"Es un profesional de la delincuencia, sabe lo que tiene que hacer". Así de contundente se mostró ayer respecto a José Enrique Abuín Gey el coronel de la UCO, Manuel Sánchez Corbí. Y es que el autor confeso de la muerte de Diana Quer, a quien los portavoces de los investigadores se refirieron reiteradamente por su apodo de El Chicle en la rueda de prensa, adoptó múltiples medidas para despistar a los agentes y evitar ser descubierto. En este sentido, el jefe de la investigación explicó que, sabiéndose vigilado, se acercó a los agentes y se mostró colaborador, tanto, que entregó un teléfono reseteado -con todos los datos borrados porque sabía de su importancia- y accedió a la revisión de sus vehículos, donde no apareció vestigio alguno de Diana Quer porque "sabía que no había nada que le incriminara, lo había limpiado".

Cuando le fue requerido el teléfono, Abuín Gey quiso hacer un quiebro a los investigadores, entregándoles otro diferente al que había llevado consigo la noche en la que desapareció Diana Quer.

El Chicle, con antecedentes por distintos asuntos, incluido narcotráfico, creyó así haber sorteado la investigación, pero lo único que hizo fue afianzar a los investigadores en que estaban en el buen camino. Era ya el único y principal sospechoso de la desaparición de la joven madrileña, pero no había pruebas para juzgarledesaparición , por lo que la Guardia Civil solicitó autorización judicial para controlar su teléfono mediante escuchas telefónicas.

"En las conversaciones con su esposa no sale nada. Están enlatadas, preparadas. No suman, pero tampoco restan nada. Se trata de alguien que sabe lo que tiene que hacer. Vemos que no son conversaciones naturales", incidió ayer el coronel de la UCO.

Ágil y rápido de mente, El Chicle se adaptaba a las circunstancias que iba conociendo, según los responsables de la investigación. "Nos enfrentamos a un criminal muy avispado", resumió el coronel de la Comandancia de A Coruña Francisco Javier Jambrina. "Un manitas con los coches, los revisaba y preparaba para que corrieran más. Circulaba a una velocidad habitual de no menos 150 kilómetros por hora, ahí están los compañeros de Tráfico para ratificarlo", explicó el coronel de la Benemérita. Frente a este "fanático de los coches, la investigación tropieza con grandes dificultades.

"Colocar una baliza en el vehículo era imposible, y un micrófono también resultaba muy difícil. Estaba concienciado de que podíamos ponérselo y actuaba en consecuencia", comentó Jambrina tras descartar que nuevas escuchas hubieran aportado más datos. "No iba a hablar por teléfono, estaba claro", insistió. El archivo del caso el pasado mes de abril, frustraba también cualquier intento de este tipo.

La Guardia Civil le hacía saber de vez en cuando -con seguimientos poco discretos- que seguía en su punto de mira por el caso de Diana Quer, por eso confiaban en que no volvería a atacar a nadie. Pero ahí los agentes se equivocaron y el frustrado secuestro de una joven de Boiro el día de Navidad les obligó a actuar con mayor rapidez de la prevista.

"Vimos que, aunque se sabía vigilado, volvió a intentarlo", esta situación y una filtración en los medios de comunicación llevaron a la UCO y a la Policía Judicial de A Coruña a precipitar el arresto de El Chicle y dejar de lado su plan establecido de buscar pruebas que pudiesen llevar a un juez a reabrir el caso.