Hubiese sido un buen golpe. Los atracadores de Cangas de Onís se estaban llevando más de 100.000 euros cuando fueron sorprendidos por la dos guardias civiles y un policía local que les esperaban en el exterior de la sucursal de Liberbank. Habían estado previamente esperando a que se abriese la caja fuerte del banco, de apertura retardada, donde les esperaba el dinero. Pero todo se torció merced a una clienta habitual del banco, que se escabulló y avisó a las fuerzas de seguridad.

Cuando la mujer entró en la sucursal, el atraco ya estaba en curso. La mujer, de nacionalidad argentina, y que regenta un establecimiento comercial, acude por las mañanas a ingresar dinero. A las cajeras, con las que tiene bastante confianza, las encontró más serias de los habitual. Le hicieron la gestión y una de ellas, en voz baja, le susurró que estaban robándoles y que avisase al 112. Ella se puso a disimular unos instantes leyendo una revista y rápidamente salió de la sucursal. Al doblar la esquina sacó el teléfono y llamó al 112, informando de lo que estaba ocurriendo. Pero justo en ese momento apareció un guardia civil, al que le contó lo que pasaba. Luego llegó otro agente, y finalmente se unió un policía local, Emilio, que acababa de llevar a su niño al colegio y que se fue a por el arma a casa. Al cabo de unos minutos salieron los atracadores. Primero José Manuel Sánchez Vidal, burgalés de 43 años, que iba desarmado (lo estuvo en todo momento).

Pero detrás iba Juan Carlos Sahagún Gobantes, conocido como El Rifé, de 59 años, con media vida pasada entre rejas y dispuesto a vender caro el pellejo. Levantó dos pistolas de 9 milímetros y comenzó a disparar indiscriminadamente de izquierda a derecha, mientras los agentes repelían el fuego del asaltante. En cuanto oyó los tiros, Sánchez se echó al suelo, y de ahí ya no se movería hasta que los agentes le indicaron que se fuese acercando a rastras para detenerlo.

Ayer mantuvo la boca cerrada cuando le interrogaron formalmente los agentes de la Benemérita. Anteayer, cuando fue detenido, aseguró a los guardias que El Rifé lo había llevado engañado. Pasará a disposición judicial a última hora de hoy jueves o, más probablemente, mañana viernes. Hoy jueves, quienes acudirán al Juzgado de Cangas de Onís son los testigos de este violento atraco.

De héroe a ladrón suicida

Dentro del banco se quedó El Rifé, que al parecer fue amable y correcto con los rehenes. Durante tres horas se desarrolló un drama de incierto final. Al atracador le acercaron un teléfono, para que pudiese hablar con él el negociador de la Guardia Civil. Pero El Rifé dejó claro que él no se entregaba. "A la cárcel no voy a volver, no me importa morir", aseguró. Juan Carlos Sahagún salió de prisión a principios de año, después de cumplir condena por otro atraco que salió mal, en febrero de 2011. Él y sus compinches tenían pensado llevarse el salario de los residentes de un psiquiátrico en Palencia, pero se confundieron de oficina y terminaron reteniendo a varios empleados a los que desvalijaron y golpearon. El botín que se llevaron fue realmente muy irrisorio: 400 euros. Por si fuera poco, cuando huían, el coche conducido por Sahagún se estrelló contra otro vehículo. Aunque escaparon a pie y armados, la Guardia Civil acabó atrapándolos. Unas imágenes de televisión de la época le inmortalizan rodeado de agentes, con su característico pelo blanco y aspecto aindiado. Terminó aceptando una condena de cinco años. Estaba dispuesto a no volver a estar entre rejas. Contaba con medio centenar de antecedentes, por robos con violencia, lesiones, tráfico de armas y explosivos y quebrantamiento de condena.

Pero El Rifé fue una vez niño, y todo un héroe. El 6 de junio de 1970, con 12 años, salvó de morir ahogados en el Ebro a una niña y un niño, de once y tres años. Por aquella proeza le concedieron uno de los premios de la operación Plus Ultra -que compartió con varios niños de la época-, que le dio derecho a un viaje por diversos lugares de España y de Europa, con visita al papa Pablo VI incluida. Incluso le permitieron realizar el saque de honor en un partido del Mirandés, el equipo de su alma. Diez años después, en 1980, iniciaba su carrera delictiva, que terminó anteayer martes con un balazo en la cabeza de su propia mano, nada más liberar a sus rehenes.