Decía Tolstoi que, a la hora de contar una historia, el material interesante estaba en las familias infelices. Aseguraba que todas las familias felices se parecen entre sí, mientras que las infelices lo son cada una a su manera. La versión infeliz del cuento es la elegida por la acusación del caso Asunta para dibujar, como indicaba el magistrado José Antonio Vázquez Taín en su auto de apertura del juicio oral, a una niña de doce años "tirada", a la que sus padres, acusados de urdir "un plan" para deshacerse de ella, no dedicaban atención y que les "estorbaba". Pero ayer en los tribunales hubo sitio también para la versión opuesta, la de una niña "feliz" y que mantenía una "buena" relación con sus progenitores, con los que le gustaba pasar tiempo. Y esa versión no la ofreció un agente, sino una persona cercanísima a la familia y que vio crecer a Asunta: su madrina, María Isabel Véliz.

El esperado testimonio de la persona más allegada a la niña, aparte de sus propios padres, se hizo de rogar, más allá de las ocho de la tarde, pero sus declaraciones pasaron como un huracán sobre la de los policías y guardiaciviles precedentes. Y es que Isabel Véliz insertó su "último" recuerdo de Asunta en una estampa familiar idílica: "Me fui a despedir de ella a su casa, los tres estaban en el salón, funcionando con un teléfono móvil, en amor y compañía". "Fue el último día que la vi, por eso se me quedó grabado ese día", proclamó ante el jurado. Hablaba del 27 de agosto y Asunta ya llevaba unos días, desde el 23 o el 24, su madrina no pudo concretar, con sus padres en un piso vecino al suyo en Vilanova de Arousa después de llegar allí para quedarse con ella a primeros de mes.

En el agosto que describió Isabel Véliz, y que incluye una visita de su padre, parecía que no existía el mes de julio anterior. La niña que sufrió un episodio de agresión en su propia habitación, la madrugada del 4 de julio y que escribía a una amiga en whatsapp al día siguiente "Estoy nerviosa. Hoy me han intentado matar. A las 4.30", parece olvidar sus prevenciones. Su madrina, con la que también permaneció de finales de junio a mediados de julio cuando Porto estaba ingresada en el hospital, sostiene que "con nosotros pasó el verano de su vida".

"Lo pasó muy bien. Se reía. Nadó mucho. Fue a las fiestas de Vilagarcía por primera vez. Estaba exultante de alegría", contó la testigo, que contó, a preguntas del abogado de su madre, Rosario Porto, cómo en las veces que la visitó a lo largo del año o durante los días que se quedó con ella de vacaciones no notó ningún cambio en ella, sino que "era una niña feliz". Además enfatizó que "jamás" le expresó su temor a que sus progenitores le hicieran "algún tipo de daño". "Jamás, jamás. Ni su padre ni su madre", proclamó. Entre la niña y ella, a las que "encantaba" pasar tiempo juntas, había "confianza", dijo, y le contaba "cosas del colegio, de sus amigos", pero eso "nunca" lo dijo.

La niña que dibujó ayer Isabel Véliz no solo era "feliz", sino también "sana como un roble". La madrina explicó al fiscal que la niña tenía una "salud magnífica". "Me acuerdo que tuvo la varicela, pero después, que yo sepa, no tuvo nada", explicó. No obstante, concedió que sabía de su alergia. "Algo de alergia en la primavera tengo oído que tenían todos, pero ella también", señaló. Con todo, aseguró que nunca tuvo que administrarle a la pequeña medicación. "Yo no le di nada, estaba como un roble", refiriéndose al verano de 2013. "Conmigo no tuvo la niña ningún problema de salud", reiteró, para añadir que "comía como una lima".

Pero no era solo buena comedora: "Era una niña encantadora, espabilada, muy aguda", declaró, además de "bastante reservada, pero muy inteligente". También enfatizó que Asunta tenía "bastante fantasía", le "gustaba disfrazarse" en Carnavales y "contaba historias". "A veces para asustarme. Le gustaba mucho asustarme y disfrazarse de bruja. En mi casa se metía dentro de un armario y "dónde estás" y callada y callada y a lo mejor estaba metida dentro del armario", narró. Si el primer nombre que mencionó Véliz cuando el fiscal le preguntó con qué persona de la familia tenía un "vínculo mayor" fue su abuelo, enseguida añadió: "con su madre, el padre, y con la abuela también, vaya". De hecho, fue esta última, dijo, la que le contó que Porto y Basterra iban a adoptar a una niña. Aunque el abuelo "la recibió muy bien", descartó hubiera "impulsado" su adopción, una pregunta cuya "relevancia" cuestionó el presidente del tribunal.

Véliz también se refirió a la noche en la que Porto se puso hasta dos veces en contacto con ella vía telefónica primero para expresarle su preocupación porque la niña no aparecía y preguntarle si estaba en su casa y luego para pedirle que fuera a su piso por si Asunta volvía mientras ambos padres, que después vio "nerviosos y preocupados", se iban a comisaría a denunciar su desaparición. Ella se fue "corriendo" para allí, aunque luego su tiempo en el piso de Porto discurrió como "un león enjaulado" y la "obsesión" de si recibiría una llamada para "pedir el rescate". Respecto a la versión que tenía de los pasos de Asunta de aquella tarde, Véliz recuerda que "Charo" le dijo que la niña se había quedado en casa "estudiando", lo versión que contó a los agentes y que luego cambió.