El Resurrection Fest cierra su vigésima edición convertido en leyenda junto a más de 140.000 seguidores

Los asistentes repiten experiencia en busca de un ambiente común, donde disfrutar de música y libertad en un entorno privilegiado. Ya hay fechas para el próximo año

Fuegos artificiales al cierre del XX Resurrection Fest.

Fuegos artificiales al cierre del XX Resurrection Fest. / @ResurrectionFestEG

Se esperaban a unos 120.000 asistentes y llegaron un total de 141.376 personas a una localidad de 15.000 habitantes para disfrutar no solo de un cartel que reúne a las bandas más icónicas del heavy metal, el rock and roll y demás sonidos contundentes, sino de un ambiente de unión, respeto, amor y libertad que recorre con su energía la experiencia de todos los presentes: desde el público llegado desde diferentes países, a las propias bandas que repiten al descubrir lo que ocurre cada verano en Viveiro, e incluso a cada uno de los trabajadores que, con su esfuerzo, hacen posible un acontecimiento de tales dimensiones. El Resurrection Fest cierra su vigésima edición contando una historia de éxito y superación, convertido en leyenda, con resortes sólidos que lo sostienen, entre los que destacan una familia de fieles seguidores y bandas amigas que regresan y hacen hogar. Es difícil escapar a la fuerza motriz del Resu; quien lo prueba, repite.

Termina la edición más multitudinaria del Resurrection Fest con actuaciones históricas que llenaron corazones y dejaron felices magulladuras en los cuerpos de los que se animaron a unirse al pogo. A pocas horas de los últimos acordes, la nostalgia ya es evidente entre los que recogen su maleta contando los días para la próxima edición del festival, que ya ha avanzado la primera de sus exclusivas: se celebrará del 1 al 4 de julio de 2026. El anuncio de las fechas permite a muchos marcar el calendario y comenzar a organizar las vacaciones del próximo verano con Viveiro en el epicentro.

Precisamente, gran parte de los asistentes amplían su estancia varios días para disfrutar de una reserva climática que permite respirar, de playas salvajes y naturaleza en estado puro, de rica materia prima y excepcional gastronomía…Unos recursos naturales de una zona que todavía no ha experimentado las inclemencias del turismo masivo. “Hemos venido desde Girona toda la semana también para descubrir los tesoros de la zona. Es nuestro segundo Resu y no será el último”, comentaba una familia desde la plataforma del Pandemonium, reservada para quienes buscan una experiencia VIP, con perfectas vistas al escenario. Un pase privilegiado que se suele vender con velocidad. Y es que el Resurrection Fest tiene suficientes atractivos por sí mismo para agotar los primeros abonos que salen a la venta sin anunciar qué artistas formarán parte del cartel.

La onda expansiva del Resurrection Fest llega también a los comercios de la zona, que cambian sus escaparates para mostrar una colección de vasos de las diferentes ediciones del festival o las nuevas publicaciones editoriales sobre los géneros musicales más extremos. Un fenómeno que trasciende a diferentes sectores como el grunge lo hizo en Seattle o The Beatles en Liverpool. El Resurrection Fest escribe la historia en mayúscula del único lugar que lo hace posible.

Cuatro días de gloria musical

La celebración del veinte aniversario del Resurrection Fest comenzó fuerte el miércoles 25 con una exaltación del heavy metal más mítico a cargo de los británicos Judas Priest. Los de Rob Halford demostraron que los viejos roqueros nunca mueren, con himnos multigeneracionales como Breaking the Law y Painkiller. No faltaron una entrada triunfal en Chopper y los múltiples cambios de vestuario para completar un enérgico concierto.

Las grandes estrellas del jueves no defraudaron a un público que todavía guardaba la espina de una cancelación en 2022. Aunque no era la primera vez para Korn en el Resurrection Fest, la banda de California desplegó un repertorio de gala para cumplir los deseos de su audiencia. Sonó Blind, Freak on a leash, Falling away from me, pero también hubo espacio para una exhibición de las habilidades del carismático Jonathan Davis, enfundado en su kilt, con la gaita escocesa. No hubo ni rastro de óxido en la ejecución de los referentes del nu temal. Korn brilló y llevó a su público a su propio trance.

Falling in Reverse fue la propuesta para encabezar el cartel del viernes. Los de Ronnie Radke pusieron el rap metal, con bases electrónicas, espectáculos de pirotecnia y actitud en un cóctel explosivo que conectó enseguida con los asistentes. Y las últimas dosis de energía se reservaban para la traca final del sábado. Slipknot descendieron del olimpo del metal para derrochar fuerza y maestría en un escenario donde ya se juega en casa. Sonó su exitosa Wait and Bleed a los pocos minutos de comenzar con People = shit y el público enloqueció. A partir de ahí, la energía siguió ascendiendo con The Heretic Anthem, Duality, Unsainted… El desplome de cargamento elevó al público que vibró y gritó hasta el final con el tecnicismo vocal de Corey Taylor en un concierto inolvidable.

Un espectáculo de fuegos artificiales y un emotivo mensaje de la organización para los que “vuelven cada año a su casa” despidió cuatro intensos días de música y libertad en un espacio común donde es posible que los sueños se hagan realidad.

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