Fue una detención "limpia", sin resistencia alguna, a contrarreloj y con el miedo a que el sospechoso sacase un arma. Aun así, los agentes no le tocaron un pelo más del necesario, sin obviar el hecho de que "una detención nunca es un acto dulce". Los policías asturianos que detuvieron el 11 de septiembre de 2015, en Grandas de Salime, a Miguel Ángel Muñoz Blas, el presunto asesino de la peregrina Denise Pikka Thiem, ofrecieron ayer por videoconferencia un vívido relato del operativo que puso fin a una búsqueda de meses. "Claro que mostramos las armas; cuando la gente de Grandas de Salime se enteró de que le habíamos detenido, nos invitaron a un café y nos aplaudieron", dijo Ignacio González-Cachón, actual jefe de la Comisaría de Mieres y entonces responsable de la de Luarca.

Cachón relató que recibieron una llamada de Oviedo, indicándoles que tenían que detener a un homicida, sin indicaciones de que era el presunto asesino de la peregrina. Había un riesgo claro de que fuese armado. Organizaron una pinza: Cachón y el inspector Francisco García -ahora jefe accidental en Luarca- fueron por Coaña. Otros tres agentes, por Vegadeo, para evitar que huyese en taxi o autobús.

En Grandas, el agente de la Policía Local Francisco Gómez iba preparando el terreno. Le llamaron diciendo que "había saltado una alarma en la Caja de Ahorros", declaró. Fue hasta allá y obtuvo los datos de la persona que había cambiado los dólares de la peregrina. Le dijeron que llevaba una mochila y vestía como un peregrino. El guardia municipal fue entonces al albergue y comprobó los datos del hombre, que había dejado la mochila en la habitación y se había ido a uno de los bares del pueblo a comer. "Desde mi oficina, a ochenta metros de la terraza donde estaba, vi a una persona que podría ser la que buscábamos", dijo el agente, que lo tuvo controlado hasta que llegaron los policías de Luarca.

Cachón señaló que pasaron delante de Muñoz, pero les "entraron dudas". De uno a diez, era un seis. Aún así fueron a por él. El jefe lo inmovilizó por detrás con una defensa, mientras el inspector García sacaba la placa, encañonaba al sospechoso y gritaba: "¡Alto, Policía!". No ofreció resistencia. "No le causamos daño. Le llevamos al Ayuntamiento, echamos a todo el mundo, le comunicamos los derechos primero verbalmente y luego por escrito y lo dejamos custodiado por el agente local y otro nacional, con orden de que nadie le hablase ni él hablase con nadie. Yo quería tenerlo 'virgen' para los instructores del atestado", dijo Chacón.

La defensa de Muñoz, a cargo de Vicente Prieto, considera que la detención fue irregular, predeterminada, y fuera de toda proporción, ya que intervinieron hasta dos equipos de los GEO. Además, sostiene que la confesión se obtuvo ilegalmente. Aducirá además que Muñoz tiene problemas mentales. La acusación particular, que ejerce la familia de la víctima, asesorada por Fernando Santocildes, estima sin embargo que la detención fue ejemplar y que sí había riesgo de que fuese armado.