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Los 40, punto de partida de la vejez

Un estudio revela que casi la mitad de los gallegos considera que el envejecimiento comienza entre los 41 y los 60 años, mientras que un 16 % opina que no puede fijarse una edad concreta. Estas diferencias en la percepción reflejan las experiencias y trayectorias personales de cada individuo

Tres mujeres mayores, conversan en una calle de Vigo.

Tres mujeres mayores, conversan en una calle de Vigo. / Pablo H. Gamarra

ágatha de santos

A Coruña

En una sociedad cada vez más longeva —en Galicia hay 1.753 personas de 100 años o más a fecha 1 de julio de 2025—, el envejecimiento se percibe cada vez menos como un declive y más como una etapa vital marcada por la actitud, los hábitos y la salud. Sin embargo, hay diferencias significativas a la hora de marcar su edad de inicio. El 45% de los gallegos considera que una persona empieza a envejecer entre los 41 y los 60 años, aunque un porcentaje significativo (16%) cree que no se puede definir una edad específica. Estos son algunos de los datos que arroja el nuevo estudio Bienvejecer, elaborado por las consultoras Alpha Research y Burson para Asisa. Asimismo, los hombres suelen retrasar más la percepción del inicio de la vejez que las mujeres: un 24 % de ellos la sitúa entre los 40 y 50 años, frente al 17 % de ellas.

Sin embargo, esto no quiere decir que la percepción de este proceso sea negativo. Al contrario, la mayoría de los gallegos se imaginan a sí mismos a los 70 años como personas autónomas y con buena calidad de vida (39%), o con independencia y capacidad para cuidarse (21%). Un porcentaje considerable (18%) también se ve saludable y activo.

Según los expertos, la percepción de la vejez responde a una combinación de factores biológicos (cambios físicos y cognitivos), sociales y culturales (expectativas, calidad de vida, esperanza de vida, roles laborales y familiares) y psicológicos y biográficos (salud percibida, soledad, actitudes personales y experiencias de vida).

Andrés Vázquez, geriatra clínico sénior de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), explica que, desde la biogerontología, el envejecimiento no comienza en una edad concreta, aunque se reconocen ciertos umbrales funcionales en los que aumentan la fragilidad y el declive fisiológico medio.

«Existen enormes diferencias individuales —señala—. Es mucho más útil hablar de edad funcional que de edad cronológica. Dos personas de 75 años pueden diferir en décadas en su capacidad física, cognitiva o emocional. Comprender que el envejecimiento es un proceso diverso y transversal, determinado por la genética, los acontecimientos vitales y el estilo de vida, es esencial. La edad, en realidad, no es más que una referencia».

Por ello, entiende que basar políticas, cuidados y expectativas únicamente en la edad cronológica es «científicamente pobre y socialmente injusto».

Por su parte, la psicóloga Diana Rodríguez señala que en la percepción de la vejez intervienen múltiples factores. «Depende de nuestra experiencia con personas mayores, cómo envejecieron quienes nos rodean, el entorno social, las amistades, el autocuidado y la situación personal y emocional —afirma—. Propongo un juego: imagina que despiertas con amnesia y te preguntan cuántos años tienes. La mayoría responderíamos con una edad menor. La vejez es un concepto cuantitativamente objetivo, pero cualitativamente subjetivo».

Según los especialistas gallegos, existen diferencias sustanciales entre cómo hombres y mujeres viven el proceso de envejecer. En los hombres, el reto es redefinir su identidad más allá del trabajo, pues suelen asociar su valor personal con la productividad. Al retirarse, pueden experimentar vacío, aislamiento o pérdida de sentido. Para un envejecimiento masculino saludable, es clave fomentar vínculos emocionales, cultivar actividades no laborales, aceptar ayuda y hallar nuevas formas de contribuir a la sociedad. «El gran desafío masculino consiste en pasar de ‘valgo por lo que hago’ a ‘valgo por quién soy y lo que aporto desde mi experiencia’», afirma Vázquez.

Por su parte, muchas mujeres afrontan en la vejez el desafío de reconectar con su autonomía y deseos personales tras una vida dedicada al cuidado de otros. Su riesgo no es la pérdida del rol laboral, sino la invisibilización de sus propios proyectos. Un buen envejecimiento femenino implica reivindicar tiempo y espacio propios, priorizar el bienestar, rechazar el papel de cuidadora perpetua y fortalecer redes de apoyo entre mujeres. «El cambio esencial es pasar de ‘estoy para los demás’ a ‘también estoy para mí’», comenta el geriatra sénior.

El estudio Bienvejecer revela que los gallegos comienzan a cuidarse, o planean hacerlo, entre los 30 y 40 años (34%) o entre los 40 y 50 (35%), lo que suma casi el 70%. Asimismo, un 19% afirma haberse cuidado siempre. Las principales preocupaciones de los gallegos al envejecer son el deterioro cognitivo y los problemas de salud (69% en ambos casos), seguidos por la pérdida de autonomía o dependencia (59%).

En el proceso de envejecimiento, la visión que tenemos sobre esta etapa vital resulta determinante. «Si imaginamos a nuestro ‘yo’ de 70 años como alguien vital, fuerte y atractivo, nuestra actitud hacia el futuro será positiva y activa. En cambio, si lo visualizamos débil o inútil, aparecerán sentimientos de indefensión y resignación que reducen la motivación para cuidarnos», concluye Rodríguez.

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