Encerrados desde el 23 de junio, los doce niños y su entrenador se enfrentan a un episodio psicológicamente difícil. La psicóloga gallega Miriam López se refiere a las secuelas derivadas de una situación de ansiedad y pánico prolongada: "Si ya de por sí los niños pequeños temen la oscuridad, una vivencia de este tipo agudizará aún más el trauma". En concreto, el miedo a espacios cerrados y a la soledad acompañará a los menores a lo largo de sus vidas, aunque también problemas físicos como la taquicardia. "Por eso -señala- es tan importante la atención psicológica que reciben. De este modo, se podrán paliar las secuelas, aunque nunca eliminarlas".

Desde el miércoles un equipo de siete buceadores trata de enseñar a sumergirse a los niños, una técnica que exige "una respiración pausada y un nivel de ansiedad controlado". De otro modo, advierte López, "necesitarán más oxígeno", un supuesto que solo entorpecería el rescate.

El ataque de pánico se caracteriza por síntomas de ansiedad extrema: "El paciente siente que se va a morir y una pérdida de control sobre sí mismo". En cuanto a los niños, López recuerda que este tipo de episodios lo "suelen gestionar mejor ellos que los adultos" y confía que pronto aprenderán a bucear.