La instrucción de la causa abierta contra el hostelero vigués Carlos Vieitez, de 42 años y conocido como Papuchi, ha concluido tras ocho meses de investigación. La titular del Juzgado de Instrucción 6 de Vigo, que decretó la libertad bajo fianza del hostelero si bien no ha trascendido si ha salido ya de prisión, notificó ayer un auto que transforma las diligencias previas en procedimiento abreviado. La causa está en manos del Ministerio Fiscal y de las acusaciones particulares que deberán solicitar en el plazo de diez días la apertura de juicio oral presentando escrito de acusación o su sobreseimiento. La juez ve indicios de criminalidad para llevar a juicio a Papuchi por presuntos delitos de abusos sexuales, exhibicionismo y provocación sexual de 21 menores de entre 13 y 18 años.

La declaración de las víctimas y el volcado de teléfonos y ordenadores resultaron claves al comprobarse los mensajes de WhatsApp y Snap Chat. La juez considera acreditado que el hostelero entraba en contacto con los chicos en el restaurante que regentaba en Montero Ríos, se ganaba su confianza y les enviaba fotos y vídeos de contenido sexual creando un ambiente de cercanía abordando el tema sexual entre bromas.

En su local les daba trato especial y les servía alcohol, reuniéndose con ellos en el reservado, donde les grababa, y organizando quedadas sexuales en su casa a través de dos grupos de WhatsApp que creó. Les hacía regalos, les paseaba en dos coches de lujo, viajaban y se bañaban desnudos por la ría en su yate Ipanema e incluso a varios los invitó a ir a un prostíbulo donde compartieron juntos lecho con una prostituta.

El auto recoge que en febrero de 2016 llevó a dos adolescentes de 16 años a un prostíbulo de El Castro, pero a uno de los chicos no le dejaron entrar y esperó en el coche. El otro joven y Carlos estuvieron con la misma prostituta que masturbó el menor delante del hostelero. La otra visita a un prostíbulo que recoge el auto, indica que el investigado y dos menores compartieron cama y prostituta.

El modus operandi era casi siempre igual. Tras ganarse la simpatía de los adolescentes les mandaba fotos íntimas, les animaba a masturbarse y que le enviaran fotos, cosa que la mayoría se negaron a hacer. Ya en su casa, les invitaba en grupos, les ponía vídeos porno y les instaba a masturbarse todos juntos, entonces intentaba tocar el pene de los menores, si bien paraba cuando estos se lo reprochaban.