Cita anual en Oviedo
El rey cede el testigo a Leonor en los Premios Princesa de Asturias
La heredera asumió el relevo generacional con una intervención donde defendió los valores democráticos en una ceremonia que reconoció a Eduardo Mendoza, Serena Williams, Byung-Chul Han y Mario Draghi, entre otros

Los galardonados, ayer, en los Premios Princesa de Asturias abandonan el estrado entre el aplauso del público y de los reyes, Leonor, Sofía y Barbón. | / Miki López
Chus Neira
Una ceremonia histórica. El rey Felipe cedió ayer el mando de la ceremonia de los Premios Princesa de Asturias a Leonor, su hija primogénita, escenificando un relevo generacional que la heredera asumió con una intervención de calado, en la que sin renunciar a los guiños a su generación, finalizó con una encendida defensa de los valores democráticos. «La convivencia», proclamó, «es el único camino». Además de este alegato para recuperar los valores básicos de la sociedad, la heredera al trono de España echó mano de la forma epistolar para glosar la figura de los premiados, como si hubiera escrito a cada uno de ellos una misiva. La intervención del Felipe VI, después de la de su hija, también se pudo escuchar como otra carta, esta del padre a la hija y de despedida.
Después de 44 años presidiendo la ceremonia, recordó el monarca, la princesa Leonor «ha ido asumiendo gradualmente esta tarea, dando a cada paso nuevas pruebas de madurez y sensibilidad; con un papel también más activo en la vida pública». Por todo ello, concluyó, dejando ver que, posiblemente el próximo año ya no tome la palabra en el acto del Teatro Campoamor de Oviedo, «me corresponde ir cediéndole ya este espacio, como heredera de la Corona y como presidenta de honor de la Fundación desde hace 11 años», expuso.
El anuncio, con «emoción de padre y de rey», reforzado por los aplausos, estuvo acompañado de la promesa de mantenerse «vinculado» a los premios, a la Fundación y a Asturias. «Presente o no», aclaró en referencia a la institución que organiza los galardones, «estaré siempre comprometido con sus objetivos, sus valores y su futuro». El resto de la intervención del rey incluyó una brevísima referencia a los premiados, apenas una frase, tal y como hacía Leonor en sus primeros discursos, como si uno y otra se hubieran intercambiado los papeles al cruzarse en el pasillo del Campoamor en direcciones contrarias. Felipe se extendió un poco más en hablar de educación, «gran pilar de la convivencia democrática». «Mientras seamos capaces de inculcar en quienes vienen detrás de nosotros los principios y valores por los que hemos luchado, les estaremos dando las herramientas para construir su futuro», incidió.
Todas esas palabras sonaron como un epílogo a la lección bien aprendida que acababa de ofrecer su hija Leonor. Muy segura, alternando el trato de usted y el tuteo, con bromas y reflexiones muy bien expuestas, la princesa de Asturias ofreció su discurso más largo (un 35% más extenso que el del año pasado, el más largo de los que lleva pronunciando en la ceremonia desde 2019) y el primero en el que le tocó glosar en solitario a los premiados. La fórmula por la que optó fue la de una carta, formato analógico a pesar de ser ella —se reivindicó— una «z», aunque «hija de una equis y de un boomer».
Complicidad
Desde esas primeras frases, la complicidad con sus padres y con el auditorio se hizo evidente. Luego Leonor siguió celebrando las decisiones que en el pasado tomó Mario Draghi, Premio de Cooperación Internacional, y coincidiendo con él en los tiempos difíciles a los que se enfrenta Europa. A la impresionante Serena Williams, Premio Princesa de los Deportes, la emocionó cuando citó esa frase de que «sin Venus, no habría habido Serena» y le dijo que sí, que la tenista tiene razón, que «las hermanas cómplices son nuestras grandes compañeras de viaje». Y todo el mundo buscó la mirada cómplice de la infanta Sofía. El público aplaudió la reflexión y dejó que la heredera siguiera con sus cartas a los premiados, alternando el tono grave y el desenfadado, como cuando le agradeció al escritor Eduardo Mendoza, Premio de las Letras, haber aprendido nuevas palabras como «fámula, badulaque, enteco, masovero, chafarrinón» e ironizó con lo mal que lo estarían pasando en ese momento los traductores. En su conclusión, Leonor realizó una encendida defensa de esos valores que el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, Premio de Comunicación y Humanidades, reclama para reforzar las democracia. «Quizá debamos volver a lo esencial, a los básicos», y citó «el respeto por quienes piensan diferente, la educación, atender a quienes no lo tienen fácil, a las personas más vulnerables, tratar bien al prójimo, salir de la trinchera, sacudirnos el miedo, unirnos para hacer las cosas mejor, pensar en que, si no miramos al otro, no sabremos construir confianza». «La convivencia no es fácil, pero es el único camino para lograr el progreso compartido».
La mano al pecho
Este año no hubo grandes momentos sobre el escenario por parte de los premiados y la mayor parte del protagonismo recayó en Leonor, que quizá protagonizó la foto de la noche cuando se llevó la mano al pecho al finalizar su discurso.
Una de las presencias más aplaudidas de la noche fue la de Williams, junto a Mendoza, que realizó un discurso ligero pero muy ameno. El Premio Princesa de las Letras hizo reír hasta cuatro veces al público con sentencias breves, como cuando explicó que si no se mira al espejo aún se cree una joven promesa de la narrativa española y apostilló: «Lo último que se pierde no es la esperanza, sino la vanidad». Parecido regocijo entre el público provocó su idea de que a pesar de la estricta disciplina del colegio él salió «vago, malgastador y un poco golfo». «Tres cosas malas en sí, pero buenas para escribir novela». Un breve recuerdo a su infancia, a su Barcelona de crímenes y material para la ficción y al contento de saberse, como le han dicho, «proveedor de felicidad», completó su intervención. «No soy optimista ni pesimista», hiló en el cierre, «pero no me gusta el mundo tal como lo veo; si algo me han enseñado (los años) es que todo es relativo. O quizá no». Y ahorró al público, esa fue su broma final, terminar con una canción como hizo su amigo Serrat. «Como seguramente preferirán que yo no haga lo mismo, solo me queda expresar una vez más, sinceramente conmovido, mi gratitud».
Antes que el rey y la princesa, el discurso de Draghi, también había dejado un importante mensaje flotando. El expresidente del BCE lanzó una propuesta para la regeneración de Europa basada en un «federalismo pragmático». Draghi comenzó recordando que la misión central de su carrera ha sido «construir Europa», pero que hoy las perspectivas son «las más difíciles» que pueda recordar. «Creíamos que la diplomacia podía ser la base de nuestra seguridad, sin embargo ahora asistimos al regreso del poder militar duro», lamentó, junto con la renuncia por parte de otros a las políticas medioambientales que Europa sigue financiando. «El mundo que nos rodea ha cambiado fundamentalmente y Europa se afana por responder», explicó Draghi, para hacer ver que los problemas de la UE «se han vuelto cada vez más complejos y exigen una acción común por parte de los Estados miembros».
Byung-Chul Han, nacido en Corea del Sur pero afincado en Berlín desde hace 40 años, ofreció un resumen de su análisis crítico de la sociedad contemporánea. El pensador se identificó con la Apología de Sócrates, en la que Platón describe al filósofo, ante su sentencia de muerte, como el encargado de «sacudir, criticar e irritar» a la sociedad, al igual que «un tábano irrita, pica y, por tanto, espolea a un caballo noble pero perezoso».
La verdad de la fotografía
La mexicana Graciela Iturbide, Premio Princesa de las Artes, por último, habló del oficio. La mexicana dijo que se había pasado la vida mirando por el visor. Mirando «una quimera». «La fotografía no es la verdad, sino la interpretación de la verdad», proclamó. Desgranó un largo recorrido por su carrera y citó algunas de sus influencias, como su maestro, Manuel Álvarez Bravo, cuando le enseñaba que «no hay que apresurarse», que para hacer una buena foto «hay tiempo, hay tiempo».
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