, en la que ha incorporado un módulo que refleja la extensión de la conducta.
Según ese sondeo, de 2023, en Galicia un 81,4% del estudiantado masculino admite el visionado de pornografía en el último año, frente a un 35,4% entre sus compañeras de pupitre. En la encuesta Edades, la versión para adultos del estudio, quienes confiesan esa práctica caen en picado, si bien se mantiene ese desequilibrio.
El consumo de pornografía entre los más jóvenes de la casa ha sido uno de los puntos en los que han incidido el medio centenar de expertos —entre ellos los gallegos Antonio Rial Boubeta y Fernando Suárez— consultados por el Gobierno para elaborar un diagnóstico de apoyo a su proyecto legal para la protección de los menores en Internet. En el informe se dedica un prolijo capítulo al tema donde se advierte que «la pornografía actual, también llamada ‘nueva pornografía’, lejos de parecerse a las revistas a las que se podía acceder hace 20 años, representa en vídeos escenas de sexo crudo y violento, que incluyen escenas de violaciones y otros actos de violencia, incluso intrafamiliar, absolutamente inaceptable contra las mujeres y adolescentes». El problema es «aún más grave», enfatiza el documento, ya que niños, niñas y adolescentes acceden a ese material por la red cuando «no han desarrollado su capacidad crítica» y «están formando su concepto de sexualidad».
Una resolución del Consejo de Europa recogida en ese dictamen que maneja el Ministerio de Juventud e Infancia advierte que la exposición a estos contenidos «conduce a mayores riesgos de estereotipos de género dañinos, adicción a la pornografía, relaciones sexuales precoces y poco saludables y dificultades para desarrollar relaciones equilibradas y respetuosas en sus vidas futuras”, una valoración que comparte, a grandes rasgos, la vocal y coordinadora de la Comisión Feminista del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia, Concepción Fernández.
El sociólogo Lluís Ballester citaba al fiscal de menores, Eduardo Esteban, al indicar que «se toma el porno como un tutorial de sexualidad». Al respecto, Ballester avisaba de que en la pornografía «es muy frecuente el sexo en grupo y el mimetismo es clarísimo», en alusión a que ese visionado pueda conducir a más «manadas». Fernández alude a «un incremento notable de manadas y de agresiones sexuales cada vez más violentas o que buscan el sometimiento, el químico o el total». En juzgados de primera instancia y de violencia de género, añade, «así lo constatan», y también que «muchos de los agresores ni siquiera tenían una conciencia clara de que era una agresión» por considerarlo «normal».
Un artículo sobre cómo influye la pornografía en las experiencias afectivo-sexuales cotidianas de chavales de ESO en Galicia señala que «la opción más favorable a incorporar los guiones sexuales en la vida cotidiana es asumida principalmente por los varones». Según el trabajo, de Jorge Conde, Jorge García y Begoña Gómez, «un 10,1% de los participantes acepta o le es indiferente» la afirmación «es normal forzar a una mujer en una relación sexual», un «comportamiento delictivo», lo que juzgan «preocupante».
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