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«¿Sabes qué están leyendo tus hijas?»

Relaciones heterosexuales de maltrato disfrazadas de «romance», con dinámicas de dominación y sumisión, además de contenido sexual explícito, con una clara tendencia hacia la violencia, es la cara oculta detrás de los fenómenos literarios que arrasan en la actualidad entre niñas y adolescentes

Vista de la sección de literatura juvenil
en una librería. |  Alba Villar

Vista de la sección de literatura juvenil en una librería. | Alba Villar

Carolina Sertal

A Coruña

«La lectura en la adolescencia es una herramienta poderosa para crecer y aprender. Sin embargo, muchos títulos populares entre niñas y adolescentes incluyen contenido de sexo explícito, violencia o relaciones poco saludables. Transmiten mensajes que pueden llevarlas a normalizar desde los celos extremos a la posesión o la falta de límites y consentimiento. Sin una mirada crítica, sin un análisis, muchas adolescentes creen que eso es amor». Partiendo de su experiencia personal como madre de una adolescente, sumado a su formación como profesional de la Psicología y su formación en teoría feminista, Lorena Alonso compartió esta reflexión en sus redes sociales acompañada de la siguiente pregunta: «¿Sabes qué están leyendo realmente tus hijas?».

Desde relaciones heterosexuales que esconden dinámicas de maltrato, en las que predomina la dominación y sumisión de la mujer o el acoso, a escenas de sexo explícitas, con una clara tendencia a prácticas violentas, tales como la asfixia, entre otras. Este fue el contenido que esta experta gallega se encontró analizando en detalle los fenómenos literarios que arrasan en la actualidad entre niñas y adolescentes de 11 años en adelante, que tal y como ha constatado, acceden a libros con recomendación de edad para mayores de 16 o 18 años y en los que está muy presente un contenido violento disfrazado de «romance».

Lorena Alonso señala que «muchas madres y muchos padres están encantados de que las niñas lean, pero muchos no conocen el contenido. No se trata de prohibir lecturas, pero sí de acompañar y dialogar sobre los libros que eligen y sus mensajes». Y es que, según afirma esta psicóloga, la principal característica que comparten los numerosos títulos que ha analizado es que «el motor de toda la trama es el romance intenso y en las relaciones de los personajes, siempre heterosexuales, priman conductas dañinas que, por la reacción de los protagonistas, no se muestra que no son sanas».

El marcador de la guindilla

Las redes sociales, a través de figuras como las booktokers o booktubers, son la principal catapulta para estos títulos, entre los que destacan sagas que han vendido millones de ejemplares a nivel internacional. Alonso destaca que «este movimiento está muy marcado por las adolescentes y las lectoras jóvenes, que viralizan estos libros en estos canales y lo hacen de una forma tan entusiasta y cercana, que conecta muy bien con las niñas. El problema está en que lo hacen desde una perspectiva y una mirada juvenil, cuando en realidad están hablando de contenido adulto».

La psicóloga hace referencia a que, precisamente, el género «spicy» es el que más triunfa y que, a diferencia de las películas o series en las que se advierte, en los libros «se marca con guindillas, dependiendo del nivel, pero como no son obligatorias, muchos no lo indican».

Enmascarar el abuso

Junto a la sexualización temprana y la erotización de las dinámicas de poder, desde el punto de vista de Lorena Alonso, el acceso a este tipo de contenidos sin una buena base en educación sexoafectiva entraña «importantes riesgos» para las menores, empezando por el más evidente: «La normalización de determinadas conductas y relaciones que, vestidas de drama y bajo el eufemismo de tóxicas, en realidad son de maltrato y que perpetúan dinámicas de dominación y sumisión», apunta. Sin herramientas para identificar estos comportamientos, estas lecturas implican un verdadero problema, puesto que en muchas predominan ideas como «que los celos son muestras de amor, que el control es sinónimo de cuidado o que el maltrato es tolerable», enumera la profesional.

La idealización del amor romántico cobra gran protagonismo en las tramas y Alonso comenta que, «se traslada a niñas y adolescentes que su valor va a depender de si son amadas por un chico. El amor es el objetivo principal para la chica que, por otra parte, aprende que sufrir y soportar actitudes conflictivas y de maltrato es algo romántico, es decir, que el amor es sufrimiento y que los gritos o la posesión son señales de pasión».

En cuanto al contenido sexual explícito, Lorena Alonso destaca que «aprenden mitos sobre el sexo como que todo es instantáneo, apasionado, que da igual que te drogues y mantengas relaciones sexuales, que no hay consecuencias... Lo que realmente enseñan es a no detectar las señales de abuso a través de su normalización». Respecto a las descripciones del placer femenino, «todo pasa por la penetración, cada vez que mantienen relaciones tienen orgasmos místicos y se perpetúan conceptos como el de la virginidad», concluye.

Coeducación, comunicación, escucha activa y acompañamiento en la lectura para prevenir riesgos

Para prevenir los riesgos que conllevan el acceso de los menores a este tipo de contenido literario, para la psicóloga Lorena Alonso es imprescindible una educación sexoafectiva sólida y desde la infancia. La experta recomienda a las familias «hablar de sexualidad en casa ya desde el principio, de forma natural, adaptándolo siempre a su edad y a su madurez, y también es importante la coeducación —centrada en formar a chicas y chicos en relaciones justas, basadas en la igualdad y el respeto, erradicando actitudes, comportamientos y valores que sustentan la violencia contra niñas y mujeres, garantizando también así una educación libre de machismo y sexismo—».

Esta experta explica que «también es importante que se haga en un momento adecuado. Enseñar a un niño o a una niña cuáles son sus partes íntimas, que conozca su cuerpo y que son zonas que nadie puede tocar, realmente ya es educar en sexualidad, pero eso va a seguir avanzando. Hay que aprovechar momentos naturales en los que pueda surgir la conversación, para que no sea algo forzado, porque eso no funciona. Por ejemplo, viendo una película o una serie, se pueden ir nombrando las cosas, qué está bien y que no, si hay comportamientos de violencia o no, siempre tiene que haber una comunicación abierta y, por supuesto, una escucha activa».

En cuanto al acceso a la literatura, para evitar su exposición a contenidos que reproducen estereotipos de género y normalizan conductas machistas, o al menos aportar herramientas para que las identifiquen, Lorena Alonso comenta que «si tienen una base, ellas mismas van a rechazar ya de forma natural determinadas situaciones que se reflejan en estos libros, incluso las más sutiles, porque ya no las pasan por alto, ya no las romantizan, saben que hay comportamientos que no están bien». Por otra parte, como consejos prácticos, esta psicóloga señala que es importante revisar los libros, la edad recomendada, preguntar en las librerías, bibliotecas o a otros padres y madres por su contenido, supervisarlo por uno mismo, leer sinopsis y reseñas, y hacer un acompañamiento en la lectura para ayudar a detectar los abusos o violencias.

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