"¿Qué haces con este coche? Este non o coñecen, dorme na casa". Así de tajante replicó el narco cambadés Rafael Bugallo, O Mulo, que afronta 24 años de prisión por los 1.250 kilos de cocaína intervenidos a bordo del pesquero Coral I, a otro de los procesados que comparte banquillo con él estos días en la Audiencia de Pontevedra. O Mulo no sospechaba que la furgoneta Renault Scenic, que creía segura, estaba sonorizada y a través de un micrófono de ambiente grababa todo lo que se decía dentro: los detalles de la gran operación de narcotráfico que preparaban y de la lancha disfrazada de pesquero que acondicionaban en una nave.

Una sonorización, la de la furgoneta, impugnada por las defensas y que el fiscal ya da por hecha. De ahí el incremento de policías llamados a declarar como testigos y que obliga a prolongar el juicio casi hasta diciembre. El objetivo, avalar que sin las polémicas escuchas se habría desarticulado la banda por la propia investigación policial.

Bugallo comentó en la furgoneta la disposición de adquirir provisiones para almacenar en la lancha, que se había quedado sin suministrador y buscaba un proveedor en Sudamérica. Con su lugarteniente, Bolado, aborda la búsqueda de una vivienda en alquiler en Silleda para el notario de la organización colombiana y la visita de un argentino y un belga a la planeadora para comprobar la infraestructura de los gallegos. También hablan de porcentajes, de recoger o no señales de dinero, del nombre del piloto...

Las últimas grandes operaciones contra el narcotráfico han puesto en evidencia los avances tecnológicos para luchar contra el crimen organizado. El último caso es la operación Mito que llevó al arresto de José Ramón Prado Bugallo, Sito Miñanco, y a desarticular una de las organizaciones consideradas más potentes a nivel internacional. En el caso de Miñanco la sensorización incluyó las porterías del abandonado campo de fútbol de András en Vilanova, el chalé de O Rial en Vilagarcía que según la policía era utilizaban como piso franco, el de Montalvo y media docena de vehículos. Estas grabaciones permitieron salvar las complicaciones del encriptamiento Precom de los teléfonos que utilizaba la red.

Gonzalo Boye, abogado de Sito Miñanco y uno de los letrados españoles expertos en cuestiones restrictivas de derechos fundamentales, advertía hace ya tres años de que "ahora nos escuchan en nuestros coches", un artículo que está claro que no leyó su cliente. El que fue fiscal Antidroga de Pontevedra, hoy en la Fiscalía General del Estado, Luis Uriarte, exponía en uno de sus estudios sobre la lucha contras las organizaciones criminales que la revolución tecnológica les permitía mayores posibilidades de ocultación policial, si bien, "aunque un paso por detrás", las fuerzas antidroga "cuentan con equipos y medios técnicos que hacen posible la grabación de la imagen y el sonido ambiental". Así, el fiscal indicaba que en la actualidad está generalizado el uso de balizas de geoposicionamientos y que ahora los móviles permiten ubicar de forma constante al investigado con relativa precisión: "Lo que hace unos años suponía el empleo de varios funcionarios realizando labores de seguimiento de veinticuatro horas detrás de un sospechoso, hoy en día lo lleva a cabo un dispositivo electrónico que, no solo permite al Estado un importante ahorro de costes, sino que ofrece una precisión y seguridad infinitamente mayor que el impreciso y subjetivo parecer de un ser humano".

Ante los escasos resultados que en la actualidad ofrecen las intervenciones telefónicas, la lucha contra el crimen organizado se centra en nuevas técnicas de intervención de comunicaciones.

Las unidades técnicas de la Policía Judicial, según Uriarte, han comenzado a ofrecer a los investigadores la posibilidad de infectar ordenadores personales con programas informáticos espías que captan toda la actividad, si bien apunta que se dan muy pocos casos de monitorización remota de equipos informáticos. Dado que estas medidas son restrictivas de derechos fundamentales, se realizan siempre con autorización judicial.