Mientras bomberos y operarios se adentran en la zona cero de la explosión en Paramos, las treinta familias evacuadas que han perdido sus viviendas y salieron solo con lo puesto intentan volver a la normalidad. La mayoría están alojadas con sus familias, pero el hotel Cruceiro do Monte, -que nada más producirse la explosión ofreció sus instalaciones de forma gratuita a los damnificados- acoge a 33 personas, entre los que hay varios niños.

Las hermanas Álvarez, As fillas de Nieves, como las conocen, colgaron en Facebook su oferta para acoger a los perjudicados la primera noche, y allí siguen a la espera de ser realojados en alguna vivienda. La vuelta a sus hogares se retrasará, en la mayoría de los casos porque desaparecieron y en otros porque las obras de rehabilitación tardarán meses. "Estas familias necesitan una vivienda para rehacer su vida, una habitación de hotel es algo temporal. Por eso a los que nos dicen en qué pueden ayudar les pido que busquen pisos para alquilar", explican las responsables del establecimiento que han corrido con todos los gastos de forma altruista.

Los niños han cambiado de colegio hasta que sea reparado el de Paramos y ahora van al de Baldráns. Alumnos de quinto de primaria del colegio Pai Somozas, de Tui, han hecho llegar al Cruceiro do Monte un sobre con cartas de agradecimiento y dibujos por su solidaridad. "Esto nos compensa todo", asegura Paula Álvarez, una de las propietarias.

Mónica Casas, con el rostro lleno de cortes producidos por cristales a causa de la deflagración, sale con su hijo y otro familiares de la cafetería del hotel a buscar piso. "Todavía estoy pagando la hipoteca de la casa pero ya he arreglado con el seguro. Tenemos que recuperar cuanto antes nuestras vidas", dice. Le preocupa su hijo, de cuatro años, que tras la explosión y en medio de los escombros le preguntaba "¿no va a ocurrir otra vez verdad, mamá?". Más nerviosos se muestran quienes no tenían aseguradas sus propiedades. "Hace seis meses lo pensamos pero al final?.", lamenta Carmen, familiar de Francisco González, dueño de la pirotécnica, y cuyo marido resultó herido: "Me llamó la suegra de Paco llorando, preguntando si estábamos bien. La quiero como a una madre, pero lo que nos ha hecho?" La mujer recuerda que no hace mucho un chico vio a Paco con unas cañas de fuegos artificiales en la nave y le preguntó ¿no estarás poniendo ahí explosivos? Y él se lo negó.

Cada evacuado tiene su propia historia y todos tratan de sobreponerse al horror que se vivió en la zona cero. "La noche es lo más duro, el estruendo y el temblor se repiten en tu cabeza", asegura una de las afectadas. Todos coinciden en que si la explosión llega a ocurrir a primeras horas de la noche los muertos se contarían por decenas.