Duró solo unos minutos, pero el violento asalto que el empresario de la carpintería metálica Moybar, José Luis Barreiro, y su familia sufrieron en la madrugada del pasado jueves en su domicilio de Cabanas (Forcarei) va a condicionar el resto de sus vidas. "Pensé que nos querían matar para robarnos a sus anchas", admite la esposa del empresario, Raquel Cores.

Tras superar sendos aneurismas cerebrales hace 20 y 3 años y medio respectivamente, los médicos habían recomendado a esta mujer evitar el estrés. Justo lo contrario de lo que tuvo el jueves. Sin buscarlo, se vieron inmersos en una película de terror, marcada por la violencia y el "pánico". Hicieron lo único que podían hacer: armarse de valor y afrontar una situación que no le desean "ni al peor enemigo".

La pareja estaba en la cama cuando reventaron la ventana que da al balcón, en la primera planta. Y a continuación escucharon a los asaltantes correr por el salón en dirección a la puerta de madera, a la vez que saltaba la alarma. Barreiro y su mujer corrieron hacia la puerta, empujando en sentido contrario a la de los ladrones que la aporreaban. Su esfuerzo fue en vano. La echaron abajo. Vieron entonces a tres "armarios" encapuchados que, amenazándoles con una pistola y una barra de hierro, les exigían -tenían acento de Europa del Este- que les dijesen donde estaba la caja fuerte.

Los asaltantes eran altos, fuertes, vestían de negro una gruesa capa de prendas, llevaban guantes y calzaban botas. Nada que ver con el estado del matrimonio: desnudo y descalzo él y en camisola y zapatillas ella.

Pero lo peor era que su hijo estaba con ellos. Dos de los encapuchados la emprendieron a golpes con el cabeza de familia. Su mujer intentó ayudarle. El tercer ladrón la bloqueó y la mujer se cayó al suelo. La cogió entonces en volandas, con un solo brazo, y se la llevó a la habitación, tirándola sobre la cama y exigiéndole que apagase la alarma. El niño, aterrado y llorando desde la puerta de su habitación, imploraba: "¡No mates a mi padre! ¡No mates a mi madre!"

La alarma seguía sonando y la empresa de seguridad telefoneó. Raquel quiso responder pero el tercer asaltante se lo impidió, obligándola a apagarla en el teclado. En la funda de su almohada metió dos relojes y pulseras de bisutería de la mujer. Mientras, a su marido, le exigían a golpes que desvelase donde estaba una caja fuerte inexistente. Les condujo al escondite de un joyero.

Mientras, la mujer pidió reunirse con su hijo. Cuando se lo permitieron, ambos se sentaron en la cama y Raquel intentó tranquilizar al niño. "Tranquilo. La policía está llegando", le susurró. Su marido condujo a los asaltantes hasta los 1.000 euros que guardaba en una cartera en una chaqueta. Con el botín en sus manos, los ladrones huyeron.

Una patrulla de la Guardia Civil de Cerdedo llegó con rapidez. Más tarde se desplazarían hasta Forcarei integrantes del equipo de Policía Judicial y un sargento de Lalín. En el jardín hallaron una bolsa de deportes con una radial, discos, mazas, destornilladores y una prolongación que supuestamente los asaltantes se dejaron olvidada en su huida. Apenas horas después, la Guardia Civil de Salamanca detenía presuntamente a dos de los varones implicados en el asalto: dos albaneses que ya ingresaron en prisión.