Como una persona "humilde, amable, amiga de sus amigos", así describió un amigo a Javier Fernández, quien tenía diagnosticado un trastorno bipolar. Su viuda declaró ayer y aseguró que días antes de los hechos había acudido al psiquiatra y le había permitido abandonar la medicación. Ella explicó que tomaron la decisión de que no lo hiciese de golpe, sino de forma progresiva, por lo que en lugar de la pastilla que le correspondía se tomaba media. Afirma que desde entonces notó como empeoró. Explicó que la mañana de los hechos "estaba muy nervioso, delirando" y afirma que le dio un golpe sin querer con los brazos en una especie de forcejeo de él, pero sin intención de agredirla. Un golpe que dejó un pequeño rastro de sangre en la nariz. Fue entonces cuando mandó mensajes a amigos y, cuando uno de ellos llegó a la casa y se quedó con Javier y el bebé, ella salió a pedir ayuda. "Nunca lo había visto en ese estado", "estaba fuera de la realidad", explicó esta mujer que "en nueve años de relación ni tan siquiera le escuché gritar nunca".

Con todo, los amigos que llegaron a casa del matrimonio en respuesta a la llamada de su esposa explicaron que, cuando se encontraron con Hal este se encontraba bastante tranquilo, que le entregó el bebé a uno de ellos sin apenas rechistar y que luego se fue a tocar la batería hasta que uno de ellos le pidió que bajase a petición de los agentes de la Guardia Civil.