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László Krasznahorkai, el poeta del apocalipsis, Nobel de Literatura

La Academia Sueca otorga el galardón al autor húngaro de novelas como ‘Tango satánico’ por su obra «visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte»

El escritor László Krasznahorkai en una sesión fotográfica en Estocolmo, el pasado mes de enero.

El escritor László Krasznahorkai en una sesión fotográfica en Estocolmo, el pasado mes de enero.

David Morán / c. Sertal

Barcelona

Terror apocalíptico, sociedades sumidas en el caos y un lento y pesaroso avanzar hacia el vacío. En cámara lenta, en plano secuencia. «Contempló con tristeza aquel cielo que no auguraba nada bueno, los restos abrasados del verano recorrido por bandadas de langostas, y de pronto vio desfilar en una misma rama de acacia la primavera, el verano, el otoño y el invierno, como si percibiera la totalidad del tiempo que jugueteaba en la esfera inmóvil de la eternidad mostrando una infernal línea recta, la cual daba la impresión de atravesar el paisaje escabroso del caos y, al crear así la altura, alimentaba a la vez la ilusión de que el vértigo era algo necesario…», escribe László Krasznahorkai en las primeras páginas de Tango satánico, imponente y desolada novela con la que debutó en 1985 y una de las muchas razones que han llevado al autor húngaro, a quien Susan Sontag bautizó muy acertadamente como «el maestro contemporáneo del apocalipsis», al podio del Nobel de Literatura de 2025.

La Academia Sueca, reunida ayer en Oslo, decidió ungir al escritor, cartógrafo de los rincones más sombríos, melancólicos y hermosos del ser humano, «por su obra cautivadora y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte». Difícil definirlo mejor. En palabras del secretario permanente de la academia, Krasznahorkai «es un gran escritor épico de la tradición centroeuropea, que se extiende desde Kafka hasta Thomas Bernhard, y se caracteriza por el absurdo y el exceso grotesco».

Escapar del terror

Considerado uno de los grandes renovadores de la novela europea, el autor de Guerra y guerra ha seguido los pasos de Annie Ernaux y ha hecho escala en el premio Formentor, del que resultó vencedor en 2024, antes de salir de órbita con el Nobel. En su día, el jurado del Formentor ensalzó al húngaro por una «potencia narrativa que envuelve, revela, oculta y transforma la realidad del mundo». En la jornada de ayer, en Suecia, se hablaba de fantasía febril, anarquía, circos fantasmales y brutales luchas entre el orden y el desorden. «Nadie escapa de los efectos del terror», glosó Anders Olsson, miembro del comité de los Nobel, a propósito de La melancolía de la resistencia, su segunda novela.

La obra de Krasznahorkai, moral y visionaria, es una madera flotando en mitad de un naufragio; un retrato laberíntico y minucioso de una sociedad al borde del colapso moral y espiritual. «Yo soy un canario en la mina cuyos trinos no sirven para alertar, lo que mi literatura dice una y otra vez es: ‘demasiado tarde, demasiado tarde, tarde’», ironizaba el año pasado en Marrakech. A la vuelta de la esquina, el próximo 24 de octubre, una visita programada al Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) para sumarse al festival Kosmopolis y ◄«narrar el apocalipsis» junto a Miquel de Palol.

En su visita a España, la ocasión servirá además para celebrar el debut en catalán de Krasznahorkai con la publicación de Tango satànic en Edicions del Cràter con traducción de Carles Dach. En castellano, Acantilado lleva casi 25 años distribuyendo por las librerías el humor diabólico y burlón del húngaro gracias a las traducciones de Adan Kovacsics. «Es una alegría muy grande, porque no solo se premia a un autor, sino también una manera de entender la literatura que compartimos completamente y queremos reflejar en nuestro catálogo», valoró la directora de la editorial barcelonesa, Sandra Ollo. «Asusta un poco hablar de escritor del apocalipsis y, aunque quizá sea verdad, László es mucho más que eso: es un poeta», añade sobre un autor de «culto y ventas discretas pero suficientes» para quien escribir es como «bailar en el infierno».

Nacido en 1954 en Gyula, un joven László estudió en Budapest, cortó lazos con su familia para irse a ver mundo y dedicó su tesis a la vida y obra de Sándor Márai. Crecido bajo la sombra del comunismo, se estrenó a mediados de los 80 con Tango satánico, densa y desesperanzada historia de una cooperativa fallida justo antes de la caída del comunismo que Béla Tarr convirtió en histórica sucesión de planos secuencia. Ahí están ya, atrapados en una prosa hipnótica y torrencial, sus grandes temas y su querencia por los personajes desolados. ¿Su lema? «La esperanza siempre existe, lo que no hay es en qué depositar la esperanza. No lo habrá nunca».

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