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«La educación obligatoria hasta los 18 años no se aprueba por miedo»

Doctor en Ciencias Físicas, Francisco López Rupérez dirige la cátedra de Políticas Educativas de la Universidad Camilo José Cela de Madrid. Es uno de los más acérrimos defensores de la extensión de la educación obligatoria y gratuita hasta los 18 años. La reclama desde 2015

Francisco López Rupérez.

Francisco López Rupérez. / J. L. Roca

olga pereda

Madrid

¿Por qué defiende tanto la extensión de la educación obligatoria hasta los 18 años?

Es algo que conecta con las exigencias del contexto. La enseñanza básica no puede tener la misma naturaleza o extensión ahora que la que tenía hace 20 o 40 años.

Han pasado 35 años desde que la obligatoriedad pasó de los 14 a los 16 años.

Efectivamente, fue uno de los gobiernos de Felipe González quien lo hizo en la ley educativa de 1990 [Logse]. Recuerdo que en 2015, mientras yo era presidente del Consejo Escolar del Estado, escuché a González decir que, de todos los cambios que había emprendido, del que estaba más orgulloso era de la extensión de la educación obligatoria a los 16. En aquella época era hasta los 14. Han pasado 35 años. El contexto actual es otro. Tal como viene en la Constitución, la educación depende del contexto social, económico y tecnológico.

La primera consecuencia que tendría la medida es la reducción del abandono escolar temprano, el porcentaje de personas entre 18 y 24 años que se limitan a tener la ESO y no siguen estudiando o ni siquiera consiguen terminarla. ¿Es grave la situación en España?

Las estadísticas oficiales europeas de 2024 nos dicen que el abandono educativo temprano en España es del 13%. La media de la UE es del 9,3%. En el año 2010, España y Portugal estaban a la par en abandono educativo temprano. España tenía un 28,2% y Portugal, un 28,3%. En 2024, el porcentaje portugués bajó al 6,6%

¿Qué ha hecho para lograrlo?

Introducir la enseñanza obligatoria hasta los 18 años en el año 2009, en plena crisis económica y con la economía intervenida por la UE. A pesar de todos los pesares, dieron el paso adelante. Contamos con mucha evidencia empírica que comprueba la relación causal entre el aumento de la edad de enseñanza obligatoria y la reducción del abandono educativo. Es una medida que se aplica de manera progresiva una vez que se aprueba. Está vigente también en Bélgica, Reino Unido, Alemania, Países Bajos, Portugal, Austria y Polonia.

¿Qué otras ventajas comporta?

Mejora la empleabilidad de los jóvenes, así como sus salarios. Otras son la contribución al crecimiento económico y la reducción de la depreciación del capital humano y del paro.

Si tantas ventajas, ¿por qué ningún Gobierno la aprueba?

Por varias razones. Entre ellas, porque a las reformas educativas se les tiene un cierto miedo político. Hay poca valentía en emprender reformas estructurales y de calado, que son, precisamente, las que pueden incidir en la mejora de la situación. El sistema educativo, tal como está planteado ahora mismo, no permite enfrentarse a los desafíos del futuro.

Es una medida que también implicaría gasto. ¿Cuánto?

Según los análisis de Funcas [centro de análisis], podría ser de unos 1.500 millones de euros al año, que significa un punto del PIB. No es gran cosa. Además, hay que tener en cuenta también los efectos sociales y políticos.

¿Cuáles?

Cuando vemos los indicadores educativos —los de PISA, por ejemplo—, detectamos grandes diferencias y desigualdades entre comunidades autónomas. ¿Qué posibilidades tiene el Estado de atender el principio de equidad? La más evidente, la más ecualizadora y la que más corresponde a sus competencias es ampliar la edad de la enseñanza básica.

Usted apuesta por un modelo flexible. Es decir, esto no va de que todos los estudiantes hagan bachillerato ni cursen la misma modalidad de ESO.

Ni muchísimo menos. Todos los profesores de secundaria te dicen que si ya les cuesta trabajo retenerlos hasta los 16 años, que nos imaginemos hasta los 18. Pero pensar así es un error. La extensión debe consistir en flexibilizar la enseñanza y, especialmente, introducir al alumnado en sistemas de FP priorizando siempre la dual. Es necesario modificar la estructura de la enseñanza secundaria. Ahora mismo tenemos una estructura de 4 años de ESO y dos de bachillerato. Es un planteamiento de corte ideológico, solo hay dos países junto con España (Dinamarca y Noruega) que no diversifican a los 15 años o antes.

¿Por qué a los quince?

Es la edad a la que se hacen las pruebas de rendimiento de PISA y no es casual. Es la edad más frecuente a nivel internacional de lo que se llama la educación secundaria inferior. La siguiente etapa es la educación secundaria superior en distintas modalidades. España es una excepción. ¿Tenemos que hacer una diversificación a los 11 años, como los alemanes? No. Se trata de encontrar una fórmula de compromiso. Sería, además, una manera de aliviar la presión de los profesores de secundaria con los alumnos a los que no les interesa el enfoque académico. Ahora mismo eso se resuelve bajando el nivel, que es un flaco favor. De lo que se trata es de que el sistema cualifique. Tenemos que mantener en el sistema reglado a los chicos y las chicas hasta su maduración cognitiva y emocional.

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